¡Por fin, por fin, por fin! Este era el momento esperado desde hace mucho tiempo por la opinión pública española, que lleva años preguntándose por qué demonios los miembros del clan Pujol andaban por la calle libres como pájaros, mientras personas como Isabel Pantoja daban con sus huesos en la cárcel, por aquella condena de dos años que la Audiencia de Málaga le impuso y que tuvo que cumplir porque tribunal explicó el carácter "ejemplar" de la pena impuesta para que cumpla "su función de servir de freno a posibles conductas futuras análogas".  Hay que aclarar que la señora Pantoja cumplía todos los requisitos que marca el Código Penal para eludir la prisión: no tener antecedentes penales y ser la pena no superior a dos años. Pero la Audiencia malagueña se negó a aceptar la petición de suspensión de la pena porque, dijo, "la corrupción política es uno de los ataques más demoledores contra la sociedad democrática". No ocurrió lo mismo con otros destacados delincuentes.

La opinión pública lleva años preguntándose por qué los miembros del clan andaban libres como pájaros

Esto de Isabel Pantoja ocurrió en noviembre de 2014. Cinco meses antes, el todavía Molt Honorable Jordi Pujol i Soley había hecho público un comunicado en el que confesaba que desde hacía 34 años tenía dinero en Andorra -en ese momento no dijo cuánto-  que nunca había declarado al Fisco y que era una herencia de su padre Florenci, cosa que nadie creyó en ningún momento. Pero es que casi dos años antes de la confesión de "papá" la Policía estaba investigando ya las andanza de su hijo primogénito, Jordi Pujol junior, que había sido denunciado por su antigua novia, Victoria Álvarez, quien declaró ante el juez que había acompañado muchas veces a Andorra a Jordi junior con bolsas llenas de billetes de 500 euros en el maletero del coche.

Han pasado cuatro años desde entonces  y ni el patriarca Pujol, ni la madre, ni ninguno de los siete hijos de la familia han pasado un solo día en prisión, hasta hoy. Este era un asunto que tenía perplejos e indignados a los españoles, que oían hablar de centenares de millones defraudados, de comisiones ilegales sin cuento, de tráfico de influencias y de interrogatorio tras interrogatorio a todos y cada uno de los miembros de la familia sin que, en ningún momento, el fiscal pidiera el ingreso en prisión de alguno de ellos. (Hay que saber que el juez de instrucción no puede decretar prisión provisional para un encausado si no la pide el fiscal). Y todos nos preguntábamos: con la vitola de delincuentes de cuello blanco que se gastan los miembros de esta familia ¿cómo es posible que no los metan en la cárcel para evitar al menos que destruyan pruebas? Porque ya sabíamos que han empleado su privilegiada situación para mover sus capitales fraudulentos y, en el caso del primogénito del clan, para evadir, sólo desde que está siendo investigado, nada menos que 30 millones de euros con el propósito de ocultarlos a la acción de la Justicia. Y eso lo ha hecho después de haber entregado su pasaporte al juez y de haber tenido que presentarse ante los juzgados cada semana.

Ya sabíamos que han empleado su privilegiada situación para mover sus capitales fraudulentos

No se sabe cuáles han sido todas las razones que han permitido a los miembros de esta organización para delinquir seguir en libertad todo este tiempo. Es verdad que la instrucción de este caso ha corrido en ocasiones serios riesgos de incurrir en la nulidad de las actuaciones. Y podemos decir que ha existido voluntad por parte de ciertos sectores de contaminar el procedimiento con el objeto de que quedara finalmente anulado. El último y peligrosísimo intento fue el del famoso pen drive  que, conociendo su procedencia ilícita,  un determinado mando policial aportó al juez diciendo que se lo había encontrado "ordenando unos cajones". Menos mal que la precaución del magistrado puso en cuarentena el informe policial elaborado con ese material y se basó en otro elaborado con documentos de procedencia lícita y que demostraron también que Jordi Pujol estaba plenamente incurso en numerosos delitos. De otro modo, de haber picado su señoría el anzuelo de la prueba contaminada, las actuaciones habrían incurrido en nulidad y Jordi Pujol Ferrusola se habría podido volver a su casa a seguir ocultando su patrimonio y amasando su fortuna.

José de La Mata ha escrito hoy en su auto que "se ha materializado el peligro fundado y concreto de la ocultación de fuentes de prueba que ya se apreció en febrero de 2016", cuando el primogénito del patriarca fue interrogado por segunda vez. A la tercera va finalmente la vencida, no sin que antes el juez reconozca también que el control llevado a cabo hasta ahora sobre Jordi Pujol Ferrusola "ha resultado insuficiente". Sí, tan insuficiente como lo 30 millones de euros que lleva ya escamoteados. Pero afortunadamente ya se acabó. Por fin hay un Pujol -el más importante de todo el clan en términos delictivos-  en prisión provisional y es poco probable que salga de la cárcel en unos cuantos años. La opinión pública puede empezar a respirar satisfecha.