En una semana, Emmanuel Macron será investido presidente. Un mes después, los días 11 y 18 de junio, se enfrentará a las elecciones legislativas de las que tendrá que sacar mayoría para poder gobernar. Hasta aquí, lo previsible. Todo lo demás es terra incógnita.

Nadie sabe con quién va a dirigir el país el presidente más joven de la historia de Francia, el hombre al que nadie conocía fuera del Elíseo hace tres años, el candidato cuyo movimiento, En Marcha, no existía hace apenas un año.

La transición francesa es rápida. De aquí al 14 de mayo -último día del mandato del presidente saliente-, François Hollande recibirá a Emmanuel Macron. Los dos hombres hablarán, en un despacho cerrado, de los grandes asuntos políticos y los pequeños secretos de Estado -entre ellos el código del arma nuclear, que se transmite de jefe de Estado a jefe de Estado.

Cuando salgan a la escalinata del Elíseo, los papeles se habrán intercambiado. El presidente Macron acompañará al ciudadano Hollande hasta su coche.

Ahora, las incógnitas. La más importante será la primera que ha de resolverse: ¿Quién será el primer ministro de Macron? Tradicionalmente, el presidente investido nombra a su jefe de gobierno muy rápidamente. En 2012, Hollande anunció su preferencia por Jean-Marc Ayrault unos minutos después de que saliera del Elíseo el coche que alejaba del poder a Nicolas Sarkozy y Carla Bruni.

A Macron le gustaría contar con una mujer como primera ministra y que tenga "fuerte experiencia en la vida política"

Durante la campaña, Macron ha dado algunas pistas sobre qué busca y qué rechaza en un primer ministro. Ha dicho que le gustaría contar con una mujer -Francia sólo ha tenido a una primera ministra, Edith Cresson, en 1991-, aunque el criterio tampoco es condición sine qua non. También busca a alguien con “una fuerte experiencia en la vida política y el arte parlamentario”.

Otra condición, en este caso de descarte: Macron excluye fichar a alguien que haya pasado ya por el Hôtel Matignon, la residencia oficial del primer ministro. Finalmente, por la campaña y su estilo, sería coherente que prefiriera a alguien que encarne una renovación de la vida política y que no lleve décadas encadenando ministerios y cargos electivos.

Algunos ya han cometido una imprudencia: se han movido y por eso probablemente no salgan en la foto. Laurence Parisot, por ejemplo, la ex presidenta del Medef, la patronal francesa, ha dejado entender que no rechazaría Matignon. Inmediatamente, un asesor del candidato descartó la propuesta.

Acusado por su ala izquierda y por la extrema derecha de ser el candidato preferido del CAC 40 -el Ibex 35 francés-, parece un riesgo inútil confiar en “la jefa de los jefes de empresas”. Más cerca de los trabajadores, se ha hablado de Nicole Notat, que dirigió el sindicato moderado CFDT. Pero le ocurre lo mismo que a Parisot: carece de cualquier experiencia parlamentaria. El precio de ser parte de esa “sociedad civil” a la que Macron ha colocado en un altar.

Una candidata que sí goza de experiencia política es Ségolène Royal. Aunque a lo mejor… le sobra trayectoria. A la ministra y ex ministra, ex candidata a la presidencia, ex esposa de futuro presidente, ex presidenta regional… le costaría presentarse como campeona de la renovación política.

Ségolène Royal tiene experiencia pero le costaría presentarse como campeona de la renovación política"

Es cierto que representa una izquierda moderada y pragmática… pero su condición de socialista histórica y de contrincante de Sarkozy provoca el rechazo de los electores conservadores. “Nuestros votantes tradicionales la odian. Si Macron pone a un socialista tipo Royal de primer ministro, tenemos media campaña hecha para las legislativas”, sonríe una fuente de Les Républicains.

Miremos entonces al centro. A François Bayrou, el centrista histórico que no supo hacer lo que Macron acaba de conseguir, le pasa algo parecido. Alcalde, consejero provincial, diputado en la Asamblea nacional, diputado europeo, ministro y candidato tres veces a las presidenciales, es el viejo dinosaurio del centrismo, el macronista muy avant la lettre. Y también le odian los conservadores desde que en 2012 anunció que en segunda vuelta votaría a Hollande frente a Sarkozy.

Quedan dos mujeres de las que se habla en todas las quinielas. Acompañan a Macron desde el inicio de su candidatura. Anne-Marie Idrac fue secretaria de Estado con Jacques Chirac por la UDF (centro derecha) y tiene experiencia parlamentaria como diputada. Sylvie Goulard ha trabajado en el ministerio de Asuntos Exteriores y en la Comisión europea, aunque nunca ha pisado la Asamblea nacional.

También están los más fieles, la guardia pretoriana de Macron. Estos pueden esperar, si no son el primero, al menos ser ministros o jefe de partido. Richard Ferrand, por ejemplo. El secretario general de En Marcha acompaña a Macron desde 2014, o sea, la prehistoria del macronismo. Ha pasado por la Asamblea nacional y por los ministerios. Gérard Collomb, el alcalde socialista de Lyon, ha sido senador, pero con 70 años, él mismo reconoce que no es el mejor posicionado.

Xavier Bertrand, ex secretario general de la UMP, es compatible con políticas centristas y sería una presa de mucha valía"

Finalmente existe la táctica de elegir a un político de derechas, para demostrar la voluntad de apertura del ex ministro de Hollande y de paso perjudicar a Los Republicanos. Uno que, prudente, evita el tema, es el presidente de la región Hauts de France (norte). Xavier Bertrand es compatible con políticas centristas. Varias veces ministro y diputado, ex secretario general de la UMP (el antiguo nombre de Los Republicanos), sería una presa de mucha valía.

Con un peso algo menor, Nathalie Kosciusko-Morizet también encarna esa derecha más susceptible de entenderse con Macron. “Si pone a alguien de derechas, nos facilitará mucho el discurso para las legislativas”, dicen el Partido Socialista.

La tentación de preparar las legislativas con el nombramiento del primer ministro es real, pero compleja. Si Macron ficha a un brazo derecho conservador, ayuda a la izquierda a preparar la resistencia. Si elige a uno de izquierdas, facilita la reconquista de la derecha. Si opta por un centrista, no amplia su base y tampoco evita las críticas por su indecisión.

Un refrán político francés dice que “salir de la ambigüedad siempre tiene un precio”. El ex ministro de Economía ya puede calcular los coste y los beneficios de su primera decisión política de presidente.

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Mathieu de Taillac es corresponsal de Le Figaro y Radio France en España.