El presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, encabezó este viernes en Lübeck el homenaje central por el 150 aniversario del nacimiento de Thomas Mann, autor de La montaña mágica, Los Buddenbrook o La muerte en Venecia. El acto tuvo lugar en la Iglesia de San Egidio, en la ciudad natal del escritor, y congregó a autoridades, académicos, músicos y representantes culturales en una celebración que quiso destacar tanto la dimensión literaria de Mann como su compromiso político durante uno de los periodos más convulsos del siglo XX.

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En su discurso, Steinmeier reivindicó la figura del Nobel de Literatura de 1929 como la de "un artista hasta la médula, un escritor entregado a su obra como prácticamente ningún otro", cuya producción creativa, casi incesante, asombraba ya a sus contemporáneos, empezando por su propia familia. "Quizás haya en su enorme sensibilidad una clave –una, que no la clave– para entender tanto la incomparable riqueza de su literatura como su activa labor política", dijo.

Steinmeier evocó la vida de Mann como materia prima esencial de su escritura, "una vida humana en toda su plenitud, probada, experimentada, sufrida (...) y presentada, hecha verosímil a un público atónito". Esa experiencia vital, añadió, fue también el motor de una obra "sin rival en su riqueza de temas, formas estilísticas y juegos de lenguaje".

Campeón contra el nazismo

El presidente destacó el papel del escritor como conciencia cívica en tiempos de crisis. En su exilio estadounidense –donde se estableció tras huir del régimen nazi– Mann viajó incansablemente, incluso con casi setenta años, para pronunciar conferencias en defensa de la democracia y contra el fascismo. "Solo en democracia puede garantizarse la individualidad de cada ser humano, su dignidad y el desarrollo de la verdadera humanidad", afirmó Steinmeier, citando palabras del propio autor.

Mann entendía esa lucha como una prolongación de su literatura. Sus célebres discursos radiofónicos, dirigidos desde la BBC a los oyentes alemanes, fueron, en palabras del presidente, "su compromiso más significativo contra la tiranía nacionalsocialista". En ellos, renunció a su estilo más elaborado y adoptó una retórica directa, eficaz, sin miedo al sarcasmo ni a la polémica. "Un lenguaje inusualmente desnudo, con desprecio indisimulado por la dictadura y sus voluntariosos ejecutores", recordó Steinmeier.

Un año de celebraciones

El acto en Lübeck, de carácter festivo pero cargado de contenido simbólico, se inscribe en un amplio programa de celebraciones que se extienden a lo largo de 2025 por distintas ciudades de Alemania y del mundo. La Casa Buddenbrook –la vivienda familiar que inspiró su primera gran novela– acoge exposiciones temporales, lecturas y mesas redondas. La Fundación Thomas Mann, con sede en Múnich, ha promovido además una serie de publicaciones y ciclos de conferencias sobre su legado cultural y político, incluyendo una nueva edición crítica de su correspondencia y un simposio sobre el exilio alemán en California.

Durante su intervención, Steinmeier también aludió al presente, conectando la biografía de Mann con los desafíos actuales. Recordó que, tras la guerra, el escritor apenas regresó a Alemania y terminó alejándose también de Estados Unidos, donde se sintió cada vez más decepcionado por la creciente intolerancia. "¿Se habría imaginado los Estados Unidos de hoy, donde el arte y la ciencia, donde las universidades –el orgullo del país libre que le dio refugio– están más amenazadas que nunca?", se preguntó el presidente.

Mann murió en 1955 en Suiza, su último exilio. "Se ha convertido, en efecto, en lo que probablemente soñó ser: un clásico alemán", concluyó Steinmeier. Un clásico cuya vigencia, como quiso recordar el acto de Lübeck, reside no solo en la complejidad de su prosa, sino en la ética que sostuvo su escritura frente a la barbarie.

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