
Pedro Sánchez y Susana Díaz, en un acto de campaña de las elecciones generales del 10-N celebrado en Sevilla.
Ver a Susana Díaz intentando sobrevivir es como ver a una gran duquesa pordiosera en la calle, bailando por calderilla, descalza pero todavía con un jirón sucio de armiño sobre los hombros, como recién asesinado o desenterrado. Sobrevivir significa sobrevivir a Pedro Sánchez, no al PP modosito de Juanma Moreno, claro. Y sobrevivir a Sánchez significa serle útil. Susana baila con conciencia de su grandeza perdida, aplicándose en su humillación, en su parodia de reina con el abanico deshecho y corona de miga de pan. Susana le dice a Sánchez que va a ganar Andalucía para él, porque sabe que sólo dándole más poder podría aplacar su venganza. Pero Susana ya no tiene nada que dar. Susana ganaba porque controlaba el censo y los enchufes y las familias y los pucherazos. Ahora no controla nada. Sánchez tiene el partido, tiene el dinero de Europa, tiene la baraka de ganar ponga a su lado al virus trompetero, a Illa con bolsa de agua caliente o a Iglesias con la fiambrera del revolucionario.
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