Esta es la última finta del empecinado Puigdemont, dispuesto a llevar al parlamento catalán hasta el borde de la legalidad y empujarlo más allá de modo que vuelva a entrar en el espacio de la violación de las leyes. No le importa, sólo le importa presionar a los suyos y acogotar a los de ERC para que se vean obligados a pasar por las horcas caudinas, es decir, a pasar bajo el yugo que él ha dispuesto para garantizarse un imposible nombramiento con capacidad ejecutiva pero que le permita seguir huido de la  Justicia y no acabar con sus huesos en la cárcel.

Y ha alcanzado de nuevo el esperpento. Con un desparpajo realmente asombroso pretende el fugado de Flandes modificar por la vía de urgencia y tramitar por la Mesa en lectura única la ley de Presidencia de la Generalitat para que sea posible la locura de una investidura a distancia.  Y no sólo eso: su propuesta de modificación de la ley dice también que los órganos  regulados en esa disposición legal, es decir, los diputados, “puedan constituir, convocar, celebrar sus sesiones, adoptar acuerdos y remitir actas tanto de forma presencial como a distancia”.

Es decir, pretende que se modifique la ley de ese modo disparatado para acoplarla a sus necesidades y a sus deseos exhibiendo así un profundo desprecio del sentido del valor y de la función de las leyes, que en una democracia se aprueban por parte de los representantes elegidos por el pueblo y cuyo fin es el de proteger a los ciudadanos, a todos por igual, de los abusos del más fuerte. Una ley nunca, jamás, se puede modificar para atender al capricho de un gobernante porque en ese caso no estaríamos en una democracia sino en una autocracia, en una estado totalitario. Y lo que propone es un insulto a los catalanes y a todos los ciudadanos civilizados de nuestro país. Y el tener que considerar seriamente iniciativas como ésta, aunque sólo sea para asegurar que una propuesta semejante sería inmediatamente anulada por el Tribunal Constitucional, produce profundo hastío.

Puigdemont pretende que se modifique la ley para acoplarla a sus necesidades y exhibe un profundo desprecio del sentido del valor de las leyes

Todas las iniciativas que se están conociendo de parte de Puigdemont resultan extremadamente alarmantes y apuntan en esa dirección. Es el caso de esta propuesta de modificación de la Ley  de Presidencia y es también el caso de pretensión de conformar con la Asamblea de Electos una suerte de parlamento bis que asumiera el poder paralelo al legal para investirle en Bélgica como presidente legítimo. Esa es exactamente la réplica de la Asamblea Nacional Constituyente que puso en pie Nicolás Maduro porque la Asamblea Nacional venezolana elegida legalmente por la población había sido conquistada mayoritariamente por los partidos de la oposición y, puesto que Maduro no lo aceptaba, optó por saltarse incluso la propia Constitución aprobada en tiempos de Chávez. Lo mismo ha pretendido Puigdemont que, a cada paso que da, va demostrando su auténtica catadura política y va además perdiendo apoyos por el camino de sus propios compañeros de aventura.

Tan es así que la descabellada proposición que su partido ha presentado hoy a la Mesa del Parlament lleva la firma del PDeCat, pero no la de su compañero de aventuras, ERC. El partido republicano lleva demasiado tiempo aguantando los empellones de este enloquecido personaje y ya ha llegado la hora de que sus dirigentes, con Torrent al frente, pongan públicamente pie en pared y se deshagan de este personaje dañino para la democracia, tóxico para Cataluña y mortal para su propia causa.

El independentismo catalán no ha dejado de ofrecer espectáculos deplorables en los últimos años pero lo cierto es que, desde septiembre para acá, ya está hundido de hoz y coz en el desatino. Y si no fuera un movimiento descarnado que amenaza tan gravemente la convivencia, la economía y la estabilidad de Cataluña y de España, habría que recibir todas estas noticias con una carcajada. Lo malo es que el payaso va armado y tiene de momento la capacidad de hundir, como Sansón, el templo con todos los filisteos dentro. No es, aunque lo parezca, una tomadura de pelo.

Su apuesta está destinada inexorablemente al fracaso pero mientras tanto el deterioro que está provocando a  su comunidad es inmenso. Aunque eso es lo que nos pide el cuerpo, no debemos tomárnoslo a broma.