Los republicanos llegan a las primarias en New Hampshire, que se celebran este martes, con dos candidatos en liza, tras la retirada del gobernador de Florida, Ron DeSantis, tras haber constatado que el dineral que empleó en Iowa, unos 150 millones de dólares, no servía para acortar distancias con el ex presidente. DeSantis, de 45 años, ha preferido volver a Florida y esperar a 2028. "Ahora todo queda entre un hombre y una mujer", dijo Trump, tras la marcha de DeSantis, quien ha pedido el voto para el ex presidente.

En este estado de 1,4 millones de habitantes parte como claro favorito Donald Trump, que en Iowa se impuso por 30 puntos a DeSantis, que se quedó segundo, a dos puntos de Nikki Haley, ex gobernadora de Carolina del Sur y ex embajadora de EEUU ante la ONU. La media de sondeos que realiza FiveThirtyEight Trump lograría un 50,8% de los votos y Nikki Haley el 36,6%. En New Hampshire solo están en juego 22 delegados del total de 2.429, aún menos que en Iowa, pero el arranque tiene un valor simbólico relevante. Haley asegura que no se va a retirar aunque pierda claramente.

"Si Haley no es capaz de ganar en New Hampshire o de quedar segunda muy cerca, lo va a tener muy complicado. Y New Hampshire es un estado no trumpista. Si no gana ahí, menos aún en Arizona, Florida o Georgia. Haley se juega tener relato, tener credibilidad como challenger del presidente Trump", explica Juan Luis Manfredi, catedrático Príncipe de Asturias en Georgetown University y catedrático de Estudios Internacionales y Periodismo en la Universidad de Castilla-La Mancha. Todo indica que Trump será el nominado por el Partido Republicano, a quien solo podría parar que los casos pendientes en Colorado y Maine, pendientes de la decisión del Supremo, le prohiban presentarse en esos dos estados y otros se animen a seguir esa estela. "Solo así el Partido Republicano se echaría atrás, pero aún así Trump se presentaría como independiente", apunta Manfredi.

Donald Trump y Nikki Haley representan dos opciones radicalmente diferentes en el Partido Republicano, que cada vez más es el Partido Trumpista. Veamos cuáles son las principales diferencias entre los dos aspirantes:

1. Hombre blanco frente a mujer de origen indio

Como dice Trump, la primera gran diferencia es que Nikki Haley es una mujer que aspira a la Presidencia en un país donde aún no ha habido una presidenta. Su nombre de nacimiento es Nimarata Nikki Randhawa, hija de inmigrantes indios. Haley es el apellido de su marido, el militar Michael Haley, con experiencia en Afganistán. En 1996 adoptó su apellido y se convirtió al cristianismo. Trump es hijo, nieto y marido de inmigrantes (Melania nació en Eslovenia), pero ha vuelto a insinuar, como ya hizo con Obama, que su rival no es estadounidense y por ello no estaría capacitada para presentarse. Los únicos requisitos para ser presidente de EEUU son ser mayor de 35 años, haber nacido en EEUU y residir allí al menos 14 años.

Por primera vez desde 2020 cuenta con una vicepresidenta, Kamala Harris. Hillary Clinton estuvo a punto de conseguirlo en 2016 cuando ganó en votos populares a Donald Trump, que se impuso en votos electorales. Ya lo había intentado en 2008 pero fue desbancada por el joven y prometedor Barack Obama. Ese año lo intentó la republicana Sarah Palin, que figuró en el ticket con John McCain. Y en 1984 aspiró a ser vicepresidenta por el Partido Demócrata Geraldine Ferraro. En 1972 Shirley Chisholm disputó la nominación demócrata contra Richard Nixon y perdió.

En estas elecciones presidenciales el voto de las mujeres menores de 40 años será clave y Nikki Haley se diferencia de Trump porque defiende el derecho de las mujeres a gobernar su cuerpo. Es decir, no coincide con la lucha contra el aborto de DeSantis y Trump, quien con esta posición quiere asegurarse el apoyo de los evangélicos.

2. Gerontocracia versus madurez

Nikki Haley cumplió 52 años el sábado 20 de enero, en plena campaña en New Hampshire. Como regalo de aniversario pidió votos. El ex presidente cumplió 77 años el pasado 14 de junio, de modo que si volviera a la Casa Blanca terminaría su mandato con 81 años, los que tiene ahora el presidente Joe Biden. La edad se ha convertido en un asunto relevante en la campaña.

Haley argumenta que la misión de dirigir el país precisa de personas en sus plenas capacidades y tanto Trump como Biden cometen continuamente lapsus mentales. "Cuando tienes 80 años, no eres tan agudo como solías ser", dijo Haley en alusión a la insistencia de Trump en que Haley impidió la seguridad en el Capitolio. Haley ha respondido que ni siquiera estaba allí. "No podemos tener en la Presidencia a otra persona sobre cuya capacidad mental nos inspire dudas", ha remarcado Haley. Sin embargo, Trump asegura que se ve tan fuerte como un veinteañero.

3. Trumpismo frente a republicanismo compasivo

El Partido Republicano se ha dejado abducir por Trump. Las encuestas confirman el 50% del electorado es trumpista. Hay una simbiosis entre el partido republicano y el trumpismo. "Nikki Haley representa el conservadurismo tradicional, el conservadurismo compasivo, de los Reagan y los Bush. Es un conservadurismo con bases cristianas fundamentalistas pero no apegado al populismo autoritario que despliega Donald Trump ni con las locuras fundamentalistas de estados como Florida", señala Manfredi. Haley representa la vuelta al pasado: defiende que el Partido Republicano es el partido del orden y la ley, del conservadurismo, que no tiene que decir a nadie lo que tiene que hacer (contra las leyes antiabortistas).

4. Un showman y una política experimentada

Donald Trump sorprendió al mundo al imponerse a la ex primera dama y ex secretaria de Estado Hillary Clinton. Era entonces un empresario con negocios inmobiliarios. Después descubrió el impacto de la televisión al participar en series como The Apprentice. De esa forma se hizo popular. Nikki Haley llegaría a la Casa Blanca con experiencia como gobernadora en Carolina del Sur (2011-2017) y en los foros internacionales ya que fue embajadora ante la ONU, designada por Trump, con quien ya entonces tenía discrepancias en política internacional. Haley, por ejemplo, no tiene la debilidad por Putin de Trump. Es muy crítica con Rusia y con China. Sin embargo, entonces decía que sentía "orgullo" por trabajar con él.

5. El rey del caos y la defensora del orden

Con Trump volvería el caos a la Casa Blanca, mientras que ella se presenta como una vuelta al orden que regía los destinos de EEUU. Aún hoy sigue diciendo que trabajó a gusto con Trump, si bien recuerda cómo el presidente multiplicó la deuda del país, lo que deja hipotecadas a las siguientes generaciones. Con Trump nunca se sabe si va a abrazar a Kim Jong-un o va a provocarle para que exhiba su potencia armamentística.

6. Una campaña a lo grande y otra sencilla

Donald Trump ha dado mítines multitudinarios en este arranque de campaña. Con lleno hasta la bandera, Trump se ha dejado querer por los que ha convertido la MAGA (Make America Great Again). Los encuentros de Nikki Haley y sus posibles seguidores se realizan en escuelas, centros comunitarios, y en pequeños grupos. Su campaña ha ido rápido de menos a más pero es cierto que aún está a gran distancia de Trump, que insiste en que le robaron las elecciones de 2020. Su victimismo contrasta con el espíritu más constructivo de Haley.

7. La crispación o la argumentación

Nikki Haley busca de mil maneras cómo rebatir los argumentos de los otros. No siempre lo consigue. Tras su paso Trump ha convertido la arena política en una ruptura de todo el país. En este contexto, la crispación no ayuda y es muy peligrosa, ya que traspasa la rivalidad política para convertir al otro en enemigo. Haley quiere romper esa dinámica y dibuja a Trump en la misma línea que Biden: son más de los mismo. Durante mucho tiempo, Haley avanzó con pies de plomo, porque son pocos en el Partido Republicano los que se atreven a criticar a Trump. Y si se confirma su dominio apabullante, aún serán menos. Para Nikki Haley ha llegado el momento.