Felipe González, que sigue siendo un referente para el socialismo español, lanzó este jueves un vídeo en la web de la Fundación que lleva su nombre: "No necesitamos relatores".  El ex presidente del gobierno se sumó así a la retahíla de dirigentes del PSOE  (Emiliano García-Page, Soraya Rodríguez, Javier Lambán, José María Barreda, Elena Valenciano, ...) que han alzado su voz contra la vergonzosa cesión de Pedro Sánchez a las exigencias de los independentistas catalanes.

Las costuras del PSOE se tensan y amenazan con romper un partido que vive su peor momento desde la restauración de la democracia. Sánchez lo ha supeditado todo a un proyecto de poder personal que consiste en mantenerse en Moncloa al precio que sea. Lejos quedan sus declaraciones de principios de no hace tanto tiempo: "No pactaré con los populistas"; "no pactaré con los que pretenden romper España". Pues bien, ahora sus aliados son precisamente los populistas (Podemos) y los que quieren romper España (los independentista catalanes).

El presidente está cometiendo un gravísimo error que le terminará pasando factura: considerar que puede seguir liderando una coalición anti PP que le de la mayoría en el Congreso independientemente del respaldo que sume el PSOE.

Creía que el apoyo de populistas e independentistas era a beneficio de inventario, que le querían a él simplemente para evitar a la derecha en el poder, y ahora se está dando cuenta de que ese respaldo tenía un precio. Y muy alto por cierto.

Gobernar con 84 escaños es muy complicado, porque la coalición que apoya al gobierno aprovechará cualquier oportunidad para obtener ventajas: así ha sucedido con la aprobación de los presupuestos.

El presidente ha ignorado al partido y ahora se enfrenta a una rebelión interna. Si el 26-M el PSOE sufre un descalabro, los cabecillas de la revuelta pedirán su cabeza

Pero, aun con todo, lo peor que le puede suceder a Sánchez es que su partido comience a verle como un peligro para la propia subsistencia de la organización. La rebelión de los barones y de líderes ligados a la vieja guardia del PSOE es, sobre todo, un movimiento de autodefensa y por la subsistencia del partido. No sólo se trata de que los defenestrados le estén pasando factura, sino que los que van a presentarse a las elecciones municipales y autonómicas consideran que para ganar tienen necesariamente que marcar distancias con su secretario general.

En tan sólo unos días Sánchez ha dilapidado gran parte de su capital político, basado en devolver el poder a la militancia y en revitalizar la vida interna del PSOE. Señalando con el dedo a Pepu Hernández como candidato a la Comunidad de Madrid ha liquidado la neutralidad que él mismo reclamaba a la gestora del partido en las primarias que le ganó a Susana Díaz. Ahora, con la aceptación del "relator" que pedían los independentistas, no lo olvidemos, para tratar sobre la autodeterminación de Cataluña, ha ignorado al partido en su conjunto. Cuando la vicepresidenta del gobierno afirma que los líderes socialistas que han cuestionado la figura del "relator" "carecen de información" no está haciendo sino confirmar ese desprecio por la organización.

¿Acaso no hubiera sido apropiado convocar al Consejo Territorial del PSOE -como ha pedido el presidente castellano manchego- para tratar orgánicamente un asunto que va a tener repercusiones evidentes en la relación del resto de las autonomías con el gobierno central? ¿Qué significa que Sánchez y Calvo hablen ahora con toda naturalidad de la "bilateralidad" entre el Gobierno y la Generalitat? ¿Habrá alguna vez relación bilateral entre el Gobierno y Castilla-La Mancha? ¿Serán también necesarios relatores para otras autonomías?

Susana Díaz ha justificado la pérdida del poder en Andalucía a manos de la derecha precisamente en las cesiones hechas por Sánchez a Cataluña. Por el momento, no ha dicho nada sobre el "relator", pero no hace falta ser adivino para imaginárselo. Díaz no ha dado su guerra por perdida y conserva esperanzas de que, algún día no muy lejano, pueda tomarse la revancha contra Sánchez.

Si a todo ello sumamos las tensiones internas en el gobierno, con Josep Borrell como referente de los que creen que el presidente está yendo demasiado lejos, tendremos un panorama bastante aproximado del resquebrajamiento que amenaza al partido y que pone en la cuerda floja al presidente.

Si los gobiernos siempre han tendido a ningunear a sus partidos, en el caso de Sánchez lo que se ha dado es la anulación completa del partido. Ferraz no pinta nada. Pero, además, dentro del gobierno, las decisiones importantes se toman en un grupo muy reducido. El inner circle del presidente se reduce a la vicepresidenta Calvo, a su jefe de gabinete Iván Redondo y, en ocasiones, al ministro de Fomento José Luis Ábalos.

Sánchez ha asumido una política de alto riesgo que puede poner a su partido al borde del colapso. Si el PSOE sufre un descalabro el 26 de mayo, no hay que descartar una revuelta en el partido pidiendo su cabeza.