El debate político, a pesar del hartazgo de muchos ciudadanos, va a estar centrado en Cataluña durante muchos meses. Pedro Sánchez le dio una baza política importante al presidente del Gobierno nada más ganar las primarias al asegurarle que el PSOE le respaldaría en la defensa de la legalidad. Pero ahí se acabó el consenso.

El secretario general del PSOE cree que en Cataluña se le abre una ventana de oportunidad para convertir en realidad lo que, hasta hace unas semanas, parecía un lejano sueño: echar a Rajoy de Moncloa.

Por ello, aunque los socialistas insistan en oponerse al referéndum ilegal que pretenden los independentistas para el 1 de octubre, han iniciado un movimiento que busca la diferenciación respecto al gobierno y al PP para recuperar la posición central que tuvo el PSC en Cataluña hace 10 años.

Digamos que mientras que a Rajoy lo que le preocupa es garantizar que se cumpla la ley y que el 1-O trascurra con tranquilidad y no haya ninguna desgracia que lamentar, a Sánchez lo que le gustaría es que PSOE fuera percibido por los catalanes como el único partido que puede tender puentes con el resto de España y dentro de la propia sociedad catalana.

En el PSOE justifican su oferta de negociación en la necesidad de dar una respuesta catalanes no independentistas

Para justificar esa apuesta por la diferenciación respecto al PP, en el PSOE han elaborado la teoría de los tres tercios, que se resume de la siguiente forma: en Cataluña hay dos millones de independentistas; otros dos millones que no quieren la independencia, y dos millones más de indecisos. "De lo que se trata", afirma un dirigente del partido, "es de que los catalanes que no son independentistas perciban que hay alguien que se preocupa de ellos y que quiere hacer propuestas que compitan con las de los partidos secesionistas, que son los que ahora llevan la iniciativa".

Cuando desde la dirección socialista se lanza la propuesta de crear una comisión de estudio en el Congreso sobre el modelo de Estado y la reforma constitucional "no es con el objetivo de frenar el referéndum" -señala la fuente- "sino como una llamada de atención a esos catalanes que rechazan la independencia pero que creen que hay que hacer algo para desbloquear la situación".

Los nacionalistas del PDeCAT han visto con buenos ojos esa apuesta por la diferencia de los socialistas por lo que supone de ruptura de un bloque supuestamente monolítico de partidos que defienden la Constitución y la legalidad: PP, PSOE y Ciudadanos.

Es una jugada de alto riesgo. El PSOE debería de tener cuidado en no repetir los errores cometidos por Rodríguez Zapatero en Cataluña. La táctica de prometer cosas que no se pueden cumplir puede dar rédito a corto plazo, pero después termina pasando factura.

La fortaleza del PSOE de Felipe González se basó en una sólida posición electoral tanto en Andalucía y como Cataluña. Sánchez ganó las primarias con holgura, pero Susana Díaz ha hecho lo propio en Andalucía, donde gobierna. Cada paso que dé el líder socialista en Cataluña será observado con lupa desde Andalucía. Cualquier oferta que sea percibida como un privilegio hacia Cataluña no sólo será contestada por el PP y por Ciudadanos, sino desde el propio Partido Socialista en Andalucía, Castilla-La Mancha o Extremadura.

Por otro lado, Sánchez sabe que no puede poner en marcha una reforma constitucional sin el consenso con el PP, que tiene mayoría en el Congreso y mayoría absoluta en el Senado.

Los movimientos, por tanto, del PSOE hay que analizarlos fundamentalmente en clave electoral en Cataluña y en clave parlamentaria a escala nacional. El sueño de Sánchez de echar a Rajoy de la Moncloa podría hacerse realidad antes de lo previsto si los socialistas logran un buen resultado en los comicios catalanes, que todo apunta se celebrarán a principios de 2018, y si consolida su coalición anti-PP en el Congreso con los apoyos, además de Podemos, de los nacionalistas del PNV y del PDeCAT y de los independentistas de ERC.

Sánchez debería ser paciente y medir muy bien los pasos que da en Cataluña. La defensa de la Constitución -como recordaba bien Ignacio Varela- no debería ser patrimonio sólo de la derecha: el PSOE fue uno de sus principales artífices y debería sentirse orgulloso de ello.