Hace casi un año, Pedro Sánchez salvaba in extremis su continuidad al frente del PSOE. Los barones, encabezados por Susana Díaz, le pidieron que dimitiera tras los desastrosos resultados en las elecciones del 20 de diciembre. Unas horas antes de que se celebrara el Comité Federal, Sánchez logró, tras una tensa reunión con los coroneles de la revuelta, un pacto que garantizaba su permanencia al frente del partido, pero que, a la vez, le dejaba sin margen de maniobra: no podía llegar a acuerdos con Podemos mientras este partido defendiera el derecho de autodeterminación; y, en ningún caso, con el PP.

Sánchez inició así un largo calvario que duró nueve meses, hasta que el 1 de octubre el Comité Federal le forzó a marcharse, y no precisamente por no haber cumplido la resolución del celebrado el 28 de diciembre de 2015, sino por mantenerse en sus trece frente a Mariano Rajoy: "No es no".

La línea oficial está formada por los barones y por la vieja guardia, con un cada vez más activo Rubalcaba

La dimisión de Sánchez como secretario general abrió en canal al PSOE. La Gestora designada para dirigir el partido hasta el próximo Congreso ha propiciado la investidura de Rajoy con su abstención y ha alcanzado algunos acuerdos con el PP. La línea oficial está respaldada por los barones que propiciaron el golpe de mano en el Comité Federal de octubre y por la vieja guardia socialista, encabezada por un cada vez más activo Pérez Rubalcaba.

Pero, ¿quién hay al otro lado? Los diputados y dirigentes que apoyaron a Sánchez (casi la mitad del máximo órgano del partido) siguen sin saber si éste cumplirá su promesa de presentarse a las primarias previas al Congreso, que debe celebrarse la próxima primavera.

La sensación que tienen los que le apoyaron es que sigue contando con las simpatías de la mayoría de los militantes y opinan que ese enorme activo, del que carecen los sanchistas más conocidos, no debería desaprovecharse.

Las dudas de Sánchez están provocando una enorme decepción en sus filas

Sin embargo, las dudas de Sánchez están provocando una enorme decepción en sus filas. "Es Pedro quien tiene que dar el paso. Nosotros no podemos empujarle", me comenta una de las personas que ha dado siempre la cara por él.

Este martes hay convocada una reunión en Madrid (a instancias del anterior jefe de gabinete del secretario general, Juanma Serrano) para comprobar las fuerzas con que cuenta el sanchismo.

Sin embargo, la convocatoria puede devenir en fracaso. Para empezar, ni siquiera acudirá el propio Sánchez, como tampoco lo harán destacados dirigentes que le manifestaron su apoyo, como Óscar Puente -alcalde de Valladolid- o la diputada aragonesa Susana Sumelzo.

Construir una alternativa dentro del PSOE no es cosa sencilla. Hace falta algo más que convocar un par de actos desperdigados. Sobre todo, es necesario que exista determinación y organización, condiciones que ahora no se dan.

Sánchez no puede mantener la duda sine die. Tiene que hacer explícitas sus intenciones. Los militantes que le siguen lo merecen, al igual que los ciudadanos que confiaron en él y le votaron.

El liderazgo de Sánchez tiene fecha de caducidad. Si no da el paso en los próximos días, sus posibilidades serán nulas

El liderazgo de Sánchez tiene fecha de caducidad. Si no da el paso en los próximos días, sus posibilidades de éxito frente a la candidatura oficialista serán nulas.

Una de las circunstancias que le llevaron a resistir las embestidas de sus poderosos oponentes el año pasado fue la convicción de que podía recuperar el gobierno con una política de izquierdas. Un año después de aquel tenso Comité Federal, Sánchez parece definitivamente derrotado. Una de las características de los auténticos líderes es que no se rinden nunca. Demostrar que puede ser una alternativa fiable sólo de él depende.