A Pedro Sánchez lo proclamaron presidente como en una fiesta de la cosecha, con cuadrillas de payeses y cánticos de virgen del cereal. “Sí se puede”, empezaron a gritar los de Podemos como muchachos de palma, azada y cofradía. Creo que ni Sánchez se esperaba ese recibimiento de Domingo de Ramos tras aquellos dos días en que España se volcó igual que un paquebote. Se había hablado de Gobierno Frankenstein, zombi, de Frente Popular, de aquelarre de la anti-España y, de repente, los chicos de la nueva revolución estaban allí bailando como bajo arcos florales, puño en alto, mentón hacia sus utopías, y hasta Monedero se permitía demostrar su matonismo revanchista con Soraya Sáenz de Santamaría.

Cómo no temer lo peor, pensando que Sánchez llegaba a La Moncloa gracias a esta gallera de partidos, siglas, marcas de ideologías como de coches o de ambientadores, desde la izquierda del puño espinado hasta la derecha del glóbulo blanco, que no cantaba pero miraba desde sus escaños de platea como césares gordos.

Cómo no temer lo peor, pensando que Sánchez llegaba a La Moncloa gracias a esta gallera de partidos y siglas

El Apocalipsis caníbal sanchista, esta conjura de brujos de todos los puntos cardinales, resulta peliculera, atractiva, pero algo no cuadra. Ni el Sánchez más inconsciente, devorado por su sonrisa de Rodolfo Langostino, dejaría de ver que su sometimiento a esta desigual y bárbara turba sería su suicidio político y podría acabar con el mismo PSOE. También podemos estar tentados de pensar en una genialidad, que Sánchez les haya colado el tocomocho a indepes, vascuences y podemitas (aquí somos mucho de ver genialidades en los mismos políticos que solemos considerar mediocres, y les hemos asignado jugadas maestras igual a Rajoy que a Iglesias). Pero creo que todo es más mundano, más realista, menos ambicioso y menos llameante.

Cuando me acerco al socialista, le digo que estoy seguro de que ni ellos se lo esperaban. “Hace diez días, no. A partir de la moción, era posible. Y días antes, ya sabíamos que teníamos los apoyos. Cuando Pedro le pedía a Rajoy que dimitiera, era win win”. No, no era un último intento de Sánchez por quitarse de encima el marrón de una presidencia que no quería porque el truco se le había ido de las manos. Era ya jugada de ventajista. Cuando le saco lo del Gobierno Frankenstein, lo de vender España, lo de la ambición por el cuero maldito de La Moncloa, el socialista me contesta lo que yo ya imaginaba que diría: Pedro Sánchez no va a hacer locuras, no va a venderse a las hienas, no va a arriesgar el país ni el PSOE; sólo va presentarse como un presidente competente. Convocaría elecciones antes de verse, siquiera de lejos, enredado en hipotecas venenosas. “Esa es la idea”.

Al socialista le digo que algo pedirán los que le han llevado en trona desde el arroyo a la presidencia, que no es posible que Sánchez los haya hipnotizado, simplemente, con sus ojos de babilonio de La corte del Faraón. “Tendremos otra forma distinta de dirigirnos a ellos a cómo lo hacía el PP, pero no renunciaremos a lo esencial. Ellos lo saben”. ¿Algún cargo de segundo nivel para Podemos? “Eso no es descartable”, zanja. Le hablo de los ministros de esta nueva era. Borrell es desde luego un acierto, un tajo en la verbena de guirnaldas que se podían estar haciendo los indepes.

Otros, sin embargo, son como tirar de fondo de armario, de arcón de la abuela y de caricatura ya hecha. Empezando por Carmen Calvo, la que confundió el latinajo dixit con un ratón del Gato Gitano, la que dijo que el dinero púbico no es de nadie. “Carmen ha realizado una magnífica labor negociando el 155. Y controla muy bien todos los pasos jurídicos de la CE. Pretendemos dar imagen de solvencia. Ten en cuenta que será un gobierno corto o cortísimo. Hay que hacer mucho en poco tiempo”. E insiste: “Éste no es un gobierno de legislatura. Es un gobierno de emergencia”.

Para una emergencia, tampoco parece el mejor aval para Sánchez el modelo económico andaluz, le digo por María Jesús Montero, que además mete a Susana en el Consejo de Ministros. “Las cosas no son lo que parecen. Pedro necesitaba alguien que conociera bien el presupuesto en marcha. María Jesús lo conoce perfectamente. Además ella es una mujer con criterio propio. Recordemos que ya estaba con Chaves. Ha sido Pedro quién la ha reclamado”. Prefiero no recordarle las cifras macroeconómicas de Andalucía, campeona del paro tras casi 40 años de gobierno socialista. Ni preguntarle por las fotos en las que Montero sale con los imputados de los ERE, como rodeada de moscas del vinagre.

¿Cuál es el objetivo, pues, de este Gobierno “cortísimo” hecho a la vez de viejos roqueros, presentadoras del Un, dos, tres, menestrales de partido y empollones de olimpiadas matemáticas? “Desmontar parte de lo realizado por el PP y sentar las bases en cuatro o cinco temas: pobreza infantil, igualdad, ley mordaza, etc”. ¿Y el modelo territorial? “No dará tiempo a cambiar nada en tan corto espacio de tiempo. Generar un mejor clima de entendimiento, solamente. Insisto, es para un año y medio como máximo”.

Yo le hago ver que con cierta gente será difícil ese “clima de entendimiento”, al menos sin rendir el Estado de Derecho. “Habrá que intentarlo sin rendir el Estado de Derecho. Más difícil era echar a Rajoy”. Pero yo recuerdo los coros de Podemos, mientras Pedro caminaba por el Congreso como un rey zapaterillo o una reina de la vendimia. Y las fantasías de Gobierno débil que se hacen Torra y Puigdemont con risa y encorvamiento de Pierre Nodoyuna. A lo mejor el gobierno Frankenstein o zombi es una exageración. Pero el que Pedro adormezca a la jauría haciendo serenatas de guapo a las farolas es una fantasía.