Si uno quiere denunciar que el Estado es una leprosería que nadie ve, lo mejor es fabricarse uno mismo la lepra, que es como fabricarse la santidad artesanalmente, con los clavos de casa. Jordi Sánchez y Jordi Turull, primero, y luego Josep Rull y Joaquim Forn, han empezado una huelga de hambre para hacerse santos tenebristas azotados por las sombras, para alcanzar la verdad por el método siempre falso de la llaga, que no contiene nada de verdad. Todo esto es muy católico, muy feo y muy sentimental, o sea muy valleinclanesco y muy español. Como el ciego falso, como el piadoso vicioso, como el glotón de potaje de cuaresma. Van a castigarse el cuerpo cándidamente como nunca lo castigarían las cárceles polideportivas y acolchadas en las que están, van a aplicarse ellos mismos la injusticia que nunca les aplicará el Estado, aunque sea eso lo que ellos deseen.

En el procés llevan agujereándose el estómago y desmayándose místicamente, de pura vanidad o lujuria, desde el comienzo. Se robaban ellos solos para hacerse los robados, se tiraban por las escaleras ellos solos para hacerse los magullados, se contaban ellos solos para hacerse los demócratas, y así en este plan, todo el tiempo. Ahora, están dispuestos a morir ellos solos para hacerse los asesinados, a matarse con el otro si se muere, o viceversa, en plan amor desgarrado de Sabina. Turull hasta ha llegado a firmar su testamento, un testamento como el de San Francisco, lleno de hermandad con el esparto y las arañas. Por supuesto que nadie morirá, pero harán música con sus costillas y piedades en sus catres, y una larga cola de ayunantes solidarios y panaderos ázimos formarán corte de viudas apócrifas y plañideras inconclusas. El mismo Torra va a ayunar 48 horas, de manera ejemplar y suficiente, como un papa de retiro, como un yogui de exposición.

El hambre de un pueblo que no tiene hambre es la metáfora perfecta para unos mártires que se pintan las llagas y los leones

El hambre de un pueblo que no tiene hambre es la metáfora perfecta para unos mártires que se pintan las llagas y los leones. Cómo no va tener razón alguien que pasa hambre voluntariamente, que puede morir a la orilla de un caldo. Cómo no va a tener razón Gandhi, con su rueca de Parca, con su esqueleto de sombra chinesca, con su nuez desatornillada. Ser Gandhi comprándose las sandalias de Gandhi, como el que se compra las zapas de LeBron, es una proyección demasiado infantil. Aunque no hay por qué pensar en Gandhi. Se puede pensar en el etarra De Juana Chaos, que también hizo huelga de hambre y luego se le transparentaba la calavera que siempre tuvo en el alma.

Se hacen la cama de la muerte, y eso impresiona como los ataúdes vacíos y abiertos, que invitan igual que los precipicios. Cómo no va a tener razón alguien a quien acompaña el perrillo de la muerte, la muerte canina, con su temblor mojado. Pero no. Ellos no tienen ni razón ni hambre. Fabricarse el hambre, la patria, el agravio, la hiel, el enemigo, les cuesta el trabajo de cada día, les agota cada día más que el hambre misma. Ellos no sufren hambre ni persecución, no son versículos bíblicos vivos. Sólo se han encontrado con la civilización viniendo de sus montes mitológicos. Si no hay hambre se fabrica. Como una raza, como un consuelo, como una vanidad, como un sentido.