Sánchez ya nos ha dicho que no tengamos miedo al virus, que salgamos a la calle, que chancleteemos en el verano. Parecía una hawaiana falsa de crucero de jubilados. Uno ya está prevenido sobre las cosas que dice Sánchez, y más si lo dice como un muñeco de salpicadero, pero además estoy por aventurar que este concepto del rebrote es, de nuevo, más político que epidemiológico, otro invento como la “desescalada” o la “nueva normalidad”, que ya lleva el alivio en el nombre. Verán ustedes, como yo, que sigue habiendo casos sin rebrote correspondiente, pero eso debe de ser algo así como ver un conguito solitario, algo imposible y además sedicioso.

No es que hayamos alcanzado la normalidad, es que ha sido decretada e inaugurada por Sánchez, como Ana Obregón inauguraba el verano con aquel posado de sirena con más clavícula que carne y que pescado. La normalidad había llegado y el virus desaparecía. Sí, desaparecía. Sólo había que ir esperando y aislando los rebrotes, con los que el mapa del telediario se iba llenando de acné adolescente o de mariquitas de papirotazo. Tengo delante los datos de nuevos casos que proporciona la Comunidad de Madrid, desde el día 21 de junio hasta el día 2 de julio: 24, 37, 78, 57, 89, 82, 25, 11, 50, 59, 40, 46. Pero resulta que es el día 3 cuando se registra el primer rebrote en Madrid: 5 positivos en una empresa. ¿En serio?

Quizá yo no he entendido todavía a Simón, que seguramente, guiado por esa Ciencia que él lleva como una lechuza que ha anidado en el pelo, ha dejado de contar casos funcionariales, contagios que ya están como de fondo de armario, virus que han entrado en nómina del ministerio, o incluso esos sanitarios o viejitos que enferman con una inevitabilidad del oficio y del destino, que para qué se van a contar. He visto en un informativo que se ha dado el primer rebrote en una zona de copas. El primero. En toda esta España con la mascarilla de tanga y el chupito en el ombligo.

Lo de los rebrotes quería sonar desde el principio a sarpullido del propio verano, con sus pepitas de sandía por la arena, o a que el virus se había convertido en una especie de seta, algo que podías encontrarte por algún chaflán de sombra, muy diseminado entre pueblos, y poco más. Esto tiene más sentido político que científico, a menos que Simón baje de la moto o del poni y me explique lo del virus sin brote como sin patitas. Quiero decir que si el estado de alarma había sido necesario para frenar el virus, el virus no podía seguir existiendo como tal después del estado de alarma. El virus tenía que ser otra cosa más dispersa, leve y azarosa, como un trébol. De nuevo, no era un hecho de la ciencia, sino una necesidad política.

Estoy por aventurar que este concepto del rebrote es, de nuevo, más político que epidemiológico, otro invento como la “desescalada” o la “nueva normalidad”, que ya lleva el alivio en el nombre

Se acabó el estado de alarma y borramos la epidemia como una pizarra llena de cuentas viejas. De todo aquello que habíamos sufrido sólo quedaba algún contagio charcutero o pirata, algún matadero o alguien que huía con la enfermedad como con un melón. Volvíamos a partir de cero. Era una imagen mental realmente muy poderosa. Y caló, porque de un día para otro sólo estábamos pendientes de los rebrotes, si surgía algún rebrote, que tenían el tamaño manejable, adecuado, de caseríos o de naves o de un bloque de pisos de 13 Rue del Percebe. Habíamos empequeñecido al virus mientras que las cifras no habían cambiado tanto. Sólo nos decían que ahora había que esperarlas en rebrotes, como una bolsa de peladillas con lacito. Y esto es más truco que ciencia.

Los datos no se han actualizado en todo el fin de semana porque la normalidad también es eso, desacostumbrarnos de esa ansiedad por la cifra exacta y la hora exacta, que no pega en verano, donde todos los relojes son relojes de Dalí sobre barrigas. En realidad, hace mucho que las cifras son incomprensibles, sospechosas o absurdas. Es así porque lo importante no son las cifras, sino las imágenes mentales, que son las que tienen trascendencia política. La imagen mental que dejan los muertos y contagiados sin contar es la de que no existe más muerte ni más peligro. A menos que se infecte un circo entero, o toda una comunión de marineritos con pasamanería de mocos, no saldrá en las noticias. Aun así, la imagen mental del rebrote nos deja en un lugar lejano, acotado y liviano, como si alguien por ahí hubiera pisado un trébol y no una mina. Ahora, algunas zonas empiezan a descontrolarse, pero tampoco importa mucho. Ya estamos “conviviendo con el virus”, que suena como convivir con piojos, pero a nuestro presidente le parece lo mejor para el verano, junto con el cuñado, supongo.

Las cifras no importan pero sin cifras seguimos ciegos. El exministro Miguel Sebastián, en un artículo en El Español, defendía que convivir con el virus no es suficiente y pedía medidas “proactivas”, desde PCR aleatorios a análisis de las aguas. Pero nuestro Gobierno, que siempre fue bastante por detrás del bicho, con Simón como en un sidecar de Mortadelo que se soltó, además se rindió hace mucho. Simón ya se va en su moto y Sánchez parece Bolsonaro con maracas. Sin miedo, sin cifras, sin planes... El primer rebrote en Madrid, el primer rebrote en una zona de copas... ¿En serio? Así que dejen de contar los rebrotes y de mirarlos como ambulancias que pasan: por lo que respecta al Gobierno, la suerte está echada. Pónganse la mascarilla, lávense las manos, recen en el AVE, eviten el roce y vigilen los agobios de su jefe. Tengan o no miedo, conviene saber sobre todo que ahí fuera sólo están ustedes y el virus. Exactamente igual que antes.

Sánchez ya nos ha dicho que no tengamos miedo al virus, que salgamos a la calle, que chancleteemos en el verano. Parecía una hawaiana falsa de crucero de jubilados. Uno ya está prevenido sobre las cosas que dice Sánchez, y más si lo dice como un muñeco de salpicadero, pero además estoy por aventurar que este concepto del rebrote es, de nuevo, más político que epidemiológico, otro invento como la “desescalada” o la “nueva normalidad”, que ya lleva el alivio en el nombre. Verán ustedes, como yo, que sigue habiendo casos sin rebrote correspondiente, pero eso debe de ser algo así como ver un conguito solitario, algo imposible y además sedicioso.

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