Tranquilos, no voy a hablar esa película de los 90 en la que se ponen tensas las cosas entre Tom Cruise y Jack Nicholson. No soy cinéfilo, más bien soy un ignorante en la materia. Tampoco soy un experto en política, ambos mundos me interesan bastante poco. En el caso de la política, veo las cosas desde una perspectiva de pájaro, desde la tranquilidad y la ecuanimidad que da la falta de interés y la más absoluta imparcialidad. Aunque seguro que todo el mundo se considera a uno mismo absolutamente independiente y ecuánime.

La única participación que suelo tener en las conversaciones sobre política entre los que me rodean suele ser para llevarles la contraria tanto a los de un lado como a los de otro. Intentar que vean las cosas que hacen los suyos desde una perspectiva crítica. Pero no suele funcionar; los de uno siempre lo hacen todo bien. Aquello de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.

Pero más que de política, de lo que voy a hablar es de corrupción. Parecen la misma cosa, no lo son. La sensación de hastío, de desazón por la hediondez que nos rodea, es generalizada. Según la última encuesta del CIS, la corrupción es el segundo problema por detrás del paro que más preocupa a los españoles. Exactamente el 44.8% de los encuestados creen que es el principal problema de este país.

Por si esto fuera poco, el sacerdote que nos preparaba para la Primera Comunión de mi hijo mayor dijo en su discurso: “En este país no hay pan para tantos chorizos”. Y claro, no he podido evitar escribir unas líneas al respecto.

Los políticos son un reflejo de la sociedad, pero con acceso al dinero público

Puede que sea un poco naif, pero no creo que la gente sea mala por definición, parto de una concepción del hombre similar a la de Rousseau: nace bueno y es la sociedad la que corrompe la naturaleza humana.Tampoco creo que los políticos sean más ladrones, más corruptos o peores personas que el resto de la sociedad. Lo que sí que tienen es acceso al dinero público. Lo que son es un reflejo de la sociedad.

Y la sociedad, todos nosotros, somos muy cínicos. ¿Cuántos se han aprovechado de pagar una factura sin IVA? ¿Cuantos no pagan todos los impuestos que corresponden? Y ejemplos hay muchos más. También eso es corrupción. Pero como es a menor escala no cuenta.

¿Por qué no encontramos a gente con suficiente vocación de servicio público dispuesta a entregar su tiempo, su energía y su sabiduría al bien común? Podría ayudar que tuvieran un salario acorde con la responsabilidad que asumen. Algunos dirán, eso elevaría el gasto público, y tener más dinero no evita que uno robe, miren algún ex vicepresidente. Pues tengamos menos políticos, pero justamente retribuidos.

Un salario acorde a la responsabilidad ayudaría a atraer gente preparada a la política

También parece razonable exigir algún tipo de preparación y experiencia para ejercer un cargo de responsabilidad. Me ponen los pelos como escarpias aquellos cuya única trayectoria y mérito es haber medrado en el aparato del partido desde jóvenes, y eso es suficiente para premiarles con algún puesto importante. ¿Por qué no podría ser presidente del Gobierno alguien que haya demostrado ser un reputado gestor? ¿Se imaginan a Goirigolzarri o Isla como primer mandatario o como ministro? ¿Por qué no?

Se trataría de atraer a los mejores para desempeñar puestos de responsabilidad pública. De que estuvieran suficientemente bien remunerados como para reducir incentivos perversos. Y redundaría en beneficio de todos.

Todos estamos de acuerdo en la repulsión que nos produce cuando alguien aprovecha su posición para enriquecerse. Además nunca parece ser suficiente, la avaricia es infinita y el poder ejerce una atracción irrechazable, especialmente cuando el ego no va acompañado de suficiente categoría. Pero claro, hay que ser igual de críticos cuando el fango está en mi lado y en el otro. Si no, volvemos a lo de antes, al cinismo. Eso sí, aunque yo hablo en tercera persona de plural, todo esto no va conmigo, porque yo soy perfecto e incorruptible. Suerte.