A veces las sesiones del Congreso nos dejan una imagen que resume lo que ha sucedido mejor que mil crónicas. Ayer fue uno de esos días. Eran poco más de las nueve de la mañana cuando la portavoz de EH Bildu, Mertxe Aizpurúa, subió al estrado. A su izquierda, un escalón más arriba, el diputado del PP y secretario cuarto de la Mesa del Congreso, Adolfo Suárez Illana, se da la vuelta de forma ostensible y se cruza de brazos, dando la espalda a la interviniente.

Su padre también protagonizó unas de esas fotografías que quedan para siempre en nuestra memoria. Baja de su escaño, todavía era presidente del gobierno, para defender al general Gutiérrez Mellado, que estaba siendo zancadilleado por el teniente coronel Tejero mientras le sujetaba por el cuello con su brazo derecho. Fue durante el golpe militar del 23 de febrero de 1981.

Durante su intervención, Aizpurúa ensalzó a su jefe de filas, Arnaldo Otegi, llamó "autoritario" a Felipe VI por su discurso del 3 de octubre de 2017 y descalificó a la democracia española: "Este país necesita mucha pedagogía democrática".

Se montó una bronca en las bancadas del PP y de Vox, con insultos e improperios. Santiago Abascal ya había abandonado su escaño acompañado de dos diputados de Vox víctimas de ETA.

No me sorprendió la intervención de Aizpurúa. Era de esperar. Lo que me sorprendió fue la respuesta del candidato Pedro Sánchez, quien trató a la diputada de EH Bildu con guante blanco, nada que ver con el desprecio con el trató a Pablo Casado, a Inés Arrimadas, Sergio Sayas o Abascal.

El candidato socialista no pidió a la representante de EH Bildu que condenara a ETA. Se olvidó de las víctimas. Es el precio a pagar por cinco votos a los que debe su investidura

Ni siquiera tuvo el detalle de pedirle a la portavoz de EH Bildu que condenara a ETA. Le habló de ecología, de infraestructuras y cosas por el estilo. Como si estuviera hablando con el representante de Teruel Existe. Eso sí, "para que conste en acta", dijo, le agradeció al partido radical abertzale sus cinco votos ¡Qué cara está pagando Sánchez su investidura!

Aizpurúa (59 años, licenciada en Ciencias de la Información) fue condenada en 1984 por la Audiencia Nacional a un año de cárcel por enaltecimiento del terrorismo. Fue editora de Punto y Hora de Euskal Herria y del diario Egin, órgano de difusión próximo a ETA.

EH Bildu tuvo en las elecciones del 10-N 276.519 votos. Y con ese escuálido activo tuvo la chulería de decirle al candidato que la legislatura que comenzará a partir del día 7 dependerá de sus votos, de esos cinco escaños que ahora valen su peso en oro.

Para Aizpurúa la Transición no trajo a España una democracia auténtica. Ella tenía 15 años cuando murió Franco. Lo que sabemos es que ETA, desde entonces hasta el 30 de julio de 2009 asesinó a 829 personas: una media de casi 27 asesinatos por año.

En el grupo de EH Bildu hay, además de Aizpurúa un abogado (Jon Iñarritu García) que ni siquiera había nacido cuando murió Franco. Un licenciado en empresariales -Oskar Matute- que sólo tenía tres años. Otra, que tenía 10 (Isabel Pozueta, madre de uno de los jóvenes condenados por la agresión a los guardias civiles en Alsasua) y sólo uno, Iñaki Ruiz de Pinedo, que sí conoció algo de la dictadura, porque tenía 21 años en 1975. Tienen los cinco un denominador común: todos han tenido la política como principal actividad profesional; ninguno de ellos ha trabajado en una empresa privada. Es decir, que han vivido del presupuesto del Estado. De ese Estado opresor al que odian.

Mientras sus amigos de ETA le pegaban un tiro en la nuca a un guardia civil o a un concejal del PP o del PSOE, ellos hacían sus carreras o ejercían como concejales o parlamentarios autonómicos y tomaban txiquitos ¡Qué democracia esta tan imperfecta! Mientras ellos se pavoneaban en las Herriko Tabernas, los no nacionalistas tenían que marcharse del País Vasco. ¡Y aún tienen la desfachatez de dar lecciones de democracia auténtica!

Pero insisto. Nada que venga de EH Bildu me resulta extraño. Lo que es inaudito es que el candidato a presidente no tuviera presente con quién estaba hablando ayer en el Congreso, que olvidara a las víctimas de ETA, a todas esas personas a las que les debemos la derrota del terrorismo, a los que se jugaron la vida por defender la Constitución.

A veces las sesiones del Congreso nos dejan una imagen que resume lo que ha sucedido mejor que mil crónicas. Ayer fue uno de esos días. Eran poco más de las nueve de la mañana cuando la portavoz de EH Bildu, Mertxe Aizpurúa, subió al estrado. A su izquierda, un escalón más arriba, el diputado del PP y secretario cuarto de la Mesa del Congreso, Adolfo Suárez Illana, se da la vuelta de forma ostensible y se cruza de brazos, dando la espalda a la interviniente.

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