Pedro Sánchez no pisa la tierra, nunca. Así que lo del avión es en realidad innecesario, accesorio y excesivo para alguien que vuela ya tirándose de la cinturilla del pantalón, a lo barón de Münchhausen, sin más propelente que su desodorante. Pedro Sánchez no pisa la tierra, y sentado en el Congreso se le ven las suelas de zapato de entierro, limpias, nuevas, sin usar, cuando se cruza de piernas como un faquir que levita sobre su escaño, especie de alfombra mágica. Pedro Sánchez no pisa la tierra nunca, y los aviones son, como ese escaño, una alfombra para que su corporeidad deje al menos sombra y volumen y no nos sobrecoja en exceso su poder.
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