Mònica Bernabé (Barcelona, 1972) vuelve a sumergirse en Afganistán, país donde trabajó como reportera durante ocho años con su última obra, Crónica de un fracaso, la retirada, secuela de Afganistán. Crónica de una ficción (2012), ambos editados en Debate. Era la única española con base fija en Afganistán cuando había allí tropas de 50 países, incluidos soldados de nuestro país. Fue testigo de aquel despliegue y luego no dejó de viajar allí cuando se organizaba la retirada y posteriormente cuando los talibanes se hicieron con el poder. "Afganistán no está en la agenda cuando allí siguen sucediendo acontecimientos relevantes y todo cambia rápidamente. Pero ha dejado de interesar a los medios y a la comunidad internacional porque ahora consideramos que no amenaza nuestra seguridad", se lamenta Bernabé, que fue reportera en El Mundo y trabaja ahora en el diario Ara.
Afganistán ahora es caldo de cultivo del fundamentalismo más extremo"
Volverá al foco cuando suceda algo que afecte a nuestra seguridad. "Afganistán ahora es caldo de cultivo del fundamentalismo más extremo", explica Bernabé, que presenta su libro el próximo martes 10 en la librería Tipos Infames de Madrid. A la par que narra cómo los afganos cada vez están más abandonados por la comunidad internacional, a la que reprocha su cinismo, Bernabé describe cómo sus años en Afganistán le condujeron a una tristeza extrema y cayó en la depresión. Ha decidido visibilizar los problemas que tuvo de salud mental para contribuir a que las personas que los sufren estén estigmatizadas. Cuesta salir de ese pozo, pero hay salida, es su mensaje.
Nos remontamos a cómo empezó la invasión de Afganistán, después del 11 de Septiembre. Estados Unidos se propuso dar caza a Osama bin Laden, artífice de los mayores ataques sufridos en territorio estadounidense, y castigar a los talibanes por darle cobijo. "EEUU necesitaba aliados que conocieran bien el terreno y por eso se aliaron con los muyahidines, los señores de la guerra que luchaban contra el régimen de los talibanes pero culpables de crímenes y abusos de derechos humanos. Los convertimos en nuestros aliados, de forma que favorecimos su impunidad. Desde el minuto cero la población afgana no interesó en absoluto, defendíamos nuestra seguridad", dice Bernabé, muy crítica con la "palabrería" de la Unión Europea. "El compromiso de la UE con el pueblo afgano eran palabras vacías, y su defensa de la justicia y los derechos humanos, una hipocresía".
Quienes iban a ser unos aliados circunstanciales se convirtieron en socios permanentes y reclamaron su papel en el gobierno afgano tras la rápida caída del primer régimen talibán. En 2003 EEUU abrió otro frente en Irak, lo que favoreció a los señores de la guerra afganos, ya que Washington no quería buscarse más complicaciones. Obama llegó en 2009 con la idea de buscar cómo ganarse la confianza de la población afgana pero una vez eliminado Osama bin Laden, en mayo de 2011, que se refugiaba en un complejo en Abottabad, en el vecino Pakistán, fue ganando peso la idea de que había que dejar Afganistán.
Obama inicia la retirada
El creciente número de bajas estadounidenses era un dolor de cabeza para Obama. Los talibanes recurrieron a artefactos explosivos, que tenían cada vez más potencia. Como señala en el libro Bernabé, en 2010 murieron 710 militares extranjeros, de los que 498 eran de Estados Unidos. "Era una cantidad difícil de digerir para la opinión pública del país. Eso sin contar con los innumerables soldados que quedaban mutilados, de los que ni se difundían estadísticas oficiales", escribe la reportera.
Era una misión muy cara (cada soldado al año suponía una inversión de 850.000 dólares) y muy arriesgada así que con la cercanía de las elecciones para su segundo mandato Obama defendió que se pusiera fecha a la retirada de la mayor parte de las tropas: finales de 2014. A partir de entonces EEUU recurrió a los drones de forma masiva para combatir a los talibanes, a pesar de que causaban numerosas bajas civiles.
Hasta 2012, con los socialistas en el poder, desde Madrid se insistía en que la misión en Afganistán era humanitaria, pero ocultaban que había una guerra abierta"
La reportera relata cómo se empotró varias veces con tropas estadounidenses y pedía hacerlo con cualquiera de los 50 países que operaban en Afganistán pero hasta 2012 no pudo con los españoles. "Hasta 2012 el gobierno, con los socialistas en el poder, vetaba el acceso a las tropas. En Madrid se insistía que la misión en Afganistán era humanitaria, pero ocultaban que había una guerra abierta. Los españoles desconocían qué hacían los militares en Afganistán y en qué condiciones estaban", señala la periodista. Al llegar el Partido Popular al poder en 2012 Bernabé pudo acceder a los soldados españoles y retratar sus espartanas condiciones de vida. Murieron en Afganistán 102 militares y policías. En 19 años pasaron por el país más de 27.000 militares. "Sus familias merecían saber por qué estaban en Afganistán", apunta.
Gracias a su labor sobre el terreno y su acceso a los cuarteles, Bernabé supo de los temores de los intérpretes y traductores afganos. Con la retirada de las tropas internacionales, estos colaboradores de los militares se quedaban expuestos. Para los talibanes eran el enemigo. Pidieron a la reportera que les ayudara y lo hizo. Recabó toda la información necesaria para justificar que esos chicos, la mayoría eran muy jóvenes, necesitaban protección y asilo.
Primero topó con la cerrazón del Ministerio de Defensa, y también de su medio, que hizo más caso de las versiones del gobierno que las de su reportera, que en Crónica de un fracaso también da detalles de la precariedad de la profesión. Pero gracias al jefe del Mando de Operaciones, el almirante Teodoro Lopez Calderón, a quien pudo exponer los casos de los traductores estos afganos que habían sido fundamentales para la misión de los militares, accedieron al asilo en España. López Calderón es el actual jefe del Estado Mayor de la Defensa (Jemad).
"Como las instituciones estaban en manos de los 'señores de la guerra', sin las tropas internacionales, ni el ejército ni la policía defendieron a esos corruptos"
mònica bernabé
Alfombra roja a los talibanes
Una vez que la mayor parte de las tropas se habían retirado, quedaron 15.000 de 150.000 en 2015, de modo que era cuestión de tiempo que los talibanes volvieran al poder. Incluso con los 150.000 no se controlaba todo el territorio. Lo consiguieron el 15 de agosto de 2021 cuando tomaron Kabul.
Los occidentales les pusimos alfombra roja, por muchos aspavientos que hiciéramos cuando vimos cómo no habían cambiado un ápice en dos décadas. "Los talibanes empezaron a ganar más poder poco a poco. Una de las promesas de Trump era la retirada de tropas. Y en vísperas de 2020 Trump necesitaba demostrar que había cumplido su promesa electoral. El acuerdo con los talibanes casi no les ponía condiciones, salvo que no serían santuario de terroristas".
De este modo, los talibanes esperaron a que las tropas internacionales se fueran definitivamente. "Como las instituciones estaban en manos de los señores de la guerra, sin las tropas, ni la policía ni el ejército afganos defendieron a esos corruptos y criminales. Salieron huyendo y lo entiendo".
El caos que reinó en la retirada final, en agosto de 2021, es una metáfora del desastre que fue la intervención en Afganistán desde el principio al final. "Por ejemplo, habían tenido años para ayudar a salir a los que habían trabajado con las tropas y acabaron haciéndolo a toda prisa", señala. Quedan para la posteridad esas imágenes de afganos que en su desesperación querían huir aferrados al tren de aterrizaje de un avión.
Lo curioso es que facilitamos que los talibanes llegaran al poder pero luego su gobierno no está reconocido internacionalmente. Confiesa que tiene dudas de qué opción es mejor. "Sin el reconocimiento el país está aislado y con un bloqueo económico que dificulta las transferencias incluso para la ONU, que recibe el dinero por avión. Sale perdiendo la población civil. Pero si lo haces, das alas a unos locos".
Aunque creamos que no podemos hacer nada por Afganistán, Bernabé sostiene que siempre hay formas de ayudar, por ejemplo, a los afganos refugiados que buscan una forma de sobrevivir en nuestro país, es decir, un empleo aunque no corresponda con su formación. "En el primer momento fuimos solidarios y muchos querían acoger un afgano en su casa pero luego nos olvidamos y muchos están aquí y necesitan ayuda”, señala.
Las mujeres, cada vez peor
Las mujeres afganas, tanto en la época previa a los talibanes como ahora, eran ciudadanos de segunda o tercera clase. Afganistán es el único país del mundo donde se suicidan más mujeres que hombres. Algunas se inmolan con fuego porque no soportan el infierno que viven en sus hogares. Junto a Gervasio Sánchez, Mònica Bernabé recopiló las historias de muchas de ellas en una exposición y un libro titulados Mujeres. Afganistán.
De esta represión ni siquiera se salvaban, antes de los talibanes, mujeres con cargos públicos como Azita Rafat. Obligada a casarse con un hombre obsesionado con tener un hijo varón, Azita Rafat llevaba una doble vida: en casa vivía sometida, en la calle parecía una mujer emancipada. Para poder trabajar su marido le obligaba a entregar todo su salario y acabó disfrazando a su hija pequeña de varón para escapar del acoso de su marido. Finalmente, pudo huir de Afganistán y vive refugiada en Suecia.
Con los talibanes la vida de las mujeres fue a peor. Solo pueden acceder a la educación hasta los 12 años y sus movimientos están subordinados a los varones.
En comparación con Irán, la sociedad iraní está muy avanzada. Con los talibanes irá a peor porque las mujeres no tienen acceso a la educación
A su juicio, no hay comparación entre la situación de las mujeres en Irán y en Afganistán. "Las mujeres más abiertas de mente son quienes han crecido en Irán en el exilio. Irán es una referencia de país avanzado en cuanto a modernización y acceso a una formación y una clase intelectual potente. En Afganistán la gente preparada es muy escasa. Y con los talibanes aún será menor porque las mujeres no pueden acceder a la educación. En comparación con Afganistán, la sociedad iraní está muy avanzada".
Todo bajo el control talibán
La esperanza en Afganistán eran esas generaciones que habían accedido a la educación, aunque fueran aún minoría. "Ahora esos jóvenes han huido o están intentando salir del país. Veo difícil que se pueda confiar en una revuelta interna contra los talibanes, que se han quedado con las armas de la policía y el ejército afganos. Son más poderosos que nunca. Y tienen la carta de la total impunidad porque la presencia internacional es casi nula".
Los talibanes son más poderosos que nunca. Y tienen la carta de la total impunidad porque la presencia internacional es casi nula"
Lo comprobó ella misma la última vez que estuvo en Afganistán en marzo. Al contrario de lo que ocurrió nada más tomar el poder, cuando los talibanes se exhibían ante los medios internacionales con la intención de dar una imagen de moderación y así se reconocidos internacionalmente, en la primavera pasada Bernabé se encontró con severas restricciones. No le permitieron trabajar como periodista aunque logró camuflarse. "Si quieres moverte desde Kabul a otra ciudad, tienes que pedir permiso a los talibanes. El control es total en la actualidad. No quieren que se sepa qué está ocurriendo en Afganistán. De hecho ignoramos lo que está pasando".
Para Bernabé, en Afganistán se ha puesto de manifiesto cómo los occidentales, tan dados a dar lecciones de valores y derechos humanos a diestro y siniestro, hemos actuado en defensa de nuestros propios intereses. "Somos unos cínicos. Cuando la URSS invadió el país, EEUU se puso del lado de los muyahidines, incluso eran héroes en las películas de Rambo. Eran buenos porque luchaban contra los soviéticos y los armamos sin reparo. Cuando se retiraron las tropas soviéticas esas armas se quedaron a merced de estos grupos y las utilizaron para cometer atrocidades. Ahora veo con estupefacción cómo estamos dando armas a Ucrania. Estamos alimentando un conflicto. Sería importante plantear una negociación más que dar armas porque todo puede dar muchas vueltas como ocurrió en Afganistán. Después nos olvidamos y no volvimos a mirar a Afganistán hasta que los talibanes dieron refugio a un terrorista que puso en riesgo nuestra integridad".
Mònica Bernabé confiesa que no ve esperanza para Afganistán. "Me he vuelto muy pesimista porque he visto que la comunidad internacional ha actuado con total hipocresía y cinismo. Ahora no nos interesa, antes nos interesaba porque Al Qaeda tenía base y era una amenaza para nosotros. Creo que con los talibanes en el poder Afganistán es un caldo de cultivo para el fundamentalismo islámico y no se sabe qué saldrá de ahí. De todas maneras, Afganistán es un país muy cambiante. Es difícil saber lo que va a pasar. Se podría repetir la historia".
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