Lo hemos conseguido. No ha sido fácil. Cerca de diez años sin bajar los brazos. Parece que fue ayer. Recuerdo aquella primera huelga de jueces en el año 2009, todo miedos e incertidumbre. Al año siguiente fue el manifiesto por la despolitización y la independencia judicial del juez Ernesto Manzano. Luego la crisis económica fundió muchas esperanzas, pero la carrera judicial supo encontrar su sitio: la lucha continuó firme pero callada. Fue el momento de la Comisión Nacional de Seguridad y Salud, de la Comisión de Igualdad y de buscar el reconocimiento de los derechos a través de reclamaciones judiciales. Jueces demandando a jueces.

No hemos abandonado. En los duros momentos alguien me recordó que la paciencia todo lo alcanza. Cuando todo empezó no entendíamos por qué no llegábamos a la opinión pública. Por qué la ciudadanía no se ponía de nuestra parte en la denuncia de falta de independencia del Poder Judicial en España. Parecía que a nadie le importaba que el sistema judicial español estuviera enfermo en sus entrañas. La transición estaba inconclusa. No puede haber democracia sin división de poderes.

Pero las causas justas triunfan, y poco a poco, jueces y fiscales conseguimos que la opinión pública y publicada mirara hacia este problema. La actual renovación del Consejo General del Poder Judicial ha permitido que todo estalle por los aires. Las intencionadas filtraciones de candidatos desde partidos políticos y la Vicepresidenta del Gobierno de España, anunciando el presidente del CGPJ antes de ser elegidos sus vocales, puso todo patas arriba. Dívar 2.0 y la traición del WhatsApp. Torpeza, traición o espionaje. Negro sobre blanco, ¡controlar al Supremo por detrás! Ya teníamos la prueba para no perder en juicio.

Ahora sí; periodistas y opinadores están ayudando a que la calle ponga por fin en el cuello de la partitocracia la soga que durante diez años hemos tejido los jueces con hilos de honestidad y sentido de Estado

Sí, repito, lo hemos conseguido. Los representantes del tercer poder del Estado hemos conseguido que ya nadie aplauda este sistema de designación de los vocales judiciales del CGPJ. Incluso un partido político se ha caído del caballo en un traumatismo mucho mayor que el que sufrió el de Tarso. Quizá sólo por oportunidad política, pero España está a punto de derribar el monumento al pasteleo judicial. Ahora sí; periodistas y opinadores están ayudando a que la calle ponga por fin en el cuello de la partitocracia la soga que durante diez años hemos tejido los jueces con hilos de honestidad y sentido de Estado.

¿Y por qué los jueces? Porque la carrera judicial es democrática, no por su selección, sino por aplicar la ley que emana del poder legislativo. Ser demócratas juicio a juicio, sentencia a sentencia, imprime carácter. Una carrera joven, que no vivió la dictadura franquista y que sólo admite estar sometida al imperio de la ley.

No conseguirán solucionar el problema catalán desde las cloacas del Estado

Lo de la actual renovación del CGPJ no se podía/puede permitir. Ya no era elegir el órgano de gobierno de la carrera judicial. Ahora, sin pudor, en el cambalache político estaba en juego el Tribunal Supremo y el juicio más importante al que se enfrenta España en sus cuarenta años de Constitución. Y muchos dicen que nada de esto es casual, que no han sido los jueces, que los partidos políticos interesados en solucionar “el procés” han dinamitado la justicia desde dentro. Puede ser, yo soy de los que piensa que a estas alturas ya nadie nos salva de una condena del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Pero si es así, la torpeza es mayúscula. No conseguirán solucionar el problema catalán desde las cloacas del Estado. Si no tienen capacidad para resolverlo desde el acuerdo político y la legalidad, será el principio del fin del Estado español.

Pues sí, diez años, cerca de diez años. Nada se consigue de un día para otro. Sin mayorías , sin buscar el cobijo del poder. Desde un concepto de asociacionismo judicial que se acerca al de “lobby empresarial”: lo importante no es ser influyente, sino influir en los influyentes. Sin manchas en la toga.

Para mí ha sido un ejemplo de vida, irrepetible. Me he dejado en ello mucho tiempo y esfuerzo y más de un puñal de dolor, pero creo que ha merecido la pena. Ya nadie duda que la falta de independencia judicial es un problema que se debe resolver apartando a los partidos políticos de las decisiones judiciales.

Termino. Gracias amigos. Gracias a los que habéis estado allí estos diez años. No habrá “raimundas”, pero nos quedará la satisfacción del “yo estuve allí”.

*Antonio Jesús Rodríguez Castilla es Magistrado de Foro Judicial Independiente.