Portugal, que vive unas jornadas marcadas por la incertidumbre política, vuelve a las urnas en 2024. Nadie preveía que el primer ministro, António Costa, que ganó las elecciones hace casi dos años por mayoría absoluta, dimitiría por un escándalo de corrupción, prevaricación y tráfico de influencias por el que están detenidos su íntimo amigo el empresario Diogo Lacerda Machado y su jefe de gabinete, Vítor Escária. Tras esta renuncia, el presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, ha anunciado este jueves que se va a disolver el Parlamento y se celebrarán elecciones anticipadas el 10 de marzo de 2024. La renuncia de Costa no se hará efectiva hasta que se aprueben los presupuestos, a principios de diciembre.

En un mensaje a la nación, el presidente ha rendido homenaje a António Costa, que ha servido al país en tiempos difíciles, como la pandemia, y ahora está dispuesto a seguir en funciones hasta diciembre. Es importante que el Plan de Recuperación y Resiliencia no tenga obstáculos ni demoras. "Espero que el tiempo, en lugar de ralentizarnos, nos permita aclarar lo ocurrido, salvaguardar vuestro buen nombre y que prime la justicia", ha dicho Marcelo Rebelo de Sousa.

Ha justificado la convocatoria de elecciones por la necesidad de "claridad y rumbo para superar un vacío inesperado que sorprendió a los portugueses, que se habían encariñado con ocho años de gobierno... Ese es el camino de la democracia, no tener miedo al pueblo".

El presidente de Portugal ha tomado esta decisión tras reunirse con los partidos políticos el miércoles y con el Consejo de Estado este jueves. El cónclave con el Consejo de Estado, celebrado en el Palacio de Bélem, ha durado algo más de cuatro horas. Han asistido los 18 miembros, tres de ellos por videoconferencia. Preside este órgano el jefe del Estado, Marcelo Rebelo de Sousa, y también lo forman el primer ministro, el presidente de la Asamblea, el presidente del Tribunal Constitucional, el Defensor del Pueblo y dos ex presidentes de la República (Aníbal Cavaco Silva y António Ramalho Eanes).

Previamente, el miércoles se vio en una jornada maratoniana con los representantes de las ocho fuerzas parlamentarias. Salvo los socialistas, a quienes la marcha de su líder pilla por sorpresa, todos se inclinaron por anticipar las elecciones. Al celebrarse en marzo, los socialistas tendrán tiempo para elegir a su nuevo líder. Los partidos políticos se mostraron dispuestos a que la convocatoria se demore hasta los primeros meses de 2024.

Para el líder del Partido Social Demócrata (PSD, centroderecha), Luis Montenegro, es una gran oportunidad llovida del cielo. "Estaremos a la altura de la exigencia del momento", dijo tras ver al presidente. Tras el anuncio de elecciones anticipadas, Montenegro ha señalado que asumen el reto con "humildad" y que tratará de devolver la confianza en las instituciones a los portugueses.

En los sondeos hay un empate entre socialistas y centroderecha, pero Montenegro confía en aprovechar que los socialistas han caído por escándalos de corrupción y que han de reaccionar con rapidez para sustituir a Costa.

No se repetiría un escenario de mayoría absoluta como en enero de 2022 y serán necesarios pactos. La cuestión es si Montenegro aceptaría como socio a Chega, la extrema derecha, liderada por André Ventura. Es la tercera fuerza con un apoyo de un 13%. Cuentan ya con 12 escaños en el Parlamento. En principio Montenegro pone distancia, pero en Azores el PSD ya gobierna con Chega. Ventura quería elecciones cuanto antes, pero entiende el planteamiento del presidente. "No hay soluciones mágicas", señaló.

Los socialistas buscan nuevo líder

Según publica Expresso, António Costa llegó a presentar al presidente cuatro nombres de sus posibles reemplazos para evitar un adelanto electoral. Serían Mario Centeno, actual gobernador del Banco de Portugal; António Vitorino, director de la Oficina Internacional de Migraciones; Carlos César, presidente socialista; y Augusto Santos Silva, presidente de la Asamblea. Rebelo de Sousa entiende que los socialistas necesitan algún tiempo para recomponerse, pero también que la victoria en 2022 está muy ligada al nombre de António Costa.

Realmente António Costa, que descarta volver a presentarse, fue el artífice de ese triunfo, realmente inesperado por lo contundente. Hace dos años también se anticiparon las elecciones debido a que los aliados de los socialistas en la izquierda, el Bloque, los comunistas y los verdes, se rebelaron y rechazaron dar su apoyo al presupuesto. El electorado castigó a los que habían echado por tierra la estabilidad del gobierno. Desde 2015 Costa gobernaba gracias a la geringonça (batiburrillo), una alianza hasta entonces insólita de la izquierda moderada y más radical que inspiró a Pedro Sánchez para buscar como aliado a Podemos.

Costa lo ha sido todo en la política en Portugal, diputado, ministro y alcalde de Lisboa, el cargo que le llevó al éxito. En 2013 ganó su reelección por más del 50% y eso le catapultó al liderazgo de los socialistas. Será difícil reemplazarlo.

Suena el nombre del ex ministro de Infraestructuras Pedro Nuno Santos, quien superó la prueba de una comisión de investigación por una indemnización millonaria a una gestora pública Alexandra Reis que luego fue nombrada secretaria del Tesoro. Hasta los columnistas más críticos reconocen que Nuno Santos desborda carisma. A la izquierda del Partido Socialista es a quien le resultaría más fácil una nueva geringonça. Ya fue clave en la primera edición de ese batiburrillo que tanto crispó a los conservadores. Más moderado y cercano a Costa es José Luis Carneiro, ministro del Interior.

Costa se va porque el César no solo debe ser honrado si no parecerlo. El martes la policía registró su residencia oficial tras detener a su jefe de gabinete y al empresario Diogo Lacerda Machado, a quien conoció cuando los dos estudiaban Derecho. Fue su padrino de boda, así que es de su círculo íntimo. A Lacerda Machado le encomendó la privatización de la aerolínea TAP. Y las sospechas sobre sus negocios vienen de lejos. También están imputados el ministro de Infraestructuras, Joao Galamba, el presidente de la Agencia de Medio Ambiente, Nuno Lacasta, y el ex secretario de Estado de la Presidencia del Consejo de Ministros, João Tiago Silveira en la llamada Operación Influencer.

Según la Fiscalía, la investigación que ahora está en manos del Supremo sobre António Costa se debe a que dos de los detenidos le invocan en una conversación. El caso se refiere a las concesiones de explotación de litio y proyectos de hidrógeno verde. Tanto su jefe de gabinete, Vítor Escária como Diogo Lacerda Machado, son sospechosos de tráfico de influencias, prevaricación y corrupción en cuatro proyectos energéticos. Hay otras tres personas detenidas. A Escária le ha sustituido como jefe de gabinete el militar Tiago Vasconcelos.

Costa aseguró el martes que tiene la conciencia tranquila, pero que "las funciones del cargo son incompatibles con cualquier duda o sospecha de actos ilegales". Ha sido impecable. Su error fue no aplicar el mismo rasero con su entorno. Ya había recibido muchos avisos sobre su amigo empresario, su jefe de gabinete, ya envuelto en escándalos por aceptar viajes y regalos de Galp, y sobre su polémico ministro de Infraestructuras. La tensión con el presidente Rebelo de Sousa había ido en aumento por todos estos casinhos. Al final se han convertido en un megacaso y han terminado con su gobierno y sus aspiraciones en Europa.