No lo dirán, y menos en público, pero lo están pensando y lo están temiendo. Tanto Iñigo Urkullu como Alberto Núñez Feijóo saben que se juegan mucho con el comportamiento en las próximas dos semanas del coronavirus. Porque eso es lo que parece que ha pasado en Francia, que ha dejado en sus casas al 59,8% de los electores, lo cual ha dado un resultado inesperado que probablemente habría sido muy distinto de haberse producido una participación si no masiva, sí por lo menos similar a las anteriores convocatorias.

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