El procés independentista está al borde de saltar a un nuevo escenario, mucho más preocupante y peligroso para todos: el uso de la violencia. No me refiero a brigadas independentistas en busca de los que quitan lazos amarillos amenazando a disidentes de la causa, tampoco a los miembros de Mossos que siguen a día de hoy actuando como policía política y espían a los unionistas enemigos, entre ellos a quien escribe estas líneas. Me refiero a dar el paso hacia una violencia en mayúsculas.

En la Catalunya interior muchos pueblos se están organizando para actuar estos días conjuntamente con algunos Mossos de ideología claramente independentista. De los 17.000 Mossos que hay en el cuerpo, unos 4.000 no esconden su rechazo a la Constitución y el Estatut en sus redes sociales y hasta en algunas comisarías ondean esteladas y lazos amarillos. Son estos 4.000 Mossos armados, quienes, junto a miembros destacados de los CDR, están dispuestos a dar un paso al frente y acatar las órdenes que les dicte su President, que para ellos sigue siendo Puigdemont.

Cada CDR supervisa y controla a un grupo de entre 80 y 100 personas

Es cierto que en los Comités de Defensa de la República hay personas de todo tipo, también pacifistas que desean alcanzar la independencia desde la no violencia, pero se han infiltrado otros que ya están organizando células de acción, formando una red de ataque en caso de que se dé la orden. Según la información que me hacen llegar miembros de la seguridad del Estado, cada CDR supervisa y controla a un grupo de entre 80 y 100 personas. Según estos datos algunos de ellos se estarían entrenando en campos de Paintball y Airsoft.

A la vez se sospecha que a través de la frontera francesa se han introducido armas ilegales en España. Son células durmientes que se podrían estar preparando para actuar. En su hoja de ruta la escalada de violencia irá aumentando, primero con el 11 de septiembre, después con el aniversario del 1 de octubre y paralelamente con los procesos judiciales a los encarcelados y huidos.

Los miembros de la inteligencia del Estado destinados a infiltrarse en estos grupos han recibido la orden de abandonar sus puestos y han sido trasladados a otros lugares, concretamente al Campo de Gibraltar. Esto se ha llevado a cabo tras la llegada del nuevo Gobierno, se desconoce si como consecuencia de un pacto político previo entre partidos o fue una decisión unilateral del nuevo ejecutivo.

Los acontecimientos de los últimos meses no son más que la preparación previa al nuevo escenario en el que batallará el procés

Los acontecimientos de los últimos meses no son más que la preparación previa al nuevo escenario en el que batallará el procés. Las células de CDR tienen elaborados listados de unionistas, los clasifican en activos o pasivos. Los primeros, los que de forma ostentosa critican y combaten el independentismo, los otros, los que lo hacen silenciosamente financiando partidos unionistas o dando información a las fuerzas del Estado. Según su hoja de ruta, se actuará sobre estas listas en una siguiente fase.

Hasta ahora los CDR han aplicado los principios que Oriol Junqueras promueve, los de la no violencia. Su ideólogo falleció el pasado enero, Gene Elmer Sharp. Este norteamericano explicó con todo detalle en varios libros cómo derrocar una dictadura identificando qué instituciones sostienen el poder y desarmándolas. Siguieron sus pasos los serbios para expulsar a Milosevic, los tunecinos, georgianos o venezolanos. Hasta hoy se siguió este manual, a partir de ahora ya no.

De esta fase revolucionaria pasiva se quiere pasar a la activa

De esta fase revolucionaria pasiva se quiere pasar a la activa. Ya se han llevado a cabo reuniones para sensibilizar a los adeptos al procés acerca de la necesidad de pasar a la acción. Se les dice que sin una primera fase de violencia no ha triunfado nunca una revolución, se les hace entender que si se produce alguna baja es necesaria para conseguir el fin y alcanzar la República.

Son pocos, aunque simulan ser muchos más a través de falsos perfiles en redes sociales que multiplican sus efectos. Es una estrategia que necesita solo financiación económica, tampoco excesiva, y eso nunca fue un problema para los separatistas. Todos los partidos constitucionalistas y en eso incluyo a Podemos y al PNV deben parar los pies a una minoría violenta que pretende pasar a la acción. El procés ha dejado de ser una cuestión política para ser un problema grave de seguridad del Estado.