El próximo 10 de diciembre se va a cumplir un año de un hecho histórico para Marruecos e Israel. Marruecos se convertía en el segundo país del norte de África, después de que lo hiciera Egipto en 1978, que reconocía al Estado de Israel. En agosto Emiratos Árabes Unidos y Bahréin habían firmado los Acuerdos de Abraham, bajo el amparo del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Abraham recordaba el origen común del islamismo y el judaísmo.
Marruecos logró gracias a este acercamiento a Israel una doble victoria: por un lado, ganaba un aliado fuerte para reforzarse de cara a su rivalidad con Argelia; y a la vez conseguía que Estados Unidos reconociera la marroquinidad del Sáhara. Y el actual presidente de EEUU, Joe Biden, no ha dado marcha atrás, para infortunio de los saharauis, dejados a su suerte más que nunca.
El secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, acaba de recibir en Washington al ministro marroquí de Exteriores, Nasser Bourita, que ha abogado por establecer "relaciones cada vez más fuertes", según informó Europa Press. Todo indica que la Administración Biden prefiere que Marruecos siga actuando como muro de contención de Argelia en el Magreb. Un Sáhara independiente sería un satélite de Argelia y un foco de inestabilidad más, a juicio de Washington.
Esta semana el matrimonio de conveniencia entre Marruecos e Israel ha dado sus frutos. En su primera visita a Rabat, el ministro israelí de Defensa, Benny Gantz, firmaba con el marroquí Abdellatif Loudiyi un memorandum de entendimiento, el primer acuerdo relativo a asuntos de defensa entre los dos países.
"Hemos firmado un acuerdo de cooperación militar con todo lo que esto conlleva con Marruecos. Implica proyectos conjuntos y permite las exportaciones de defensa. Los lazos entre Marruecos e Israel cada vez serán mayores. Me alegra formar parte de esta alianza", dijo Gantz. En su visita al país aliado el ministro israelí de Defensa rindió homenaje al rey Mohamed V, abuelo del actual monarca, en su tumba. Mohamed VI está invitado a visitar Israel.
En julio los dos países firmaron un acuerdo de ciberseguridad por el que comparten información, investigación y desarrollo sobre ciberguerra. El 11 de agosto el ministro israelí de Exteriores, Yair Lapid, realizó una histórica visita a Marruecos.
Vínculos históricos
En un año el avance ha sido espectacular, pero hay razones que lo explican. Es un proceso que viene de lejos. En Marruecos vivía la comunidad judía más grande del mundo árabe, muchos de ellos procedentes de España. Los judíos expulsados por los Reyes Católicos se asentaron en el país del Magreb. Cuando se creó el Estado de Israel, muchos de ellos se fueron y así dieron lugar a una comunidad de judíos de origen marroquí que se calcula que ronda el millón de personas.
Como explica Joan B. Culla, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona, "dentro del mundo árabe Marruecos tiene unas peculiaridades que lo diferencian de otro país árabe. Está muy lejos de Israel: hay cuatro Estados entre ellos. Así, la implicación marroquí en el conflicto con los palestinos siempre ha sido distante y más verbal que real".
A eso se une este vínculo de la comunidad de judíos de origen marroquí. "No salieron en tromba, perseguidos, como los iraquíes. No sienten odio hacia su país de origen, sino una mezcla de nostalgia y simpatía. Es un vínculo que no existe con ningún otro país árabe", añade Joan B. Culla, autor de La tierra más disputada: el sionismo, Israel y el conflicto de Palestina.
Es lo que decía André Azoulay, árabe de confesión judía, quien fuera consejero del rey Hasán II y también de su hijo Mohamed VI, copresidente de la Fundación Tres Culturas en una entrevista en El Periódico de Cataluña: "Desde hace 3.000 años hay árabes de religión judía en Marruecos, desde antes de que naciera el islam. Mucho se fueron. Voluntariamente. Cuando nació el Estado de Israel o a otros países... Ahora quedan unos 4.000. Pero lo relevante es que los judíos de origen marroquí, estén donde estén, tienen un recuerdo feliz, nada trágico, de Marruecos".
Explica Joan B. Culla cómo el rey Hasán II jugaba a dos barajas. Por un lado, aparecía como un paladín de la causa árabe y así promovía el comité al Quds, un lobby de jefes de Estado que velaban por el carácter islámico de la Ciudad Santa, pero a la vez recibía en sus palacios del Atlas a Isaac Rabin y Simon Peres. "No podía violentar el proplaestinismo de la calle árabe pero era un pragmático y siempre practicó la Realpolitik".
De facto, Israel y Marruecos han mantenido lazos militares, económicos y diplomáticos desde hace años, aunque de baja intensidad, o no de cara a la galería. Según informes británicos, Israel vendió a Marruecos sistemas militares, sistemas de comunicación militar a través de terceros. En 2013 la Fuerza Aérea marroquí adquirió tres drones Heron fabricados por las Industrias Aeroespaciales de Israel por 50 millones de dólares, según indica Jonathan Hempel, investigador en derechos internacionales especializado en exportaciones militares, en Haaretz. Israel está en el octavo puesto en el ranking de exportadores de armamento, según el informe de 2019 del Instituto SIPRI.
Israel también ha proporcionado software para el espionaje a Marruecos, según ha denunciado Amnistía Internacional. Marruecos empezó a usar software made in Israel de la compañía NSO Group que empleó en el seguimiento de periodistas y activistas de derechos humanos. Es el programa Pegasus. Uno de los periodistas espiados fue Omar Radi, crítico con el gobierno de Rabat. En marzo del año pasado fue arrestado por sus opiniones en redes sociales. Human Rights Watch ha denunciado su caso.
Estados Unidos ha incluido a principios de noviembre en su lista negra a NSO Group por su software espía Pegasus por considerar que supone una amenaza para la seguridad nacional, según informó Europa Press.
Tensión con Argelia
A Israel le interesa claramente sumar aliados entre los Estados árabes. Y Marruecos es una pieza de caza mayor, además de un Estado con el que mantiene un vínculo especial.
A Marruecos le interesa contar con Israel, ahora especialmente que la tensión con Argelia es cada vez mayor. Desde la independencia de Argelia, los dos países vecinos viven una pugna soterrada que en 1963 desembocó en la llamada guerra de las arenas.
Según explica Haizam Amirah Fernández, investigador senior en el Real Instituto Elcano, "cada uno a su manera, los regímenes de Marruecos y Argelia están exhibiendo un nacionalismo cada vez más militante y dirigido principalmente contra el vecino. Ambos se enfrentan a una situación socioeconómica interna desfavorable, agravada por los efectos de la pandemia, con caídas significativas del producto interior bruto y pérdidas de empleo. También hay un cuestionamiento interno de los sistemas políticos y de la capacidad de los Estados de cumplir con sus funciones con eficacia (proveer servicios públicos, crear oportunidades económicas y luchar contra la corrupción)". Así llegamos a un momento en que las relaciones están más tensas que nunca antes en cuatro décadas
En este pulso Marruecos se inclina hacia Estados Unidos y Argelia, hacia la URSS. En el conflicto sobre el Sáhara, Argelia apoya la independencia que reclaman los saharauis. Es una razón de peso para que Rabat quiera contar con la ayuda militar y en ciberseguridad que le puede aportar, y ya le aportaba, Israel, que gana un aliado en su eterno conflicto con Irán.
"Para Marruecos el tema palestino había sido una herramienta propagandística para tener a la calle contenta. En el caso de Marruecos ese papel unificador no lo juega Palestina, lo juega el Sáhara. Ya no necesita Palestina como banderín para excitar a las masas. Ahora el discurso se aplica al Sahara y el enemigo es Argelia. Y los enemigos de mis enemigos son mis amigos", apunta el profesor Joan B. Culla, quien confirma cómo la causa palestina ha dejado de ser la gran causa panárabe.
De este modo, Marruecos e Israel tienen todo a favor para ir construyendo la confianza mutua. Y como dice el proverbio árabe hay que hacerlo con cuidado porque "la confianza crece con la lentitud de una palmera y se cae a la velocidad de un coco".
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