José Luis Martínez-Almeida no nació para ser alcalde, sino para ser lo que es, abogado o agregado diplomático, si me apuran hasta sacerdote. Pero lo de ser alcalde aún se pellizca para creérselo. Maneja la ironía como pocos y se crece ante el público como tantos hombres bajitos, invisibles para la mayoría hasta que un día alcanzan el poder. Ha cambiado su moto Yamaha con la que iba a todas partes, por su coche oficial, aunque solo en ocasiones. Y lo primero que pensó al llegar al edificio de Cibeles donde está la sede municipal fue en quitar la pancarta de Welcome Refugees, y poner otra, que aún no ha colocado pero que tiene en mente con el slogan Welcome Inversores. Su mente es más pragmática que ideológica, más eficiente que trascendente.

Llega con una gran ventaja al Ayuntamiento de Madrid, no sabe hacer magdalenas, aunque coincide en algo con Manuela Carmena: ninguno de los dos son lo que parecen.

Ella cultivaba el aspecto de abuelita perfecta, austera, educada y moderada, cuando su entorno familiar nada en riqueza, no tiene sentido del humor y lo último que le dijo a Martínez-Almeida antes de dejar su despacho fue: “Espero que hagas una declaración pública sobre lo gilipollas que has sido conmigo”. Esta frase se la soltó como un bofetón tras la reprimenda acerca del despacho, si volvería a usar el de Gallardón. Y les anuncio algo, no se marcha a casa a descansar, Manuela Carmena quiere volver a la escena pública y su deseo sería ocupar el cargo de Defensor del Pueblo.

Lo último que le dijo Carmena a Almeida: “Espero que hagas una declaración pública sobre lo gilipollas que has sido conmigo”

Mientras Carmena asume su fracaso político, un desconocido que trabajó durante años a pico y pala tras mujeres que acaparaban todos los focos, como Ana Botella o Cristina Cifuentes, se hace con el poder casi sin darse cuenta. Aunque en la intimidad reconoce que el mejor alcalde de Madrid fue Álvarez del Manzano.

Asegura que antes apenas recibía los wasaps de los compañeros y amigos de siempre, mientras que desde que es alcalde le llegan más de 600 diarios, muchos de desconocidos a los que no puede atender. A sus 44 años sigue sin casarse, a pesar del empeño que pone en ello no solo Esperanza Aguirre, sino Begoña Villacís, con la que se entiende de maravilla. Por cierto, desde que es alcalde todas las pretendientes le ven más atractivo y hasta más alto.

La ex alcaldesa quiere volver a la escena pública y su deseo sería ocupar el cargo de Defensor del Pueblo

Tremendamente puntual, perfeccionista, de los que recoloca platos y copas al llegar a una mesa para que estén en el lugar adecuado. Del Atleti hasta la médula, no sabe qué va a hacer cuando gane un título alguna categoría deportiva del Real Madrid y le pidan que se enfunde la camiseta para la foto con el trofeo: “¡Eso nunca!”, me decía recientemente entre risas. Porque este alcalde, el único soltero de la historia de Madrid, con cara de empollón y católico practicante, ríe mucho y sonríe más. Maneja el fino humor inteligente y la ironía como herramienta de defensa.

Lo primero que le recomendó a Pepu Hernández tras ganar la alcaldía es “que se tome un tiempo muerto”.

Hijo pequeño de una familia con seis hermanos, uno de ellos de Vox con el que se siguen llevando bien. Estudió lo mismo que sus abuelos y su vida era ser abogado del Estado hasta que se cruzó la política. Sus padres no han llegado a verle convertido en alcalde de Madrid, sin duda hubiese sido su mayor deseo.

Es un aficionado al golf y visitante ocasional de Instagram, se ríe de sí mismo cuando le comparan con Milhouse de Los Simpson o con el actor Austin Powers, y aún conserva amigos catalanes de cuando estuvo destinado unos años en Girona como abogado del Estado. Es un enamorado de esa tierra.

El alcalde aún conserva amigos catalanes de cuando trabajó en Girona como abogado del Estado. Es un enamorado de esa tierra

Martínez Almeida llega al despacho cada mañana y mira de reojo a los ordenanzas municipales que todavía van vestidos con bermudas según orden de Carmena. Es otra de las normas que intentará derogar: “Al Ayuntamiento hay que venir vestido adecuadamente y no así”. Y no se asusten, no va a derogar Madrid Central, cambiará su nombre y en lugar de anunciar la prohibición de paso de una serie de vehículos lanzará un mensaje en positivo, anunciará la permisividad de paso de otros. Es consciente de que la polución en Madrid es irrespirable.

Se sabe afortunado por la circunstancias y piensa aprovechar la ocasión dure lo que dure, que no sabe si será cuatro años o quizá menos, pero vive el día a día y hoy es el nuevo alcalde de Madrid.