Como lo de la costura no está funcionando, para reconstruir el PSOE, tal vez sea más útil echar mano de la lingüística como terapia. Al fin y al cabo, la política vive del arte de la palabra.

Antonio Hernando, por ejemplo, es una sinécdoque. Como ganarse el pan y pedir la mano. La abstención del portavoz socialista va camino de convertirse en un ejemplo que pronto incluirán los libros de texto para explicar la designación de la parte con el todo. Él solito ha pasado a representar la abstención de un partido.

El 29 de octubre hubo 68 abstenciones (todos los diputados socialistas menos 15) que le dieron el Gobierno a Rajoy. Pero en el imaginario colectivo sólo queda la de Antonio Hernando.

Así que cuando la militancia socialista se sienta en Twitter, el diván moderno, a Hernando le dan hasta en el carné de identidad. Da igual que el portavoz critique la LOMCE, la precarización salarial o la pobreza energética. El otrora adalid del “no es no” de Pedro Sánchez, cada vez que asoma ahora por las redes sociales, recibe un linchamiento virtual de farsante para arriba.

La metonimia ayuda a que la militancia descontenta le odie a él en vez de a toda la Gestora

Dicen quienes le conocen que Hernando es un tipo duro, que le va la marcha y los insultos no le hacen mella. Pero el inconsciente es una cosa muy delicada y guardarse las cosas no puede ser bueno.

En el psicoanálisis, de hecho, las metonimias juegan un papel crucial. Es una de las formas que tiene el inconsciente de manifestarse. Así que cada vez que Hernando da una rueda de prensa o lanza un tuit cumple un papel fundamental para empezar a curar la herida socialista, porque así la militancia descontenta puede odiarle a él en vez de a toda la Gestora. Y eso es mejor no quedárselo dentro que se hace bola y luego cuesta una pasta en divanes. O en primarias.

Pero si el PSOE quiere recuperar el apoyo de sus votantes, más que darles una diana en la que canalizar su descontento, necesitaría otro tipo de sinécdoque. Alguien que proyecte la ilusión en un nuevo proyecto. Lo malo es que para que haya una parte tiene que haber un todo.