Es posible que esa expresión sea legítima coloquialmente pero no tanto por escrito, sin embargo, siete semanas de confinamiento permiten a uno concederse licencias varias. Seguro que la mayoría está de acuerdo conmigo. No obstante, tengo que reconocer que yo llevo muy bien la reclusión.

Tal vez tenga que ver con mi carácter. Soy una persona inconformista, optimista, aunque con cierta tendencia a la apatía y a la melancolía. No puedo negar que bastante pasota y poco proclive al drama. Esos atributos me ayudan a resistir la situación con estoicismo. Me resulta más complicado encontrar la motivación para enfrentarse a la rutina cotidiana que a este tipo desafíos sobrevenidos, mayúsculos y singulares.

No es que a lo largo de mi vida me haya tocado enfrentarme a muchos morlacos de este calibre, pero cuando ha sucedido he sido capaz de extraer lo mejor de mí mismo, resiliencia, garra y buen humor. Otra historia son los becerros que te revuelcan por el suelo a la mínima. Supongo que además de los genes, puede estar asociado con ser oviedista hasta la médula. Te acostumbras a convivir con la desdicha, te marca de por vida. Desde los 90 me he llevado dos alegrías, y bueno, alegrías relativas. En fin, es lo que hay, paciencia, y ya vendrán tiempos mejores.

Es curioso, por un lado, se me está haciendo eterno, pero por el otro se me pasa el tiempo volando. Se hace eterno no ver a la familia, ir al trabajo, no jugar al tenis, al golf, no ver a niños en los parques, el fútbol, mi Oviedín, no salir en bicicleta, no tomar algo con los amigos o salir a cenar con mi mujer. Sin embargo, los días se suceden vertiginosamente, y, cuando te das cuenta, es sábado otra vez, ha pasado una semana.  

A veces pienso que cuando nos abran la puerta me va a dar pereza salir, estoy hasta cómodo, lo llevo bien. He podido compartir tiempo con los niños, ver a la mujer todos los días, hacía tiempo que la conocía y es muy maja. 

En casa bien, no es como la del que contaba que eran cuatro y se había dejado de hablar con tres. He leído en cantidades industriales, fracasado en mi tercer intento de leer Ulyses, disfrutado de Escipión, aunque no le llegue a la suela del zapato a Trajano. He descubierto a Javier Aznar y retomado la escritura. También me he tragado algunas series y películas, incluso conseguí acabar El Irlandés. En tres entregas, menudo coñazo interminable. Igual va siendo hora de que los actores piensen en jubilarse. 

La sonrisa genera un circulo virtuoso. Si sonríes encuentras razones para sonreír, además de generar un mejor clima a tu alrededor

De todas maneras, la reclusión no ha devenido en el mejor momento. Se frustró la celebración sorpresa del 70 cumpleaños de mi padre. Prohibieron que saliera con Manolín y compañía a tomar unas copas y echar unas risas. No pudimos celebrar el octavo cumple de mi hijo pequeño, ni el de mi madre, ni el de Dani, ni el de Marco. En Semana Santa, hubiera disfrutado de una semana en Asturias, enredando por ahí. Los guajes con los abuelos. Hubiera hecho algunas rutas chulas en bici, jugado al golf. También habría tenido la oportunidad de dar unas voces con los chavales alrededor de unos vasos cerrando bares. La Semana Santa ya no es lo que era, sin embargo, me trae extraordinarios recuerdos de haberlo pasado piruleta, en Tapia, en Luanco, en Sangenjo, hasta en Gijón. Además, como dice el Delis, tenemos ya una edad en la que las farras que nos quedan son contadas, y, a ver quién repara el menoscabo que suponen 4 jaranas que nos han birlado.  

Sin embargo, la realidad es que no me puedo quejar. Soy un superficial por hacerlo. El virus ha pasado cerca, pero sin gravedad. Así que de salud bien, puedo seguir disfrutando de mi trabajo, y cometo la osadía de quejarme por haberme perdido algunas celebraciones. Me estremezco pensando en los que han perdido un familiar y no se han podido despedir de él, en los que han pasado por la UCI y sufrido el virus en toda su virulencia, los que han sido agraciados con un ERTE, los que conviven con la incertidumbre laboral…

Siento la osadía de ser tan frívolo cuando hay gente alrededor que ha sufrido en toda su intensidad las consecuencias de esta pandemia. Sé que soy un privilegiado, que la fortuna está de mi lado, y, doy gracias infinitas por ello. 

Hoy no es el día de escribir de economía o mercados financieros. Tampoco de política, bulos o mentiras. Simplemente me apetecía dejarme llevar, porque la sonrisa genera un circulo virtuoso. Si sonríes encuentras razones para sonreír, además de generar un mejor clima a tu alrededor. 

La última memez es repetir una y otra vez que la salud es lo primero. Las medidas para combatir el virus llegaron tarde al inicio de la crisis. Esperemos no retrasarnos en la elaboración de un plan para el día después. No sé por qué, pero últimamente, rememoro con frecuencia la figura de Barri cuando entraba a la sala y murmuraba, pobrecitos, cuanto les cuesta todo. Suerte.