El mensaje de náufrago de Podemos a Sánchez era de más de cien páginas de papel reciclado, basto como el del mapa de un tesoro. O así me lo imagino, llegando a Doñana como en ánfora, con su modestia y su desesperación de barquito de corcho. Todo para que Sánchez lo rechazara apenas apartando sus gafas de sol un momento, como el Horatio de CSI Miami o el Sonny Crockett de Corrupción en Miami (Doñana es Miami cuando está Sánchez, con lanchas bala, con flamencos rosas de silueta de pub, con sillones de Emmanuelle, con palmeras de apio en los cócteles). Más de cien folios, cuatro propuestas diferentes como platos combinados de ministerios y croquetas, medidas precisas con su justificación, su urgencia, su ideología apocalíptica, terminal y hambrienta. Pero Sánchez levantó una ceja, respiró el incendio de pájaros y mermeladas que traían la mañana del Coto y la de las noticias, y tiró la propuesta de Podemos a la piscina, como hacía Umbral con los libros malos, o sea todos.
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