No es casualidad que Fernando Garea fuera desahuciado de su puesto como presidente de la Agencia EFE por sus desavenencias con el Ejecutivo. Moncloa tiene la potestad de designar y de destituir a los presidentes de estas empresas públicas para garantizar que, ante una pérdida de confianza, estas entidades tomen el rumbo que considera más conveniente. Algo que resulta inquietante, dado que el hecho de tomar decisiones a partir de una variable tan subjetiva podría provocar que se escojan antes a los obedientes que a los buenos gestores. Eso explica el mal funcionamiento de una parte de la Administración.

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