No tuvo que ser fácil para una niña llamada María Trinidad Pérez de Miravete-Mille, a la que todos conocimos como Mari Trini (12 de julio de 1947), ser “ella” en los 60. Basta con escuchar Yo no soy esa, la respuesta a la copla Yo soy esa, para saber que su carácter le impedía ser el ideal femenino de la época para su familia de Singla, en Caravaca de la Cruz (Murcia). Tuvo que ser una enfermedad del riñón la que la retuvo en la cama el tiempo suficiente como para que aprendiera a tocar la guitarra. Irse de casa para recorrer cantando Londres y París acabó siendo su mejor respuesta. Luego vinieron sus éxitos en España, gracias al enorme apoyo de tantas y tantas mujeres silenciadas por una sociedad que se revolvía en silencio. Su personalidad fue su mejor arma promocional y los rumores que la trataron de amordazar, la hicieron más fuerte. Hay quien dice que su posado para Interviú en 1984 fue para desmontar la teoría absurda de que llevaba una “pata de palo”. Y todo por llevar siempre vestidos largos.

Tampoco fue fácil para Suzanne Nadine Peck, alias Suzanne Vega (11 de julio de 1959) crecer en el Harlem tras haber nacido en Santa Mónica. Su respuesta fue hacerse mucho más callada y tímida, casi como su timbre de voz. Ese enorme mundo interior se refleja sobre todo en la forma de cantar el curioso estribillo de uno de sus más rotundos éxitos, Tom’s diner. Visité una vez esa esquina de Broadway con la calle 112 en la que está el bar del que habla y que se usó en los exteriores de Seinfeld. Al escuchar el resto de la letra te das cuenta de lo magnífico de ver sencillamente la vida pasar. Aunque si no es por unos disc jockeys llamados DNA, que remezclaron sin permiso su voz con unos ritmos trepidantes, el mundo no habría cantado repetidamente ese “dadadara, dadadara…” tan pegadizo. Antes de eso, Luka tocó la fibra sensible del planeta contando de forma increíble una historia inventada de abuso infantil.

Luego vinieron sus éxitos en España, gracias al enorme apoyo a Mari Trini de tantas y tantas mujeres silenciadas por una sociedad que se revolvía en silencio

La tercera de las mujeres nacidas en estos días de julio de cuantas se dedicaron a la música también tiene apodo, y paradójicamente es el apellido de su ex marido, John McVie. Anne Christine Perfect no es nadie conocido si no la llamamos Christine McVie (12 de julio de 1943). Todos querían que fuese maestra de arte, pero el amor por la música era más fuerte. En los 60, mientras montaba escaparates durante el día se unió a Chicken Shack, un grupo que se encontró por primera vez con Fleetwood Mac en una gira. Ahí empieza una tremenda historia de amor, celos, drogas, alcohol, música y conciertos que, sinceramente, aquí no cabe. Escuchar las canciones de la banda con cierta atención darán las pistas necesarias.

Y es que las letras de estas tres mujeres que fueron niñas supervivientes hablan mucho por sí solas. Ninguna quiso ser “esa” que el otro imagina, o el pequeño y maltratado Luka, o el protagonista de Don’t stop, una historia de amor dedicada en teoría a un perro. En la práctica, al siempre oportuno ingeniero de luces (o lo que sea) ideal para dar una lección al pobre hombre de turno que no comprende el enorme poder de la sensibilidad de una mujer.