La subida del euro frente al dólar (1,2% hasta un cambio de 1,0746) y el repunte de las principales bolsas europeas han sido las primeras señales económicas de alegría por la derrota del ultraderechista Geert Wilders en Holanda. Su Partido para la Libertad ha logrado el 13% de los votos (20 escaños), lejos del 21,5% (33 escaños) del ganador, el actual primer ministro Mark Rutte.

Europa había vivido con temor durante las últimas semanas ante una posible victoria del populismo. Cierto que las encuestas apuntaban ya un cierto desinfle de Wilders, pero los sondeos también pronosticaron un triunfo del no al Brexit y ya saben ustedes lo que ocurrió. En realidad, aquel fue el primer asalto en el que se pudo medir la fuerza del euroescepticismo, denominador común de todos los partidos que, desde la extrema derecha y la extrema izquierda, claman contra el sistema y las instituciones europeas. También Renzi salió derrotado en su intento de reforma constitucional en Italia, pero aquel episodio no tuvo más repercusión que la salida por la puerta de atrás del primer ministro.

Europa ha ganado una batalla, pero no la guerra. Si no se recuperan las raíces del proyecto, que son políticas y de valores como solidaridad, democracia y justicia, el populismo volverá a la carga

Alegría, pero no euforia. Rutte ha ganado, pero perdiendo terreno respecto a lo conseguido en las anteriores elecciones. Wilders ha perdido pero ha logrado un sustancial avance entre los electores (5 escaños más que en 2012). Y, lo que es más preocupante: Rutte ha basado su triunfo en asumir una parte del mensaje político de su máximo contrincante. De hecho, la baza fundamental de su victoria ha sido la decisión de prohibir la entrada en Holanda de un ministro turco para realizar un mitin en favor de la reforma constitucional que avala Erdogan. Tampoco es una buena noticia el desastroso resultado del Partido Laborista (que ha pasado de 38 a 9 escaños).

¿Supone el resultado de ayer que Europa ha conjurado ya el peligro del populismo? No. La próxima cita -la más importante- tendrá lugar en Francia, donde Marine Le Pen parte como favorita en la primera vuelta. Probablemente, la dirigente del Frente Nacional no consiga ganar en la segunda, pero lo que sí es seguro es que obtendrá un buen resultado.

El auge del populismo está ligado al fracaso del sistema establecido. Por ello, si Europa quiere conjurar de forma definitiva ese peligro tiene necesariamente que reinventarse. La Unión Europa tiene que dejar de ser sólo un proyecto económico para recuperar sus raíces, que fueron fundamentalmente políticas. Hay que hablar menos del PIB y de déficit y más de valores: solidaridad, justicia, democracia, etc.

Si eso no se hace, el populismo volverá a la carga -ya lo advirtió ayer Wilders en su cuenta de Twitter-. No debemos darle una segunda oportunidad. O los europeistas hacemos todo lo posible para que los ciudadanos recuperen la ilusión en un proyecto de ideas y sentimientos o los que defienden el nacionalismo egoísta acabarán saliéndose con la suya.