Si hay una fecha clave en la biografía -la pública y la personal- de Mario Draghi y en la reciente historia de Europa, esa fue la del 26 de junio de 2012. Tras unos horribles meses de turbulencias financieras, en los que la crisis iniciada en el otoño de 2008 con la caída de Lehman Brothers que parecía no tener fin se había ensañado aún más con los mercados y por extensión con los países más débiles de la zona euro y sus ciudadanos más desfavorecidos, el entonces flamante gobernador del Banco Central Europeo pronunció aquellas famosas doce palabras:  haré "lo que sea necesario para preservar el Euro. Y, créanme, será suficiente".  Me propongo en esta pieza semanal analizar las características de liderazgo de todo un “pata negra”, Mario Draghi, y también algunas de las que tienen que ver con la idiosincrasia de mi país y cómo, una vez más, los italianos han llegado al punto en el que están. Mario Draghi es el ídolo de la burguesía italiana pero cae bien a la clase obrera y los sindicatos por su natural capacidad de proyectar: honestidad, éxito, pragmatismo y una enorme capacidad de solucionar crisis.

Vaya si lo fue porque aquella demostración de liderazgo global, como pocas veces se aprecia en la historia de los países o de las organizaciones supranacionales, surtió efectos "milagrosos" y casi inmediatos. El Banco Central Europeo, que había manejado de forma desastrosa la crisis con un inoperante Jean-Claude Trichet a los mandos, tomaba las riendas con un audaz SuperMario -así comenzó a ser llamado- que ordenó adquirir desde ese día ingentes cantidades de deuda soberana de Italia, España, Grecia, Irlanda y Portugal, los más castigados, y dotar así de una liquidez que permitiera que las economías del sur de la Zona Euro no terminaran de asfixiarse.

Serio, constante, preparado… y decidido

"Mi lema es Nunca te rindas", declaró públicamente instantes antes de ceder el testigo al frente de la institución a Christine Lagarde, en octubre de 2019. No lo tuvo fácil durante aquellos ocho convulsos años, pero culminó con un éxito rotundo su singladura durante una de las mayores galernas de la historia económica y política del viejo continente. Muchos le preguntaron entonces por qué no daba el paso que parecía casi obligatorio en un liderazgo de su perfil: entrar en la arena política: "En realidad no lo sé, aunque me lo he preguntado varias veces... Pregúntenle a mi esposa, que sabe más".

Casi dos años después, este milanés, definido por el profesor de Estrategia de la Escuela Politécnica de Negocios de Milán Giuliano Noci como una persona "sumamente preparada y determinada", ha dado por fin el paso. Añade Noci que, con el apoyo del país y del Parlamento, Draghi podrá sacar a Italia de la crisis. Desde luego que este doctor en Filosofía, educado en la reconocida Universidad de Roma La Sapienza y pasado posteriormente por el mítico MIT (Instituto Tecnológico de Massachussetts), cuenta, de saque, con todas las papeletas para poder lograrlo.

Sería el segundo "golpe de timón" en la historia de este hombre de 73 años

A mí al menos no me cabe duda de ello y no puedo por menos que coincidir plenamente con Noci. Alguien que tomó medidas tan sumamente arriesgadas, al punto que "revolucionarias", como lo fueron la concesión de gigantescos préstamos a entidades financieras para que colapsaran tanto el sistema bancario como el de cobros y pagos, o quien llevó a terreno negativo a los tipos de interés, sin duda puede ser el "cirujano de hierro" que necesite ahora la maltrecha economía italiana para remontar el vuelo. Sería el segundo "golpe de timón" en la historia de este hombre de 73 años en cuya elegante y clásica figura están depositados los ojos de todos los italianos y de la práctica totalidad de los europeos.

El laberinto italiano, ¡una vez más!

De cómo se ha llegado a esta situación... ¡qué les voy a contar! 

Para mí, lo que ha ocurrido en las últimas semanas en mi país es la repetición de una historia muy familiar y con la que estoy acostumbrado a convivir desde hace décadas. Como italiano orgulloso que reside desde hace ya casi la mitad de su vida en España, tengo perfectamente interiorizado el proceso actual, una y mil veces repetido. Comprendo, eso sí, que a ojos de un no italiano, las convulsiones políticas de la tercera economía del euro -excluyendo ya al Reino Unido- muevan a la perplejidad y al asombro. 

Sin mayorías claras, parece una obviedad, es mucho más difícil manejar el timón de la nave

Por no hacer eterno el relato de los últimos compases políticos que han llevado a Mario Draghi a trabajar para formar gobierno, baste decir que la terrible pandemia que llevamos ya camino de un año sufriendo ha supuesto un terrible azote, no solo sanitario sino económico y político, también en Italia como en el resto del mundo que hasta ahora teníamos por desarrollado y casi "invulnerable". A la dificultad de ejecutar una acción de gobierno en circunstancias extremas, añadan ustedes las habituales, frágiles e inestables combinaciones parlamentarias a las que Italia está acostumbrada. 

Creo no descubrirles nada si les recuerdo que, por esta y otras razones, no conozco un pueblo entre el cielo y la tierra más acostumbrado a negociar, a pactar y a consumir ingentes cantidades de su tiempo como el pueblo italiano. Sin mayorías claras, parece una obviedad, es mucho más difícil manejar el timón de la nave, más cuando las aguas son enormemente turbulentas. 

La tremenda crisis provocada en un pasado aún reciente por la torpeza de Matteo Renzi y su estúpido referéndum (¿quién recuerda ya aquello?) y los intentos posteriores de su sucesor, Guiseppe Conte, de formar distintas mayorías parlamentarias, todos devenidos en fracaso, han dirigido al presidente de la República, Sergio Mattarella, a buscar un "mirlo blanco".

Una solución en la que muchos han querido buscar paralelismos con la fallida Vía Monti, allá por 2011, pero que en mi opinión tiene poco que ver. Mario Monti, venerable profesor italiano, llegó impuesto por Bruselas con la mejor voluntad, pero desde el primer día fue visto con recelo, tanto por el pueblo como por parte de la élite política local.

Mario Draghi ha sido propuesto "desde el interior del sistema" y cuenta con dos elementos fundamentales en política y de los que Monti carecía: una brutal capacidad de liderazgo y un notable apoyo popular y de la mayoría de la clase política, que ven en él una tabla de salvación en mitad del océano. Por otro lado, la enorme reputación internacional de ‘Supermario’ en Europa y también en el resto del mundo, otorga a este líder la posibilidad real de representar Europa en un panorama geopolítico muy complejo y con una falta de líderes relevantes, especialmente cuando Merkel desaparezca de la escena política.

Italia: de fracaso en fracaso hasta la victoria final. ¡Ójala!

Cierto es que Conte lo intentó; en primer término, tras la victoria electoral del M5E, a través de un pacto con la Liga de Salvini. Fracasó. La ambición suicida de un Salvini, que ansiaba un respaldo electoral de no menos de un 40 por ciento de los italianos, le condujo a dinamitar desde dentro un ejecutivo que no era más que, como se dice en castellano, "una jaula de grillos".

Tras los comicios, vino la segunda intentona de Conte, una extraña unión también entre un destartalado ya M5E, la curiosa coalición "Italia Viva" de Renzi y el PD.

Es evidente que aquí sí existía una mayor homegeneidad ideológica, al menos todos eran de izquierdas o de centro izquierda, pero la rivalidad política entre afines, los caprichos de Matteo Renzi, su complejo de ‘Peter Pan’ y el estallido de la brutal pandemia hizo que todo saltara, una vez más, por los aires. A partir de ahí, el presidente de la República se vió obligado a no andarse con chiquitas” y a “disparar por elevación”: a buscar los perfiles más altos… y ahí aparece Draghi.

Draghi puede culminar el segundo gran reto de su carrera: relanzar la economía transalpina y dar un futuro de esperanza a todo un pueblo

Como ya he dicho, el expresidente del BCE cuenta con la valentía y el coraje necesarios, con una preparación académica y técnica fuera de lo común, con un sentido de Estado que no admite parangón y con un prestigio, dentro y fuera de Italia, difícilmente superable. Con la combinación de esos cuatro factores y la consecución de una mayoría parlamentaria mínimamente sólida y comprometida con sacar el país adelante, Draghi puede culminar el segundo gran reto de su carrera: relanzar la economía transalpina y dar un futuro de esperanza a todo un pueblo que le convierta en capaz de dar carpetazo, de una vez y para siempre, a estos últimos y malditos años oscuros que sin duda los italianos nunca merecieron.

¿Conseguirá formar gobierno? Yo soy optimista. Por cuanto tenga que negociar con las diferentes sensibilidades a izquierda y derecha, estoy seguro que finalmente conseguirá llevar su experiencia y sentido común en la mesa de negociación y vencer el escepticismo de muchos.

Si hay una fecha clave en la biografía -la pública y la personal- de Mario Draghi y en la reciente historia de Europa, esa fue la del 26 de junio de 2012. Tras unos horribles meses de turbulencias financieras, en los que la crisis iniciada en el otoño de 2008 con la caída de Lehman Brothers que parecía no tener fin se había ensañado aún más con los mercados y por extensión con los países más débiles de la zona euro y sus ciudadanos más desfavorecidos, el entonces flamante gobernador del Banco Central Europeo pronunció aquellas famosas doce palabras:  haré "lo que sea necesario para preservar el Euro. Y, créanme, será suficiente".  Me propongo en esta pieza semanal analizar las características de liderazgo de todo un “pata negra”, Mario Draghi, y también algunas de las que tienen que ver con la idiosincrasia de mi país y cómo, una vez más, los italianos han llegado al punto en el que están. Mario Draghi es el ídolo de la burguesía italiana pero cae bien a la clase obrera y los sindicatos por su natural capacidad de proyectar: honestidad, éxito, pragmatismo y una enorme capacidad de solucionar crisis.

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