Esto que ha dejado caer Pedro Sánchez a algunos ministros y a su entorno, según cuenta aquí Cristina de la Hoz tiene, como la periodista explica a continuación, el propósito de tranquilizar al rebaño gubernamental y a la grey de la militancia.

Pedro Sánchez no quiere que los suyos le compliquen la vida a cuenta de los enfrentamientos de los ministros socialistas con los ministros y dirigentes de Podemos, por una parte, y a cuenta de lo inaceptables que son para muchos socialistas estos pactos con independentistas y proetarras, por otra.

Por eso dice ahora que las únicas siglas que le preocupan son las de los Presupuestos Generales del Estado, PGE, su única obsesión, su único objetivo porque, si consigue aprobarlos, que lo conseguirá, le aseguran su permanencia en La Moncloa los próximos tres años, aunque en ese tiempo no pueda volver a aprobar unos nuevos Presupuestos. Ya nos hemos acostumbrado a prorrogarlos año tras año y un fracaso de tamaña envergadura ha dejado de considerarse motivo de disolución de las Cámaras y convocatoria de elecciones. "Degenerando", como diría el maestro del toreo Juan Belmonte.

Aprobar los Presupuestos, que lo conseguirá, le asegura su permanencia en La Moncloa los próximos tres años, aunque en ese tiempo no pueda volver a aprobar unos nuevos

Así que hasta enero que nadie se mueva dentro de la parte socialista de este Gobierno a la que va a tocar aguantar todas las provocaciones, ataques y ofensas personales incluidas -como el reciente de la Secretaria de Estado para la Agenda 2030, Ione Belarra a la ministra de Defensa, Margarita Robles- por parte de Pablo Iglesias y sus gentes más próximas. Pedro Sánchez necesita y además agradece el trabajo que le está haciendo el líder de Podemos cerca de los diputados de ERC y Bildu, la compañía que él ha elegido para transitar por la vida política española.

Pero luego vienen las elecciones catalanas en las que el presidente del Gobierno está extraordinariamente interesado y en las que pretende que ERC quede por encima de los de Puigdemont.

Para eso entre otras cosas, está aprobando la Ley Celaá que retira, a petición de los de Rufián, la condición de lengua vehicular al castellano.

Para eso también ha anunciado este Gobierno que se va a modificar –a la baja, naturalmente- la tipificación penal del delito de sedición, lo cual sacaría a la calle inmediatamente a los independentistas condenados por su desafío a la Constitución en 2017, Oriol Junqueras el primero.

Y para eso Juan Carlos Campo anunció, con todo el despliegue de publicidad que supone una intervención del ministro de Justicia en una sesión de control del Congreso, que el Gobierno se disponía a estudiar las peticiones de indulto de los condenados por el Tribunal Supremo, cosa que ya ha hecho.

De manera que, después de aprobados los Presupuestos y garantizada su permanencia en el poder, el presidente del Gobierno tiene otra tarea, no tan decisiva pero sí muy conveniente para sus intereses que son las elecciones catalanas porque a lo que aspira es a poner todas las facilidades –no importa a qué precio- para facilitar un posible gobierno ERC-PSC-Comunes (Podemos) en la Generalitat de Cataluña.

Las elecciones catalanas están previstas en principio para el 14 de febrero pero, según cuenta aquí Iva Anguera de Sojo, los de Puigdemont están intentando retrasarlas para dar tiempo al fugado de Waterloo a preparar su candidatura que sigue a estas alturas sin cabeza de cartel.

Y como no es seguro que, ayudados por un eventual empeoramiento de la crisis del Covid, no consigan empujarlas más allá de la fecha prevista inicialmente, el presidente del Gobierno no tiene el menor interés en introducir cambios en su equipo gubernamental hasta que estos dos asuntos -Presupuestos y elecciones catalanas- queden despejados.

Nos colocamos, por lo tanto, en el mes de marzo, que es cuando se van a revisar las medidas excepcionalísimas que ahora mismo padecen los españoles por culpa de la pandemia. Si es posible levantarlas para entonces con la ayuda de las primeras vacunas que se apliquen en España, puede que el presidente del Gobierno no tenga inconveniente en revisar entonces la composición de su equipo en el Ejecutivo.

Pero vayan olvidándose de que prescinda de Pablo Iglesias y de algunos componentes del partido morado, sean o no los mismos de ahora. Y eso es así porque jamás el líder de Podemos admitiría ser apartado de la vicepresidencia del Gobierno, el mayor y mejor púlpito que nunca hubiera podido soñar. Y, dado que su apoyo le es imprescindible al señor Sánchez para continuar en el poder, aceptará todo lo que Iglesias le quiera colocar siguiendo sus intereses particulares. Y lo aceptará en silencio, como hace ahora.

El vicepresidente continuará con su estrategia política que tiene como propósito el de ocultar su carencia absoluta de obra concreta, su nulo informe de gestión, sustituyendo esa penuria evidente que mueve a preguntarse para qué está en el Gobierno, con el intento de imposición, apoyado por una constante propaganda, de su propio proyecto político, intento que de momento está teniendo éxito.  

Y eso no va a cambiar, ni ahora, ni en marzo, ni en mayo ni nunca hasta que se vuelvan a convocar en 2023 elecciones generales. Mientras tanto, la tarea que tiene por delante Pedro Sánchez, una vez que se haya librado de la incertidumbre -cada vez más leve- de los Presupuestos, es afrontar la crisis económica que se ha empezado a desatar ya y cuyas previsiones, según todos los organismos nacionales e internacionales, son estremecedoras,

Por ahí pueden venir las debilidades políticas y electorales del presidente del Gobierno. Mientras tanto, den ustedes por hecho que los cambios que introduzca en marzo o en mayo en su equipo gubernamental, si es que introduce alguno, serán puramente cosméticos. Y siempre, siempre, hombro con hombro junto a Pablo Iglesias, su otra mitad, su otra pierna, aquella que les permite seguir caminando. Siempre juntos, por la cuenta que les tiene a ambos.

Así que, efectivamente, tranquilidad en sus filas, que no va a pasar nada. Y, si pasa, no será nada que altere el curso de las cosas básicas, esenciales, en nuestro país, algo que más de uno y más de dos lamentamos profundamente.

Esto que ha dejado caer Pedro Sánchez a algunos ministros y a su entorno, según cuenta aquí Cristina de la Hoz tiene, como la periodista explica a continuación, el propósito de tranquilizar al rebaño gubernamental y a la grey de la militancia.

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