El virus también se ceba con Ferreras, que ya es un damnificado y está en el BOE y en los millones del Gobierno, entre los aluviones y alivios de penas de la España paralizada, la de los tiesos de balcón y los muertos vivientes de los Erte, que empiezan a comerse las facturas. A los autónomos les llega puntualmente la cuota, a los médicos vestidos de disfraz de bolsa de basura no les termina de llegar un material que parece que sigue en órbita, pero a las televisiones privadas les van a llegar 15 millones para que no apaguen sus pantallones llenos de verdad leal, de esas ruedas de prensa de las autoridades competentes como una cuadrilla de toreros, y de esos aplausos emotivos y unánimes, entre el aterrizaje de emergencia y la pedida de matrimonio en un restaurante.

Ha adelantado Vozpópuli que la ayuda para Ferreras y los demás vendrá en el próximo BOE nocturno, que así llega el BOE ya, como Batman, con misterio, prisa, teatralidad y claro de luna. La verdad es que Atresmedia y Mediaset fueron los medios de comunicación más rentables el año pasado (118 y 211 millones de beneficio), pero todo es poco para luchar contra el virus y por eso el Gobierno no escatima recursos en las mejores bolsas de plástico y en los mejores periodistas millonarios, ésos que saben hacer patria y montar corros de tertulianos como corros de pastorcitas.

Yo veo a Ferreras muy atacado por esos bichos que le ponen detrás, de un verde infeccioso y gomoso, como en los anuncios de limpiadores de inodoro. Tiene que dar mucho dolor de cabeza eso, igual que hacer que parezca a la vez un peligro extraterrestre y un leve picor de barbería, que dé para el heroísmo pero no para la culpa, que emocione pero no indigne demasiado. Ellos pasaron de la gripecilla a lo de “apretar los dientes y arrimar el hombro” que dice ahora Cintora, como si combatir el virus fuera arrancar un Seiscientos viejo. Con el ébola (un perro muerto), Cintora hablaba de “incompetencia”, y Ferreras pedía dimisiones a mano abierta, con actitud de guantazo de padre, y daba discursos sobre “el periodismo que no se levanta para hacer amigos”.

Con el ébola (un perro muerto), Cintora hablaba de “incompetencia”, y Ferreras pedía dimisiones a mano abierta, con actitud de guantazo de padre

Sin cambiar de día, de programa ni de calceta, el esponjoso Jesús Maraña insiste en que el Gobierno ha tomado medidas más duras que Italia, así que “no creamos que estamos llegando mal y tarde a todo”, porque ha “habido fallos en todas partes”. Y en Antena 3 sacan el estudio del Imperial College que calcula en 16.000 las muertes que han evitado las medidas del Gobierno. Uno, claro, se imagina a Sánchez salvándolos uno a uno como si fuera Forrest Gump. No dice el estudio cuántas más se hubieran podido salvar si además tuviéramos mascarillas y respiradores y test, o si el Gobierno no hubiera estado de paellada hasta hace dos semanas. De todas formas, con contrafácticos salen buenas películas y mejores informativos.

15 millones los ve uno pocos millones para esta guerra no contra lo invisible, sino contra la gigantesca y abrumadora realidad, que eso sí que es un proyecto monumental, como el de diseñar Matrix. No se trata de transformar la realidad, sino de cambiar cómo la percibimos, o sea pasar del desastre a una especie de sentimiento rociero. Se nos está diciendo que necesitamos moral, no Gobierno. Y que si el Gobierno es torpe, se suple con todos nuestros hombros unidos y enfervorecidos, como costaleros con botijo de anís. Parece que lo que haga la autoridad competente no importa, se asume la inutilidad del Gobierno incluso, porque sólo importan nuestros dientes apretados, ahora que entrenamos en casa como Rocky Balboa. Pero no. Nosotros apenas podemos quedarnos en casa y lavarnos las manos podridas de pesadillas, como esas manos con hormigas de Buñuel. Es el Gobierno el que tiene que conducir la lucha científica y logística. Y está fracasando.

15 millones para el publirreportaje, porque a la prensa crítica (o sea, la prensa sin más) ni siquiera le dan esos anuncios gubernamentales motivadores que nos dicen que, más que con recursos y eficacia, vamos a parar al virus entre todos, empujando animosamente en el váter o algo así. Puede faltar dinero para todo lo demás, y de hecho falta, pero no para la propaganda, “servicio esencial”. El periodista ahora tiene que ser leal, o sea aplaudir como un simple técnico de Cabo Cañaveral. Las críticas no sirven para que los responsables se espabilen, sino para afilar los dientes al virus. Al menos, según esa teoría de la lealtad (ahora la izquierda parece africanista). Sí, parece imposible de creer. Pero con suficientes millones, asalariados y tiempo, lo creerán.

La gente muere, sufre y tiene miedo y rabia. Pero el tono de las tertulias y de los informativos televisivos se ha ido haciendo pacífico, emotivo y optimista. Algunas voces han desaparecido y otras tienen ya arrugas de póster colgado. Toda la estrategia, la rapidez y la disciplina que no saben aplicar contra el desastre la aplican contra la realidad. Es más barato, más efectivo y hasta más épico. Yo ya veo a Ferreras como un damnificado, como un labriego o un tendero de riada. Y hasta como una autoridad, alguien que va a parar el virus con esas manos suyas de guantazo de padre.