La CEO del fabricante de vehículos General Motors estadounidense, Mary Barra, dijo en mayo que apoyaba los aranceles del presidente Donald Trump porque considera que los fabricantes del país se enfrentan a importantes e injustas desventajas en el mercado internacional. Esta semana su compañía ha dicho que a lo largo de los seis primeros meses del año ha pagado 1.100 millones de dólares por dichos los gravámenes, y que calcula que a lo largo del año le costarán entre 4.000 y 5.000 millones. Es una de las empresas más afectada por los aranceles entre todas las que han publicado sus resultados estos últimos días.

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“Durante décadas, no ha habido igualdad de condiciones para los fabricantes de automóviles a nivel mundial, ni con aranceles ni con barreras comerciales no arancelarias. Por eso creo que los aranceles son una herramienta que la administración puede usar para nivelar las condiciones”, aseguró Barra. 

La empresaria estaba respaldando la visión de muchas otras compañías y de los trabajadores del sector de Detroit (estado de Michigan, el que cuenta con el mayor número de empleos en la fabricación de automóviles en los Estados Unidos), pero al mismo tiempo sus palabras parecían suavizadas después de que durante su primer mandato de Trump este pusiese a General Motors en el foco por cerrar fábricas en EEUU, despedir a trabajadores y abrazar los vehículos eléctricos. 

"Hay algunas cosas en las que General Motors podría haber gestionado algunas situaciones mejor", añadió la directiva, sin ocultar que estaba tratando de llegar a un acuerdo con el presidente en materia de aranceles. General Motors es el mayor fabricante de vehículos de EEUU, pero produce casi la mitad de los coches que vende en el país en plantas en el extranjero, con lo que depende de los aranceles significativamente más que muchos de sus competidores. La empresa importa la mitad de los productos que vende en EEUU, sobre todo de México y de Corea del Sur, mientras que otros como Ford fabrican en el país casi el 80% de los vehículos que vende en Estados Unidos.

Los fabricantes de automóviles son un pilar muy importante de la economía estadounidense. El sector emplea a alrededor de un millón de trabajadores, y si sus beneficios caen, lo tendrán más difícil a la hora de invertir en nuevas tecnologías y de seguir tratando de competir con las empresas de China. Sin embargo, el presidente estadounidense ha utilizado este sector y a sus trabajadores para mostrar al mundo que sus aranceles son más que bien recibidos en Estados Unidos, porque, según su plan, favorecerán a una industria que en los últimos años estaba perdiendo peso y empleo.

Pero por el momento ese resultado no se aprecia.

Los resultados empresariales publicados esta semana muestran cómo los aranceles de la Administración de Donald Trump están golpeando a las empresas que hacen negocio en Estados Unidos y generándoles un impacto de miles de millones de dólares, incluso a los que defendían estas tasas. En muchos casos, los precios aún no reflejan esos gravámenes, en parte porque las empresas no están convencidas de que sean definitivos, pero los expertos creen que eso podría cambiar pronto.

Los analistas ya preveían que fabricantes de coches como Nissan y Stellantis podrían estar entre las empresas más afectadas por los aranceles, especialmente por los que repercuten en los bienes procedentes de México y Canadá. En el caso de Nissan, alrededor de un tercio del millón de coches que vende anualmente en EEUU se ensamblan en fábricas en México, con lo que la propia compañía estimaba "un enorme impacto en el beneficio", aunque parecía evidente que casi todos los fabricantes de coches se verían perjudicados. 

En ese momento, los fabricantes trataron de explicar que los motores, transmisores y otras partes de sus vehículos a menudo cruzan las fronteras varias veces antes de poder enviarse a los concesionarios, con lo que gravámenes de este tipo supondrían un importante quebradero de cabeza. En consecuencia, advertían, los aranceles les llevarían a recortar puestos de trabajo y también producción, y a repensar sus estrategias de fabricación en Norteamérica. Varias firmas consultoras también apuntaron que los aranceles probablemente incrementarán el precio de un vehículo nuevo en entre 1.000 y 10.000 dólares, dependiendo de hasta qué punto las empresas sean capaces de absorber el impacto. 
"SOLO BAJARÉ LOS ARANCELES SI UN PAÍS ACEPTA ABRIR SU MERCADO. SI NO, ¡ARANCELES MUCHO MÁS ALTOS!", ha dicho Trump en una publicación en Truth Social este martes, después de conocerse los resultados de General Motors y Stellantis, y haciendo referencia a que lo que busca es que otros países no cobren ningún tipo de arancel a las exportaciones de Estados Unidos. "¡EL NEGOCIO DE ESTADOS UNIDOS FLORECERÁ!".

Nada más lejos de la realidad, al menos por el momento. En concreto, el beneficio de General Motors ha caído un 34% interanual este segundo trimestre, teniendo en cuenta el citado impacto en sus cuentas de los aranceles de 1.100 millones, mientras que sus ventas interanuales han caído un 7%. La empresa cree que podría compensar “al menos el 3%” del impacto arancelario anual gracias a inversiones que está realizando, como por ejemplo una de 4.000 millones en plantas de ensamblaje en EEUU, entre otros. Sin embargo, los analistas tienen claro que General Motors podría necesitar recortar la inversión en proyectos futuros o encontrar otras formas de recortar el gasto para compensar el efecto de los aranceles. 

De forma parecida, Stellantis, la empresa detrás de marcas de coches como Peugeot, Fiat, Chrysler y Jeep ha publicado que los costes de los aranceles han sido de 350 millones en la primera mitad del año, y a la vez ha dicho que los aranceles afectarán significativamente a su resultado en la segunda mitad de 2025. Estos datos, en un contexto en el que ninguna de las dos ha subido precios, revela que actualmente están subvencionando las compras de coches.

De su lado, Ford, por ejemplo, tiene plantas en Canadá y en México y esos procesos son difíciles y lentos de trasladar a otro país, como desea Trump. Su CEO, Jim Farley, se situó a principio de año entre los que no aplaudieron los aranceles: dijo que abrirían "un agujero" en la industria.
Uno de los empresarios que más aplaudió los aranceles en su momento fue Elon Musk, CEO de Tesla y hasta junio el encargado de Trump para reducir el gasto público de Estados Unidos. La empresa es menos vulnerable a los aranceles que otros fabricantes porque ya producía todos ellos en el país, sobre todo en California y Texas, pero aun así está teniendo que pagar aranceles por todos los materiales y componentes que importa. Este miércoles, la empresa ha comunicado que su beneficio ha caído un 16% en el segundo trimestre, pero sobre todo por la caída en sus ventas de vehículos.

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