Dibujos de soldados combatiendo el avance ruso. De ciudades bañadas de rojo. De hogares destruidos por las bombas. También, de palomas de la paz sobre un fondo azul y amarillo y unos ojos que lloran por lo que ya no es. Sus autores tienen entre 2 y 13 años, pero todos ellos comparten una cosa: son niños ucranianos cuyas únicas armas para resistir a la guerra que vive su país son un folio en blanco y unas pinturas.

Estas son algunas de las casi mil representaciones que recoge 'Mom I See War' (Mamá, veo la guerra), un proyecto ideado por varias organizaciones ucranianas, que se unieron para crear un collage online de sistema NFT que recopilase fotos de los dibujos hechos por menores ucranianos acerca de su sufrimiento por la invasión rusa. Las imágenes, que también se encuentran en las redes sociales del proyecto, se presentarán en una subasta internacional y los fondos irán destinados a ayuda humanitaria para los niños afectados por la guerra.

Estas obras representan, con una gran variedad artística y carga simbólica, el lado más duro del conflicto bélico que vive Ucrania desde que las tropas rusas atacaran el país hace justo un mes. Niños separándose de sus padres, que se preparan para combatir, ciudades devoradas por las llamas rojas y amarillas de los bombardeos, una madre y su hija abandonando el país a pie entre las ruinas hasta llegar a la frontera, cartas de apoyo al Ejército ucraniano, paisajes que se vuelven color gris cuando empiezan a sonar las alarmas antiaéreas o una niña que en lugar de atrapar mariposas con su red, caza los misiles lanzados por Moscú.

Todos ellos tienen nombre e historia. María, de 6 años. Volodymyr, de 5 años y nacido en Kiev. Anastasia, de 11 y del oeste del país. Margarita, 13 años y natal de Zaporiyia. Y muchos más. Sus obras, que intercalan los mensajes de esperanza y anhelo con otros que exhiben rabia y dolor, comparten un mismo fin: romper el silencio.

Así lo afirma Carol Ramírez, psicóloga y arteterapeuta, al ser consultada por El Independiente sobre la repercusión psicológica de este tipo de mensajes. «Muchas veces no permitimos que los niños hablen cuando las situaciones son muy dolorosas, en este caso, porque tengan que abandonar su país o dejar atrás a sus padres», cuenta.

«También puede pasar que, por su edad, no sean capaces de poner palabras a lo que sienten. Sin embargo, a través del dibujo, encuentran la forma de mostrar su mundo interno y su dolor porque el principal canal de comunicación para los niños es lo simbólico, las imágenes, lo sensorial», añade. «Por eso, el arte funciona fenomenal con ellos. Es un canal maravilloso para trabajar la angustia y el miedo cuando no saben expresarlo con palabras, ya que les ayuda a procesar el trauma y a vivirlo de una forma menos dolorosa».

Ramírez remarca la importancia de que haya un adulto que les acompañe durante el proceso para interpretar después con ellos lo que han pintado y darle un sentido ya que, afirma, el dibujo se vuelve una especie de interlocutor. «Estos niños están pasando por hechos muy dolorosos y silenciarlo perpetúa la herida. Cuando les ofrecemos la posibilidad de expresarse a su modo en un folio, se rompe ese silencio. El arte sirve para sacar esto, es el mejor canal de expresión porque sacas el dolor de una forma más liviana», cuenta.

En este sentido, la psicóloga consultada destaca que, aparte de los colores rojo y negro que abundan en las pinturas para expresar la rabia y la angustia o los trazos fuertes que demuestran ira, la edad de sus autores también es clave para entender qué se quiere transmitir en las obras.

Por ejemplo, en los dibujos de los más pequeños se aprecian más elementos mágicos y de fantasía y ello responde a una cuestión de desarrollo del cerebro y del entorno del niño. «En las obras de los más pequeños, de 5 o 6 años, se ve cómo usan palomas de la paz, pintan arco iris y pájaros, corazones en color pastel, banderas con colores, flores… En definitiva, a menor edad de los niños, los dibujos son más inocentes y simbólicos porque su mundo es el resultado combinado de lo que ven y de lo que escuchan de sus padres y adultos de su alrededor», afirma.

Sin embargo, también hay dibujos de ojos llorando donde se aprecia el reflejo directo de lo que están viendo o escenas de la guerra donde hay humo y fuego. Estos corresponderían a menores de edad más avanzada o ya cercanos a la adolescencia que empiezan a entender el mundo por sí mismos.

«Es una realidad que no les han dicho que pasaba y pasa. A medida que van creciendo y no dependen tanto del vínculo parental, empiezan a explorar el mundo por ellos mismos, ahí se aprecian dibujos más crudos porque están descubriendo un mundo de violencia».

En cualquier caso, tal y como insiste Carol Ramírez, pintar tiene un componente terapéutico porque les ofrece autonomía a la hora de mostrar al mundo cómo están viviendo la guerra. «Es un espacio de libertad para ellos, observan que pasan cosas atroces pero al mismo tiempo ven que pueden elegir la forma de contar por lo que están pasando. La capacidad del arte de poder decidir en estos contextos también tiene que ver con la resiliencia».

El hecho de que estos dibujos sean compartidos a través de Internet y las redes sociales también puede tener un poder sanador para estos pequeños artistas. «Un dibujo que pueda ser visto por miles de personas es un dolor compartido, les hace saber que sus dibujos y su dolor están siendo vistos por miles de otros niños en el mundo. Al final, todo tiene que ver con romper el silencio para que no sufran solos y que vean que hay un mundo entero apoyándolos», cuenta Ramírez.

Dos millones de niños han huido del país

Se calcula que al menos 3,5 millones de ucranianos, la mayoría mujeres, niños y personas mayores, han abandonado su país a causa de la guerra, según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR). De ellos, unos 2 millones serían niños, según Unicef. En paralelo, más de 3,3 millones de menores se han visto forzados a desplazarse internamente por el país.

Por su parte, Naciones Unidas ha confirmado la muerte de 953 civiles, de los que 78 eran niños. En total, se teme que más de 10 millones de ucranianos, casi una cuarta parte de la población total del país, se vean obligados a abandonar sus hogares si el conflicto bélico se prolonga.