Pedro Sánchez puede seguir pidiendo su colaboración a PP y a Ciudadanos pero lo cierto es que lo que se va viendo de sus inclinaciones apunta a derroteros bien distintos. En cuanto se conozcan los pactos que cierren el próximo gobierno de Navarra tendremos la constatación de lo que ya se viene barruntando en Cataluña, donde el PSC ha llegado a acuerdos con las fuerzas independentistas para gobernar con su apoyo o para apoyar a los candidatos tanto de JxCat como de ERC. Una prueba palmaria de lo dicho es lo sucedido en Badalona, la cuarta ciudad de Cataluña en términos de población.

En Badalona ganó las elecciones municipales Xavier García Albiol pero el alcalde es desde el sábado 15 de junio el socialista Álex Pastor con los votos de ERC, JxCAt, Podemos y la CUP. Ése es el caso más llamativo porque es el único en que un candidato del Partido Popular, por lo tanto de un partido constitucionalista, tuvo alguna posibilidad de hacerse con la alcaldía, lo cual hubiera sucedido si el Partido Socialista hubiera sumado sus 7 concejales a los 11 que había conseguido Albiol. Pero en este caso, como en otros más de 40, el PSC ha aupado a la alcaldía a candidatos tanto de ERC como de JxCat y, en sentido contrario, numerosos alcaldes socialistas lo han sido gracias a los votos de los dos partidos independentistas.

Por lo tanto, la proximidad  entre el PSC y las formaciones que pretenden romper España es un hecho indiscutible que se puede comprobar con sólo asomarse a la constitución de los ayuntamientos catalanes. Y no se tienen noticias de que desde Ferraz se haya hecho la más mínima crítica o se haya planteado la más mínima objeción a la consecución de unos pactos, que son municipales, sí, pero que no por eso dejan de avalar la buena disposición del partido en el Gobierno a acercar posturas con aquellos a quienes se supone -a tenor de las declaraciones públicas y las confesiones privadas hechas por los dirigentes del PSOE y los círculos próximos a Pedro Sánchez- que no quieren acercarse bajo ningún concepto los socialistas.

Vox es un partido de la derecha radical, nacionalista español, pero no es una formación que aplauda a los asesinos de más de 800 españoles, cosa que sí es Bildu

Lo sucedido en Cataluña desmiente las protestas de Pedro Sánchez en el sentido de pretender conseguir su investidura sin estar en deuda con los independentistas catalanes, los nacionalistas vascos y los proetarras de Bildu. Pero la prueba del nueve va a estar en Navarra, donde ha ganado las elecciones el candidato de Navarra Suma con 19 diputados pero que puede ser desbancado por la candidata socialista siempre que cuente con los votos del PNV (Geroa Bai) y, atención, con la imprescindible abstención de Bildu.

Si Pedro Sánchez cede ante la determinación de su candidata María Chivite y le permite acceder a la presidencia de la Comunidad Foral debiéndole la silla a la formación proetarra estará definitivamente claro por dónde quiere conducir a España durante la legislatura. Y es una maniobra destinada al fracaso el argumento sacado en los últimos días por el PSOE en el sentido de equiparar a Bildu con Vox.

"¿Por qué critican al PSN por aceptar la abstención de Bildu quienes están dispuestos a pactar con Vox para formar gobierno en muchas plazas de España?" se dice desde Ferraz y desde las vecindades de La Moncloa. Es una pregunta tan escandalosa y desvergonzada que casi no merece ni respuesta, pero resulta obligado darla: Vox es un partido de la derecha radical, un partido nacionalista español, pero lo que no es de ninguna manera es una formación que aplauda a los asesinos de más de 800 españoles, cosa que sí es Bildu y no hay nadie que pueda desmentir esa realidad. Una comparación así resulta desagradablemente obscena y lo que de verdad denuncia, por su mera formulación, es que los socialistas están ya dispuestos a someterse a la aprobación por omisión de los proetarras para alcanzar el gobierno de Navarra.

Si Pedro Sánchez acepta -y ya ha aceptado que un miembro de Bildu ocupe la secretaría segunda de la Mesa del Parlamento navarro, que además va a estar presidido por el líder de Geroa Bai, la marca navarra del PNV- que Navarra se rija por una socialista que dependa en su gestión de los próximos cuatro años de los votos que le proporcionen por acción u omisión los diputados de un partido que nunca ha condenado los asesinatos de la banda terrorista y que participa en los homenajes que se hacen a los asesinos que salen de las cárceles tras cumplir sus condenas, no habrá ya nada que hablar sobre la responsabilidad de Ciudadanos en la votación de investidura.

Cierto, es posible que si Albert Rivera le hubiera ofrecido una mínima esperanza de apoyo, quizá Pedro Sánchez no habría optado por tirar por la calle de enmedio, que es la que puede echarle definitivamente en brazos de ERC, PNV y demás partidos menores. Porque ése es exactamente el riesgo que corremos los españoles y que se va a sustanciar en las próximas semanas.

Si Pedro Sánchez permite que María Chivite acceda a la presidencia gracias a la abstención de Bildu, el líder de Ciudadanos ya tendrá cortado a su medida el argumento para justificar la negativa a su abstención en la investidura del candidato socialista a la presidencia del Gobierno. Lo que no está claro es qué habría sucedido si el líder de Ciudadanos no se hubiera empeñado en provocar que se cumplieran sus augurios, formulados mucho tiempo antes de que lo que él anunciaba como un hecho indiscutible - es decir, que Sánchez había ya pactado con los independentistas- fuera una realidad.

Ciudadanos ha perdido su lugar preeminente en Cataluña y ha acabado reforzando a Casado con los pactos tras las autonómicas y municipales

Es seguro que Albert Rivera recibirá aliviado la noticia del pacto de Navarra con la ayuda de los proetarras porque eso le librará del peso de las enormes presiones que está recibiendo desde que se celebraron las elecciones generales el 28 de abril, pero eso no le libra de su responsabilidad en la orientación política que vaya a tener la legislatura que está a punto de empezar. Porque siempre estuvo en su mano evitar que ocurra lo que tiene toda la pinta de que va a ocurrir.

Ciudadanos ha subido en apoyos en las elecciones generales pero ha fracasado en dos aspectos cruciales para su futuro. Para empezar, ha perdido su lugar preeminente en Cataluña, donde después de haber sido la primera fuerza en las elecciones autonómicas catalanas, no ha conseguido ni un solo alcalde en estas elecciones municipales y donde su presencia se ha desdibujado por culpa de una estrategia errónea: sacar de Barcelona a su mayor activo, Inés Arrimadas, para traerla al Congreso de los Diputados donde su fuerza se ha diluido porque es ya solamente una más entre los distintos portavoces de los distintos grupos parlamentarios.

Eso por un  lado. Y por otro, no solamente fracasó en las elecciones generales en su propósito de arrebatarle al PP el liderazgo del centro derecha sino que ha acabado reforzando a Pablo Casado con los pactos cerrados tras las elecciones autonómicas y municipales.

Si además no ha sido capaz de entender el beneficio político que hubiera supuesto a medio y largo plazo para él y para su partido el haberle cerrado el paso a la opción de Pedro Sánchez de recurrir a los votos de los independentistas para sacar adelante su investidura como presidente del Gobierno, hay que concluir que nunca tantos votos valieron para tan poco.

Esta sí que va a acabar siendo una amarga victoria, más que nada por lo inútil que va a resultar.