El invierno se acerca. Las temporadas de nuestras series favoritas se acaban, guardamos las gafas de sol y nos preparamos unas palomitas para ver qué diagnóstico hace Juncker del Estado de la Unión. No ha sido un buen año: la Unión Europea se ha encontrado al Reino Unido formalizando su salida del club, a Trump deseando la ruptura de la Unión y al terrorismo azotando ciudades a la vez que la unión cumplía sesenta años; por no hablar de las crisis internas europeas que siguen dejando heridas abiertas desde el Mediterráneo hasta las fronteras de Hungría.

Sin embargo, no todo lo que nos ha ocurrido tiene este sabor amargo. No solo es la victoria del muy pro europeo presidente francés Emmanuel Macron, sino que según un estudio del think tank Pew Research Center, los europeos tienen mayoritariamente una visión positiva sobre el hecho de pertenecer a un proyecto común. ¡Incluso los británicos! Además, ahora podremos viajar por todo el continente sin preocuparnos por los cargos desorbitados del roaming. Aunque pequeña, la ventana de optimismo existe y por eso hay que aprovecharla con una propuesta de discurso alternativa:

  • Una Europa más competitiva

Hay que completar la unión monetaria con una combinación entre la integración económica y la fiscal. Avanzar en el pilar monetario y mejorar la cooperación en el pilar fiscal conlleva la creación de un tesoro público y la armonización de los principales impuestos, todo siempre bajo la unanimidad de un Consejo que hoy parece no tener. Además, el papel del Banco Central Europeo debe ser redefinido, aumentando sus competencias. ¿Será este el año de la creación de un ministerio de finanzas europeo? Quizás sólo así podremos lograr aprobar este septiembre una de nuestras asignaturas pendientes, la competitividad, que permitiría reducir las desigualdades creadas durante la crisis económica, como indicaba un informe de Eurofound.

  • Una Europa más segura

Según un reciente estudio, los europeos identifican como principales riesgos a su seguridad el terrorismo internacional, el cambio climático y los ciberataques. Estas amenazas no conocen fronteras y trascienden los límites de los Estados. ¿Por qué insistir en la idea de que el Estado-nación es quien debe garantizar nuestra seguridad? Una defensa en común garantiza tanto nuestra seguridad en el continente como la estabilidad internacional. La Comisión Europea ya ha dado un paso adelante con la creación del Fondo Europeo de Defensa para integrar la innovación en la industria de defensa y va a lanzar un paquete de medidas para reforzar nuestra ciberseguridad. Sin embargo, nuestras libertades y nuestra seguridad merecen una apuesta más valiente por parte de los Estados Miembros hacia una Europa que nos proteja de forma efectiva.

  • Una Europa más democrática

Parte del desencanto de muchos ciudadanos con la Unión Europea ha venido por la sensación de que está alejada de los problemas y decisiones del día a día de los europeos. Por ello, una mejor Europa es aquélla que es más transparente, cercana y participativa. Las elecciones europeas de 2014 tuvieron por primera vez candidatos paneuropeos a presidir la Comisión Europea, cuya elección debía respetar la mayoría en el Parlamento Europeo. Sin embargo, esta línea de legitimidad entre ciudadano e instituciones europeas es más discontinua que directa, siempre con el filtro de los Estados Miembros por delante. Es hora de repintar esa línea de cara a las elecciones europeas de 2019, por ejemplo, con la elección de algunos eurodiputados desde una lista electoral paneuropea aprovechando el vacío que dejan los eurodiputados británicos.

  • Una Europa más abierta

Parece que la nueva temporada otoño-invierno sigue apostando por el nacionalismo, el proteccionismo y el rechazo al diferente, y se extiende por varias regiones del globo. Nuestra Europa tiene la oportunidad de cerrar la puerta a este pulso vintage y marcar tendencia defendiendo el diálogo, la tolerancia y las sociedades abiertas e inclusivas. En este sentido, el comercio de bienes y servicios puede ser la clave para generar un crecimiento sostenible y para fomentar la creación de empleo.

Los acuerdos comerciales que están encima de la mesa de nuestra Europa (México, Corea del Sur o Australia entre otros) deben ser una oportunidad para hacer del comercio internacional un instrumento que reduzca las desigualdades, no para incrementarlas. Y ojo, los tratados de comercio internacionales, que parece que estarán sobre la mesa en lo que queda de legislatura, deben contemplar la inclusión bajo una política comercial responsable si pretenden contar con el beneplácito social. Europa es la primera potencia comercial del mundo y tiene capacidad de sobra para fijar los estándares internacionales. Sólo utilizando nuestro peso de forma integrada y unida podremos ser capaces de fomentar un modelo que prefiere la cooperación, superando el miedo a lo diferente y respetando estándares sociales y medioambientales.

Con las elecciones europeas de 2019 en el corto plazo, este debería ser el año en el que Jean-Claude Juncker presente medidas ambiciosas dejando atrás la miopía política en la UE. La Europa que tenemos hoy es la que hemos heredado de nuestros padres y abuelos, pero lo que nos jugamos es qué Europa heredarán nuestros nietos. Ambición, eficacia y revitalización, en la senda de la elección del presidente Macron, es lo que debe guiar la agenda europea. Dejemos atrás los acuerdos de mínimos que no contentan a nadie y no son soluciones de futuro. Nuestra Europa tiene potencial para estar muy viva, pero es hora de dejar atrás tanto el conformismo como el miedo a tener éxito.


Adriana Maldonado y Carlos Campillos son miembros del colectivo Con Copia a Europa.