Todos los días salgo a la terraza de mi casa, junto a mi familia, y aplaudimos a los sanitarios. Se ha convertido en una costumbre. Vecinos que antes pasaban desapercibidos, ahora se saludan. Cuando dan las ocho y nos ponemos a aplaudir no puedo evitar un punto de emoción. Todos los días.

Las situaciones de crisis nos obligan a discernir lo importante de lo que no es. Dábamos por hecho que vivíamos en uno de los países más seguros del mundo, con uno de los mejores sistemas de salud... Y, de repente, ¡zas!. Todo salta por los aires. Mil, dos mil, cinco mil,... veinte mil muertos... Nos ha tocado a todos. Y a algunos, muy, muy de cerca.

Entonces somos conscientes de que esa salud que asumíamos como un derecho adquirido, que formaba parte de nuestro yo como nuestra propia piel, se puede esfumar en un momento. Entonces es cuando nos damos cuenta de lo necesario que es tener un buen sistema sanitario. Nos sentimos cerca de los médicos, enfermeras, celadores, investigadoras, etc. Más de 40.000 personas de ese ejército de salvación vestido de verde han caído víctimas del contagio. Muchos han muerto por defender nuestra salud ¡Pero cómo no les vamos a aplaudir!

En este estado de alarma (quizás el decreto del Gobierno no se ajuste a la limitación de derechos y libertades que se están aplicando, pero sí la palabra: alarma) también hemos sido conscientes de lo útil que es tener a disposición buena información. Información de calidad, que nos dé cada día, a cada momento, los datos de la situación, los hechos; pero también que sea capaz de analizar, de no quedarse en la superficie de las cifras, que aporte opiniones sólidas, valientes, que apelen a la conciencia de la ciudadanía.

El Gobierno anda durante estas semanas muy preocupado por los bulos. Y es natural. Hasta ha creado una brigadilla especial antibulos, al mando de la cual está el general Santiago, un jefazo de la Guardia Civil.

En momentos de pánico los bulos pueden hacer mucho daño, porque la gente quiere escuchar que hay remedios milagrosos que salvan vidas; o bien porque uno lo que desea leer o escuchar es que el Gobierno tiene la culpa de todo, o viceversa. No hace falta ir a las redes para pescar bulos. Los hay en todos sitios, incluso en la televisión y, a veces, están tan bien fabricados que ni se notan. Por ejemplo, le pueden contar en un reportaje el desastre que se está viviendo en el hospital de Ifema. Bueno, pues luego resulta que Ifema ha salvado cientos de vidas.

Es en momentos de crisis, de incertidumbre cuando los ciudadanos buscan una información fiable. Por eso son más necesarios que nunca los medios de calidad

En momentos de crisis, de zozobra, de miedo, de incertidumbre el control de la información supone poder, mucho poder. Si, en condiciones normales, se dice que la prensa es el cuarto poder, en situaciones de alarma probablemente la información sea el segundo poder. Un contrapoder real. Por eso los gobiernos, todos los gobiernos, se empeñan en controlar a los medios en momentos como este. La primera víctima de una guerra siempre es la libertad de prensa. Y estamos, no en una guerra, pero sí en un estado en el que todos estamos dispuestos a renunciar a alguno de nuestros derechos a cambio de preservar la vida, la salud.

Loading...

Uno asume, en la normalidad, que tiene a su disposición decenas de medios en los que puede informarse. A unos les gusta más un periódico, una radio o un canal de televisión, a otros, otro distinto. Pero es ahora cuando muchos ciudadanos se preguntan: "¿de quién me fío?"

Es entonces cuando uno valora de verdad la importancia de consultar un medio que le resulte creíble, veraz, fiable. Y eso va más allá de la afinidad ideológica y tiene que ver con las personas que hacen ese medio, con su trayectoria y con sus principios.

Todos los medios digitales han crecido en las últimas ocho semanas. El coronavirus ha elevado la demanda de información de manera extraordinaria. Pero El Independiente lo ha hecho de manera exponencial. Ahí tienen los datos: 9 millones de usuarios en marzo; 7 millones de usuarios en abril. Más del doble de nuestros registros del año pasado en esos mismos meses.

El Independiente no es un medio que naciera con la vocación de tener millones de lectores. No es ese nuestro objetivo. Sabemos que hay otros contenidos que nos darían mucho más tráfico y a los que renunciamos voluntariamente. En eso somos muy clásicos. Somos un periódico digital pero con los valores de los viejos grandes diarios.

Si hoy les comunico estos datos no es por presumir, sino porque creo que son una muestra de la confianza de la gente hacia El Independiente, la demostración de que personas que antes no nos leían ahora se nutren de nuestros contenidos porque somos de confianza. Y eso es una buena noticia, que a mí, a Victoria Prego y a todo nuestro equipo nos enorgullece.

En estos tiempos bárbaros que nos ha tocado vivir, la prensa, a pesar de su buena salud como herramienta ciudadana, está sufriendo las consecuencias de una crisis sin precedentes. La mayor desde la guerra civil.

Vivimos mayoritariamente de la publicidad (hace tan sólo unos meses que lanzamos nuestro modelo de pago) y necesitamos esos ingresos para seguir existiendo. Cuando una empresa se anuncia en nuestras páginas tiene que valorar no sólo los impactos de sus anuncios en el público, sino que está apoyando a un medio que hace posible que los ciudadanos tengan de verdad acceso a la información, un derecho reconocido por la Constitución.

Nuestros periodistas han hecho y están haciendo un esfuerzo titánico. También nuestros accionistas, que nos han apoyado incondicionalmente desde el primer día.

Muchas empresas nos han dado un voto de confianza. Otras, en situación difícil, se lo piensan.

Los periodistas no somos ni mejores ni peores personas que el resto. Pero, como los sanitarios, cuando se nos necesita, estamos ahí.

Por eso les pido a todos que apuesten por mantener a los medios que creemos profundamente en nuestra función social. Nosotros nunca les vamos a defraudar.