Opinión

Olivia y el sueño perdido

Olivia Newton John.

Me hallo escribiendo estas líneas en una estación de tren en la que hace más tiempo del que quisiera, pero menos del que el umbral del recuerdo olvida, había centenares de personas y se llenaba hasta los topes cada día. Mesa sí, mesa no, nos sentamos los pocos viajeros que tenemos que hacerlo por “causa mayor”. Bajamos nuestra mascarilla para masticar la pobre variedad de bocadillos que las leyes del mercado dicta que ha de haber en la pequeña cafetería que apenas sobrevive con dos personas sacadas del ERTE. Frente a mí, un presunto pasajero se enzarza en una discusión a gritos con el empleado de seguridad. Este está siendo el momento en el que buscar la canción adecuada, inspirado en la necesidad de encontrar algo que estuviera “nada más lejos” de todo esto.

Solamente recordamos en pleno esplendor a Olivia Newton John, recién salida de nuestras fantasías...

En esa zona se hallan las más tiernas fábulas de Disney, como caso de éxito, y otras muchas que nunca tuvieron sitio entre las más grandes. Es el caso de una de las películas más paradójicas y extrañas que dieron los locos 80 nada más empezar. Si cuento el argumento se acaba la columna y no quedarían lectores al final de la misma. Algo extraño debieron tomar los guionistas y los que creyeron que funcionaría... una película llamada Xanadú. El surrealismo de la cinta se tragó al gran Gene Kelly (sí) y a casi el resto. Solamente recordamos en pleno esplendor a Olivia Newton John, recién salida de nuestras fantasías... y de una pintada en una pared.

Salto en el tiempo. Nos vamos a 1954. Se le otorga el premio Nobel de Física a un alemán llamado Max Born por sus avances en física cuántica, nada menos. Su nieta de ocho años lleva tres viviendo en Australia, a pesar de haber nacido británica. Esa rubita graciosa y pizpireta que no tardó en tener su banda de rock, iba a ser la musa protagonista de una de las historias más sonadas del Universo pop: Grease.

Pero como en las buenas fábulas, no todo es de color rosa como en Xanadú. La vida real de la actriz que encarnó a tanto a Sandy como a Kira es casi tan surrealista como esa película que titula una de las canciones más exitosas de la E.L.O.

Tras concursar en Eurovisión por el Reino Unido en 1974, convertirte en la mujer más aclamada en el mundo del espectáculo y en algo más de 10 años estar en bancarrota, no ha de ser fácil. Aunque no todo el mundo vale para los negocios, y una marca de ropa que se llamaba Koala Blue no ayuda. Pero su sola presencia en un spot publicitario ya daba fuerza a cualquier marca, y eso fue decisivo para poder volver a empezar partiendo de cero. En 2005, durante una excursión en barco, el hombre con el que vivía desapareció, como si se tratase de una película de domingo por la tarde. Dicen que le vieron en México, huyendo de esa relación. Después vino un fan-magnate y parecía que había sido rescatada la princesa del reino de las patinadoras, aunque varios episodios de cáncer después, tampoco parece que esté a salvo.

Lo único que podemos hacer es conservar para nosotros a esa Dama del Imperio Británico en cualquiera de sus papeles míticos, para llevarnos “nada más lejos” de una realidad que tampoco es un camino de rosas. Me voy, que sale mi tren.

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