La bronca generada por las palabras del diputado Miguel Ángel Heredia (que llamó "hijaputa" a Margarita Robles) sería un incidente menor, fruto de un "calentón", como ha dicho el hombre de confianza de Susana Díaz en el Congreso, si no fuera la manifestación evidente de la deteriorada situación interna que vive el grupo socialista.

Más que las diferencias en torno al modelo de partido, la política de alianzas o incluso la posición sobre Cataluña, lo que fractura al Partido Socialista en estos momentos es el enfrentamiento personal entre los equipos que lideran Susana Díaz y Pedro Sánchez.

Se dice, como argumento para quitar hierro a la trifulca, que el partido siempre ha reaccionado como una piña cuando la democracia interna ha dicho la última palabra tras el debate. Sucedió, en efecto, en el congreso en el que el PSOE renunció al marxismo, después de la amenaza de dimisión de Felipe González; tras las primarias que ganó Borrell frente a Almunia, aunque el periplo del borrellismo apenas duró un suspiro; con la victoria de Zapatero sobre Bono, y tras ganar Rubalcaba por estrecho margen a Chacón.

En todos esos episodios la procesión iba por dentro. A pesar de que las rencillas nunca desaparecieron del todo, de puertas afuera el partido actuó con una disciplina envidiable.

Gane quien gane, el partido debe respetar el resultado de las urnas y olvidarse de los ajustes de cuentas

La novedad es que nunca, hasta ahora, se había llegado a tal grado de confrontación y tampoco se había producido un desequilibrio tan abrumador a favor de uno de los contendientes en el grupo parlamentario.

Un razonamiento utilizado frecuentemente por los partidarios de la presidenta de la Junta de Andalucía es que "si gana Sánchez, el partido se rompería". Uno de los hombres de confianza del ex secretario general del PSOE en Andalucía me comenta a este respecto: "Si se rompe el PSOE, es que alguien quiere romperlo; cada uno que asuma sus responsabilidades".

Hoy, en la entrevista que publica El Independiente, Margarita Robles advierte sobre el peligro de que el partido "se hunda como el Titanic" si no se respeta el liderazgo que salga de las primarias. El pronóstico sirve tanto para Díaz como para Sánchez. Ninguno de los dos tiene un plus de legitimidad sobre el competidor; son los militantes quienes decidirán quién debe ser el que lleve el timón del partido en una singladura llena de incertidumbres y peligros.

La cuestión es si hay posibilidades reales de que el partido no se rompa gane quien gane. Y ese dilema no había estado sobre la mesa del socialismo desde el congreso celebrado en Suresnes en 1974.

En el debate interno que se vive en el Partido Socialista algunos dirigentes olvidan que la opción no es sólo decidir quién va a gobernar el partido, sino quién puede ser el próximo presidente de gobierno. Esa valoración debería trascender sobre las inquinas personales y el ajuste de cuentas ¿Quién sería el mejor candidato para gobernar España? Esa y no otra es la pregunta que los militantes deben hacerse a la hora votar. Con ello, no sólo sale ganando el Partido Socialista, sino el conjunto del país, que necesita una alternativa de gobierno al PP creíble, de izquierdas y alejada del radicalismo.