María Riva, única hija de Marlene Dietrich y una de las intérpretes que dieron forma a la televisión estadounidense en sus primeros años, ha muerto a los 100 años. Ha fallecido mientras dormía, en la casa de su hijo Peter, en Gila (Nuevo México), donde vivía desde principios del año pasado.
Nacida en Berlín en 1924 como Maria Elisabeth Sieber –su padre fue Rudolf Sieber, asistente de dirección y productor que se casó con Dietrich en 1923 y de quien nunca se divorció, aunque llevaron vidas separadas desde los años 30–, Riva creció en un territorio singular: no en un hogar familiar normal, sino bajo la deslumbrante estela pública de su madre. Ella no recordaba haber sido nunca simplemente María. Desde niña fue "la hija de Marlene Dietrich". Esa identidad la acompañaría siempre.
A los cinco años fue llevada a Los Ángeles, cuando Dietrich ya reinaba entre focos, directores y amantes (masculinos y femeninos). Allí apareció junto a su madre, todavía sin voz propia, en Capricho imperial (1934), donde interpretó a Catalina la Grande en su versión infantil, y en El jardín de Alá (1936).
Estrella de la primera televisión
La etapa en la que Riva obtuvo visibilidad por sí misma llegó en los años 50, con el nacimiento de la televisión en directo. CBS buscaba crear un sistema de estrellas para el nuevo medio, y Riva se convirtió en una de sus pocas actrices contratadas. Se la veía a menudo interpretando a mujeres en peligro, atrapadas en situaciones límite; roles intensos, hechos para un público que aún estaba aprendiendo qué significaba ver historias desde el salón de su casa.
Su popularidad fue constante en el tiempo, pero Riva la relativizaba con una ironía a la que no renunció nunca: decía de sí misma que era "una Dietrich para pobres". Sabía mejor que nadie que no se compite con un mito; se convive con él o se escapa.
A finales de la década decidió retirarse. La televisión se desplazaba a Los Ángeles y ella no quería regresar a la ciudad donde había aprendido, demasiado pronto, el coste del brillo. En su lugar, se convirtió en la mano organizadora detrás de la presencia escénica de su madre: su residencia en Las Vegas, sus giras internacionales, ese personaje cuidadosamente construido y mantenido durante décadas. La hija sostenía a la estrella, incluso cuando la estrella comenzaba a retirarse al interior de sí misma.
'Marlene Dietrich por su hija', un libro imprescindible
La interpretación de esa relación llegó en 1992, pocos meses después de la muerte de Dietrich en París, cuando Riva publicó Marlene Dietrich por su hija. Con casi 800 páginas y un tono más clínico que nostálgico, el libro reveló tanto el esplendor como las miserias que acompañaron a la actriz. Riva se declaraba allí biógrafa antes que hija. Era una forma de protegerse, sí, pero también una forma de decir la verdad: había vivido lo suficiente cerca del mito como para no mitificarla. El libro se convirtió en un clásico inmediato.
Riva publicó después un volumen fotográfico, editó poemas de Dietrich y escribió una novela, You Were There Before My Eyes (2017). Regresó puntualmente a la actuación, ya sin necesidad de sostener un personaje público.
Fue esposa del escenógrafo William Riva, fallecido en 1999. Le sobreviven tres hijos –Peter, John-Paul y David– y varios nietos. Con su muerte desaparece la última voz que conoció el mito Dietrich desde el interior. No la leyenda cinematográfica, sino la persona que exigía ser vista como una obra en permanente representación.
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