¿Cómo se va a defender algo que se desconoce? Acierta Ciudadanos con la propuesta de que la Constitución sea conocida por la sociedad española. Siempre he defendido, frente a la opinión mayoritaria, que la problemática política y social actual en los países avanzados no radica tanto en la actuación de unos u otros políticos (que, cierto es, en demasiadas ocasiones deja mucho que desear) sino en la falta de concienciación democrática de la ciudadanía, de la inmensa mayoría de ciudadanos, más interesados en "realitys et circenses" que en el desenvolvimiento de la vida pública, en el fortalecimiento del acontecer democrático.

No fue este el caso de la generación de españoles que supieron traer la democracia a España, aprobando la Constitución de 1978, desarrollando la misma, apostando por la conciliación, por el acuerdo, por el bien común. Tristemente ahora, algunos dirigentes, nietos de aquellos, reniegan de su obra. Duele decirlo, pero esta actitud actual me recuerda a la característica más destacada del “hombre-masa” orteguiano, a aquel “niño mimado”, desconocedor de la historia, acrítico consigo mismo, redefinido tanto dentro de su propia vulgaridad como de la ajena, que observa como natural el cumplimiento de todos sus deseos vitales y no valora, no agradece los esfuerzos que han hecho posible esa existencia placentera.

Las que siguen son palabras del filósofo, escritas en 1930, vísperas de una nueva hecatombe convivencial: “Mi tesis es, pues, esta: la perfección misma con que el siglo XIX ha dado una organización a ciertos órdenes de la vida, es origen de que las masas beneficiarias no la consideren como organización, sino como naturaleza. Así se explica y define el absurdo estado de ánimo que esas masas revelan: no les preocupa más que su bienestar, y, al mismo tiempo, son insolidarias de las causas de ese bienestar. Como no ven en las ventajas de la civilización un invento y construcción prodigiosos, que sólo con grandes esfuerzos y cautelas se pueden sostener, creen que su papel se reduce a exigirlas perentoriamente, cual si fuesen derechos nativos”.

No les preocupa más que su bienestar. Son insolidarios con las causas del mismo. No ven la democracia, sus derechos y deberes como algo logrados con mucho sufrimiento, sino que lo consideran "derechos nativos". Algunos creen que han superado ese estadio evolutivo; desprecian la obra de sus mayores. Son los mejores. Sin duda alguna, con ese afán entre cainita y adanista, rompen con todo lo anterior y no luchan por mantenerlo y mejorarlo.

Frente a ese hombre-masa ingrato, egocéntrico, ignaro, creo que hay que seguir defendiendo la democracia representativa occidental, la única que existe, nuestra democracia constitucional. Y la mejor manera de hacerlo, como insistiera Rudolf Smend, pasa por la necesaria integración del ciudadano en el sistema constitucional. La democracia es un sistema totalmente artificial, que si no se explica al ciudadano, no se entiende. La imposición del fuerte sobre el débil; la tendencia orgullosa de que todos deben pensar lo que uno piensa; el desprecio a lo que opinen los demás, debido a motivos culturales, raciales o de sexo... todo ello tan irracional, se me antoja más sencillo de entender y de "sentir", que asumir que "el otro" puede tener razón.

De ahí la relevancia de que se expliquen los rudimentos básicos del sistema constitucional a todos los ciudadanos, algo que no se hace ¡ni siquiera en la universidad! Así nos va...los ingenieros, matemáticos o biólogos también "creen" que saben, que son competentes, cívicamente hablando...; pero como aquél Rey calderoniano que citaba en el artículo anterior, también viven "con ese engaño".

Y es que el desconocimiento constitucional y, por ende, democrático, la desafección política no se da solo en la vulgaridad generalizable de una sociedad tantas veces banal; también existen muchos, digamos, "sabios técnicos-ignorantes políticos" que tampoco aportan al sostenimiento de una democracia que, siempre ha sido así, goza de una "mala salud de hierro". Mimarla, cuidarla, mejorar dicho estado de salud, aportando mejoras, apuntalando instituciones, es obra de todos… Y casi todos nos echamos a un lado.

Y si esto no cambia, si no conocemos nuestra realidad constitucional, si no nos concienciamos de nuestra vertiente política democrática, empezará a incumplirse la ley, posteriormente explosionarán nuestras instituciones… y con ellas, nuestros derechos y libertades. Ojalá que no sea así y bienvenida sea cualquier iniciativa que nos haga ser a los españoles de 2019, la mitad de sensibles hacia la política, hacia la democracia, que los que la trajeron hace tan solo cuarenta años. Y que el esfuerzo de aquellos sirva para que, pasando por nuestra aportación cívica, la convivencia de las nuevas generaciones transcurra en libertad.


José Manuel Vera Santos es catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad Rey Juan Carlos y editor de www.constitucionparatodos.com