Ya tenemos fecha para que dé comienzo el pulso que va a librar Pedro Sánchez con las distintas fuerzas políticas que hoy por hoy le niegan el apoyo a su investidura. De aquí al 23 de julio quedan tres semanas en las que comprobaremos cuál es la estrategia elegida por el presidente del Gobierno en funciones.

Es decir, si piensa esperar sentado a que todos los demás se achicharren bajo las presiones procedentes de todos los ámbitos de poder y sin dar él un sólo paso al frente en el sentido de ofrecer algo a alguien, cosa que todavía no ha hecho, o si, por el contrario considera que ha llegado el momento de mover ficha y hacer propuestas a aquellas formaciones con las que pueda estar interesado en compartir responsabilidades de gobierno.

Si no hace nada, si aguanta el tipo sin mover un músculo, que es lo que ha hecho hasta ahora, eso querrá decir que está interesado en acudir a una repetición de elecciones de las que piensa obtener beneficios electorales. Pero ese es un cálculo arriesgado en la medida en que una más que previsible abstención de un electorado harto de que se le utilice como munición entre partidos acabe dando la vuelta a los resultados de hoy.

Sobre todo, porque es muy probable que esa abstención se pudiera dar más entre los votantes de izquierda que entre los de derecha que tienen todavía unas cuantas cuentas que ajustar con determinados partidos y su comportamiento reciente. De modo que Sánchez se arriesgaría, si fuera ésta su apuesta, a perder la partida de su vida.

Las previsiones sobre el incremento de los apoyos a los dos  partidos tradicionales, PSOE y PP es muy verosímil

Las previsiones de los institutos de opinión sobre el incremento de los apoyos a los dos  partidos tradicionales, PSOE y PP es muy verosímil habida cuenta de que ninguno de los pequeños partidos surgidos a uno y otro costado de cada uno de los dos grandes está cumpliendo con la función para la que nacieron, que era la de influir decisivamente en las decisiones de gobierno en todos los niveles de la administración.

En lugar de eso, Podemos se empeñó primero en su objetivo de "asaltar los cielos" por el procedimiento de sobrepasar al PSOE robándole masivamente los apoyos de sus votantes tradicionales. Y no sólo ha fracasado en su intento sino que está en caída libre en cuanto a número de votos obtenidos y ha tenido que lidiar con abandonos tan notables como los de Íñigo Errejón o Ramón Espinar entre otros muchísimos que han desangrado a un partido que está siendo dirigido de manera caudillista por la pareja Iglesias- Montero, en su último error hasta la fecha.

A Ciudadanos le ha pasado algo parecido en el ámbito del centro derecha. Nació en Cataluña para luchar contra el independentismo, apostó luego por combatir en el ámbito nacional, creció muy notablemente en apoyos y a partir de ahí su líder Albert Rivera soñó con su particular "asalto a los cielos" que suponía que conquistaría a base de sobrepasar al PP para hacerse con el cetro de la derecha española.

Tampoco Ciudadanos lo consiguió y ahora, habiendo abandonado a la formación política en Cataluña a su suerte, no sirve de momento tampoco para impedir que Pedro Sánchez acabe pactando con los independentistas porque se niega en redondo a reeditar el pacto que ya alcanzó y rubricó con el propio Sánchez en febrero de 2016.

No cumple, por lo tanto, ninguno de los dos cometidos que le habrían encomendado sus electores: impedir la influencia de los independentistas en la gobernación de España  y ejercer un papel de moderación en esa gobernación a través de los pactos. Y, como en Podemos, su líder ha caído en el error de rodearse de sus fieles con fe inquebrantable en sus dotes y capacidad e invitar a los disidentes a buscar otro partido porque en Ciudadanos parece que ya sobran.

Da toda la impresión de que la merma de los apoyos a Vox va a seguir en aumento

Por lo que se refiere a Vox, da toda la impresión de que la merma de sus apoyos, constatable a lo largo de las tres últimas elecciones españolas -12% en las andaluzas, 10% en las generales, 6% en las municipales y autonómicas- va a seguir en aumento si convierte al final en hechos las amenazas de impedir que gobierne la derecha en Murcia y, sobre todo, en Madrid. Eso les acabaría destruyendo como opción política fiable y los reduciría a la condición de partido residual e irrelevante.

Con  todas estas variables, y con la formación del gobierno de Navarra todavía abierta -tiene como límite el 26 de agosto para elegir al presidente de la Comunidad Foral- Pedro Sánchez se lanza a la arena de la investidura sin haber hecho hasta el momento más movimiento que el de ofrecer a Pablo Iglesias algunos puestos de segunda categoría en la Administración central.

Naturalmente, dejar a los contrincantes cocerse en sus propias necesidades y al mismo tiempo en sus propios riesgos para ver como se comportan llegada la hora de pulsar el botón del voto en la sesión de investidura es muy peligroso si lo que pretende es salir elegido en la segunda votación.

Es de prever, por lo tanto, que a partir de su regreso de Bruselas, el presidente del gobierno en funciones inicie una frenética ronda de negociaciones que le permitan salir airoso en primera instancia en su elección como jefe del Ejecutivo.

Vistas las posiciones de uno y otro partido, ahora lo toca a él hacer lo que no ha hecho hasta ahora: ofrecer pactos a uno u otro lado del espectro político. En definitiva, le ha llegado la hora de mojarse y enseñar sus cartas en el sentido de optar por el centro derecha o, en sentido contrario,  por la izquierda más los independentistas para conformar un apoyo que vaya más allá de la investidura y se extienda a los cuatro años de la legislatura.

Ha llegado el momento de retratarse. Y el momento es éste y no  el de unas hipotéticas próximas elecciones que no se sabe que pueden deparar en términos de abstención masiva, que es la única vía que les queda ya a los ciudadanos para mostrar su protesta por lo que constituiría, de confirmarse esa posibilidad, una tomadura de pelo en toda su intolerable extensión.