Yo creo que Carmen Calvo se ha marchado del Gobierno inaugurando por fin su ironía, ella que hasta ahora no conocía la doblez, que nos enseñaba la política como la abeja Maya nos enseñaba la flor y la vida, a través de sus ojos de gota de gorgojo. “El traspaso más amoroso de la historia de la política de España”, ha llamado a su relevo con Félix Bolaños. Nadie puede ver amor en esta escabechina del presidente, así que quizá Sánchez, como última vileza, ha conseguido volver cínica a la transparente Carmen Calvo. Hasta cuando se traspasaban la cartera, como con dónut muy glaseado y oficial dentro, han caído insinuaciones, recaditos, reproches. Bolaños, que la última vez hacía de cura inverso con crucifijo inverso y muerto inverso en el Valle de los Caídos, dejó para Redondo que los ministerios “no se pueden pedir ni se deben rechazar”; Iceta dijo sentir mucho dejar ese ministerio suyo de la catalanidad tibia, y Ábalos ni mencionó a Sánchez. El amor que mata, a eso se referiría Calvo.

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