A Isabel Díaz Ayuso, a quien le gustan tanto las cosas típicas de Madrid, como aquellos atascos de madrugada en el Paseo de la Castellana, tan propios de la España sin carnet por puntos, estará encantada de ver que en agosto siguen saliendo las cucarachas por la noche. Mientras el asfalto irradia el calor acumulado del día se hacen dueñas de la calles.

Pero de aquel Madrid del pasado que añora Ayuso, se han perdido muchas cosas, más allá del hábito de pagar el IBI. Especialmente en el centro, donde ahora siempre hay gente. Entre los turistas, mucho más numerosos y las grandes superficies, mucho más grandes y liberadas de horario, en el centro de Madrid, ya no hay paz para las cucarachas.

Un día no habrá gatos en Madrid, sólo cucarachas

Estos odiados invertebrados nos ganan la batalla de las plagas porque tienen un patrimonio genético tan rico que les ayuda a adaptarse a los tóxicos con los que las atacamos. Un día no habrá gatos en Madrid, sólo cucarachas. De hecho, los gatos, esos que echan la vista atrás en su árbol genealógico y dan más de dos pasos contando antepasados madrileños, están en vías de extinción.

El fotógrafo Ignacio Pereira se ha especializado en retratar grandes urbes vaciadas. Mientras nos obsesionamos con llenar la España vaciada, Pereira se empeña en vaciar las ciudades hiperpobladas. Las deja desnudas, con solitarios personajes que las habitan, porque así es como uno se mueve en una ciudad con millones de habitantes: en soledad. Y no con las multitudes de decenas de personas que habitan los pueblos vacíos y escrutan todos nuestros movimientos.

Si eliminamos los pocos personajes que aparecen en las fotos de Pereira, la ciudad empezaría a teñirse de verde. La especies animales y vegetales iniciarían una lucha en la que las especies invasoras tendrían todas las de ganar. Ese es el retrato del libro de El mundo sin nosotros, de Alan Weisman. No hay película distópica con futuro apocalíptico filmada con posterioridad a su publicación en 2007 que no se haya inspirado en ese texto para retratar una urbe abandonada.

Weisman hizo el ejercicio de mostrarnos cómo continuaría la vida por el mundo sin nosotros. La vida explotaría sin humanos y la naturaleza terminaría por devorar las ciudades. Sólo hay que ver cómo ha vuelto la vida en el río Manzanares con su renaturalización. Hasta una nutria se ha dejado ver. Sin nosotros, las demás especies buscarían su equilibrio, unas se impondrían a otras y muchas desaparecerían. Las cucarachas, en determinado climas más fríos dejarían de existir. Según Weisman, un invierno sin tuberías y paredes calentitas de los humanos a las que arrimarse y la desaparición de nuestras toneladas de residuos acabarían con ellas. Un mundo sin nosotros es un mundo sin cucarachas.

Pero eso es la teoría, la realidad es que durante el verano madrileño lo que hay es un mundo sin vosotros, los que dejáis en estampida la ciudad, y eso es un mundo en el que sólo quedamos las cucarachas. Eso sí, tenemos nueva presidenta.