La semana que dejamos atrás, primera de este nuevo año 2021, pasará a la historia, lamentablemente, como aquella en la que asistimos en directo a uno de los ataques más graves contra la libertad y contra la democracia en el último siglo y medio. Instigados por un enloquecido Donald Trump, ya casi ex-presidente de los Estados Unidos, varios miles de sus igualmente enloquecidos y manipulados partidarios tomaron al asalto las instalaciones del Capitolio de Washington, sede de las Cámaras Legislativas de la que considerábamos la democracia más importante del mundo. Una incontrolable horda de fanáticos que interrumpieron la proclamación oficial de unos resultados electorales que debían consagrar a Joe Biden como el cuadragésimo sexto presidente de los EEUU. El resultado lo conoce ya el mundo entero: cuatro personas muertas y un daño reputacional casi irreparable para la historia de aquella gran nación y su democracia.

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