La noche dejó dos claros ganadores, que lo han sido en las peores condiciones, que son precisamente las de acudir a las elecciones desde el ejercicio del poder. Feijóo y Urkullu son los héroes de esta noche electoral que deja varias víctimas y una de ellas, el Partido Socialista, en estado crítico.

En el País Vasco, el lehendakari ha incrementado su apoyo en número de votos y ha aumentado su posición en nada menos que dos escaños, lejos de la mayoría absoluta pero lejos también, para su satisfacción, de cualquier sombra que pudiera haberle podido hacer Bildu, que se consolida como segunda fuerza pero se queda a más de 16 puntos de distancia del ganador y pierde cuatro escaños.  No es el caso de Podemos, una fuerza que se las prometía muy felices porque había ganado las dos elecciones generales que se han celebrado en España en los últimos nueve meses. Podemos se tiene  que conformar con la tercera posición y, aunque ayer noche se felicitaba por lo conseguido, debe ahora calibrar la dimensión de sus antiguas pretensiones y ahormarse a su auténtica realidad política.

No hay paliativo posible a la consideración del fracaso estrepitoso del PSOE en el País Vasco

Íñigo Urkullu podrá ser investido presidente con los votos del PSE, que le dan la mayoría absoluta. Podría hacer lo mismo con el PP pero la tradición, y seguramente también los intereses inmediatos del Partido Nacionalista, le inclinarán a cerrar su acuerdo de investidura con los socialistas. Y aquí hay que hacer un punto y aparte sobre los catastróficos resultados obtenidos por la candidata de Pedro Sánchez, Idoia Mendía, que se ha dejado 7 escaños, casi la mitad de los 16 que tenía. Por lo tanto, no hay paliativo posible a la consideración del fracaso estrepitoso del PSOE en el País Vasco, fracaso que sin duda le será pasado al cobro al secretario general en el próximo congreso federal del partido. El PSE empata en escaños con el Partido Popular que, aunque queda en el cuarto y último lugar en la representación parlamentaria, ha perdido un único escaño y ha mantenido los cinco diputados que tenía en Álava. Desde la óptica nacional y examinados estos resultados con la perspectiva de las posibilidades de formación de Gobierno, el PP queda en buena posición para iniciar una negociación con el PNV si los dirigentes de este partido hacen sus cuentas a largo plazo y concluyen, cosa nada difícil, que de la mano del Partido Socialista no van a ir muy lejos a la hora de obtener acuerdos que incluyan decisiones de Estado.

Ciudadanos es del todo irrelevante en materia autonómica, con la excepción de Cataluña

Ciudadanos ha fracasado en ambas plazas. El suyo es un fracaso que no admite interpretaciones ni matices. La conclusión inmediata es que, teniendo un claro predicamento en el ámbito español, es un partido del todo irrelevante en materia autonómica, con la excepción de Cataluña. Todavía tiene mucho que crecer y que aprender. El miedo de Feijóo, repetido hasta la saciedad a lo largo de la campaña, tenía su fundamento: han sido 47.600 votos que han ido a Ciudadanos pero que no se han traducido en nada. Tampoco han impedido la  mayoría del PP, pero queda por saber si le han privado de un escaño más.

Mayor victoria que Urkullu si cabe, y desde luego que cabe, es la victoria en Galicia de Alberto Nuñez Feijóo, que ha logrado una auténtica hazaña manteniendo los 41 escaños que ya tenía pero incrementando su apoyo en número de votos.  Teniendo en cuenta las dificilísimas condiciones en las que el presidente gallego afrontaba estos comicios, en las que sus resultados estaban condenados a ser interpretados como la nota de corte de Mariano Rajoy para su pretensión de ser aupado a la presidencia del Gobierno, la aportación de Feijóo al destino de su partido es impagable para los suyos.

Es verdad que Feijóo queda señalado por el dedo de los electores como el delfín indiscutido del presidente del PP. Pero ese es un asunto que no tiene virtualidad en este momento porque no sería posible, ni imaginable, que una victoria heroica como la conseguida anoche se trastocara en un abandono súbito de la responsabilidad que los gallegos acaban de encomendarle para optar al liderazgo del partido a nivel nacional. Por decirlo de otro modo: Feijóo se destaca brillantemente al frente del PP pero queda amarrado a Galicia para los próximos cuatro años. Abandonen toda esperanza quienes acarician la idea de sustituir a Mariano Rajoy por el nuevo delfín. Como diría él mismo, ese delfín está confinado en su propio acuario. Y muy a gusto, con seguridad.

Los ecos de los primeros truenos en el PSOE ya han empezado a escucharse en Andalucía

El empujón hacia arriba que ha recibido Rajoy desde Galicia es directamente proporcional al empujón hacia abajo que ha sufrido Pedro Sánchez. Los socialistas gallegos han quedado como tercera fuerza porque, aunque han empatado en escaños con En Marea, esta formación les ha superado en votos y además se quedan a más de 20 puntos del ganador. También aquí los resultados del PSOE, aunque no tan dramáticos como en el País Vasco, son pésimos porque, por perder, han perdido incluso la posibilidad de aspirar a inquietar al ganador a base de sumar sus fuerzas a las demás fuerzas de izquierda. Feijóo les ha barrido a todos y eso se añade al debe en la factura nacional de Pedro Sánchez, que ha entrado irremisiblemente en números rojos.

Nubes muy negras amenazan al secretario general del Partido Socialista Obrero Español y los ecos de los primeros truenos ya empezaban a escucharse anoche desde Andalucía. Si los críticos del partido esperaban a tener los resultados de las elecciones gallegas y vascas para iniciar el decabalgamiento de Sánchez de su sillón, no van a encontrar ocasión más propicia que ésta. Si después de lo sucedido ayer no lo consiguen, deberían pensar en retirarse no sin antes haber cubierto sus cabezas de ceniza.

En definitiva, unas elecciones muy esclarecedoras desde la óptica nacional. Y, sin embargo, no basta para despejar la gran incógnita de la formación de gobierno de España.