Con constancia Jobiana y agradable puntualidad, bien trimestral o bien semestralmente, la mayor parte de las empresas del orbe tiene la simpática costumbre de presentar al mundo los resultados de su labor fabril en un acto -no pocas veces rodeado de un exceso de teatralidad y expectación mediática injustificadas – que se suele titular como presentación de resultados trimestrales y/o semestrales. Una práctica que, en principio, supone un ejercicio de transparencia por parte de las compañías y permite a sus inversores hacerse una idea puntual de cómo están evolucionando los negocios de la sociedad de turno así como el acceso a la información más completa y actualizada sobre los mismos.

Desde que el mundo se volvió global -precisar la fecha del momento exacto es discutible aunque podríamos decir que desde mediados de los años 90 en los que la generalización de Internet hizo volar por los aires las barreras de la información- los resultados empresariales de las compañías europeas y americanas se publican al mismo tiempo.

La mayor parte de las empresas tiene la simpática costumbre de presentar los resultados en un acto rodeado de un exceso de teatralidad

El grueso de compañías a ambos lados del Atlántico, hacen públicas sus cuentas durante 4-6 semanas cada trimestre. Los resultados del primer trimestre del año se suelen publicar desde mediados de abril hasta finales de mayo; los del segundo trimestre del año, desde mediados de julio a finales de agosto; los del tercer trimestre desde mediados de octubre a finales de noviembre, y los del último trimestre del año, desde mediados de enero a finales de febrero.

Las empresas americanas suelen presentar resultados algo antes que las europeas. Su calendario se mueve con una o dos semanas de antelación, siendo los jueves los días en los que se concentra la mayor actividad de publicación. El horario de presentación de los mismos no es fijo aunque en Europa suele ser matutino y en EEUU, vespertino.

En cualquier caso, durante un mes y medio al trimestre aproximadamente, prensa, analistas, estudiosos, inversores y gurús se rebanan los sesos por estimar, y ya en un alarde adivinatorio acertar, si los resultados que van a ser presentados por las compañías serán mejores o peores que los estimados por todos ellos.

Durante un mes y medio al trimestre, prensa, analistas, estudiosos, inversores y gurús se rebanan los sesos para adivinar las cifras

Ex ante, todo el mundo hace sus quinielas y quién más quién menos fía la verificación de sus apetencias inversoras de corto o largo plazo a la publicación de unos resultados que verifiquen su olfato y acierto en los valores que conforman su portafolio de acciones. Cosa que se suele producir con bastante frecuencia, pues los resultados -salvo contadas excepciones- suelen igualar o mejorar a los del consenso analítico inversor e ir acompañados por unos informes de futuro comportamiento de los mismos que prometen beneficios y toda suerte de parabienes para el porvenir de la empresa cotizada.

El acierto consistente de los resultados empresariales no es fruto de la sabiduría universal de los inversores o de los analistas -al menos no en su totalidad- sino más bien al denominado efecto Tom Sawyer que consiste en que las propias compañías tienden a mostrarse extraordinariamente prudentes, incluso, negativas, en sus previsiones sobre la evolución de sus negocios, para que resulte más fácil conseguir resultados que superen dichas expectativas o previsiones, y el movimiento de la acción tienda a ser positivo. Así, estarán ustedes de acuerdo, lo más fácil es no equivocarse.

Para mayor abundancia, lo importante y lo que realmente provoca el movimiento de las acciones (y por tanto, de los índices bursátiles), no estriba en que los resultados sean buenos o malos, si no en si son “mejores” o “peores” de lo esperado. Y, vaya por Dios, se suelen empecinar en ser mejores y en coincidir con los analistas. Un 75% de las veces en Bolsa americana, por poner un ejemplo.

Lo importante y lo que realmente provoca el movimiento de las acciones es sin los resultados son mejores o peores de lo esperado

Ex post, la presentación del desfile de resultados -que no deja de ser una foto bastante contundente de cómo ha ido el negocio en el período analizado y apunta el comportamiento futuro del mismo- afecta en el corto plazo al precio de las acciones al alza o a la baja sobre todo si va acompañada de una conferencia para analistas y público en general por parte de algún directivo de la compañía.

En este punto, el papel de la legión de analistas de las casas de inversión si es primordial pues suelen sacar informes sencillos y claros en los que sus implacables flechas verdes o rojas o sus pulgares alcistas o bajistas derivan en decisiones de inversión guiadas por sus recomendaciones.

En resumen, las presentaciones de resultados, las previsiones sobre las mismas y su verificación o posterior negación, son aspectos que pueden incidir en la vida a corto plazo de la acción o empresa de turno. Lo fundamental se encuentra en que, fruto del crecimiento macroeconómico y de la propia gestión y actividad de las empresas, estás registren un crecimiento de sus beneficios año tras año (o caída), y eso finalmente sea lo que se cotiza en el precio de sus acciones a largo plazo.

Lo otro es ruido y forma parte de la función que desempeñan algunos actores secundarios del gran teatro en el que se han convertido los mercados financieros desde que la información, la desinformación, los intereses creados, las estimaciones inspiradas y los rumores viajan a mayor velocidad que el estudio -preferentemente durante décadas- profundo, independiente y sosegado de la compleja vida de las compañías.


Carlos de Fuenmayor es Director Negocio Institucional Merchbanc- Barcelona @cdefuenmayor