Los últimos acontecimientos en España e Italia han producido algo de nerviosismo en los mercados, no obstante, confío que ni unos ni otros saquen los pies del tiesto y vayamos recuperando la normalidad.

Recientemente el bono americano a 10 años ha superado la barrera del 3%. Ha provocado numerosas reacciones alarmistas en prensa y medios en Estados Unidos. Como si el 3% fuera la barrera entre el bien y el mal, los medios urgían a su audiencia a llamar a su bróker, vender todas las acciones en cartera, deshacerse de su casa y comprar alimentos básicos para esconderse en un búnker a esperar a que la tormenta que está por llegar amaine.

La realidad es que estamos en un ciclo alcista de tipos de interés, que veníamos de unos niveles históricamente bajísimos, que la política monetaria se está normalizando especialmente en Estados Unidos. Aunque la Fed suba 3 veces los tipos todavía seguiríamos por debajo de los niveles históricos. En los tipos a largo, el bono a 10 años, la media histórica durante los últimos 50 años es el 6%, pero tomemos como media histórica un 4 ó 4,5%. No hay mucha diferencia entre un escenario con el bono al 2,97% o al 3,01%, la cuestión es si los tipos suben mucho más.

Hasta en Estados Unidos impera la noticia fácil y el alarmismo injustificado. Cierto es que hay un efecto nocivo por los tipos de interés altos. Perjudica a las empresas endeudadas al elevar sus costes de financiación, dificulta la inversión y la recompra de acciones. Empeora las valoraciones al subir el denominador. También sube la referencia con la que se calculan las hipotecas en Estados Unidos, lo que implica una reducción en las ventas. También tiene efectos positivos en los 5,3 trillones de activos reales inmobiliarios y en empresas con un excedente de caja, casualmente hay algunas bastante grandes, Apple, Alphabet, Cisco o Microsoft.

Es cierto que los tipos de interés altos tienen efectos nocivos, pero la economía americana sigue creciendo a velocidad de crucero

No alarmen a la gente, que la economía americana sigue creciendo a velocidad de crucero, con un paro por debajo del 4% y beneficios empresariales batiendo récords trimestre a trimestre. Es verdad que la volatilidad ha subido, pero entra dentro de lo razonable. También hay amenazas, la mayor la ola de posible proteccionismo, pero también el alza de los precios del petróleo. Un equilibrio inestable. Lo de siempre. Si no son esos factores serán otros.

Otro ejemplo interesante de lo engañosos que son los números si no se va al detalle es el precio de las acciones. Hace poco con el Ibex por encima de 10.000 había muchas acciones que estaban a un paso de sus máximos históricos. Este hecho también enciende las alarmas, suponen barreras psicológicas insuperables, no importa que la acción en cuestión tenga más beneficios, menos deuda y reparta más dividendos que en el momento del máximo histórico previo.

El efecto psicológico de pensar que una acción que cotiza a 100 está más cara que otra que cotiza a 10 es inevitable, obviamente no para los iniciados en la materia y los profesionales de las inversiones. Para facilitar las cosas a los vagos y haraganes los reguladores deberían hacer que las acciones empezaran a cotizar en base 100 y se ponderaran en función de sus beneficios del último año. Y que todos los años se reajustara de nuevo. Y que se hiciera en todos los países del mundo.

Esa medida facilitaría la vida a todos. La pena es que es una tontería de propuesta, y, que no importan los beneficios pasados sino los futuros, la generación de caja, la deuda y la buena gestión de los negocios. Lamentablemente no es tan fácil como comprar en mínimos y vender en máximos, los mínimos pueden convertirse en máximos y los máximos en mínimos. Tampoco el 3% en el bono americano es una cifra mágica que alguien dibujó en la arena. Eviten tanto la euforia como el pánico.

En definitiva, que no nos vamos a poder evitar el esfuerzo para identificar oportunidades de inversión, y, la suerte es que seguirá habiendo trabajo para los que nos dedicamos a esto, aunque lo fundamental sea siempre el sentido común. Suerte.