Otegi es tan achuchable... Hay gente que está deseando ir a abrazarlo bajo la lluvia, como a un perro mojado, como a un hijo mojado, como a un tipo duro que se moja esperando fuera con un ramo de flores, como el Clint Eastwood más romántico. Ir hacia Otegi, apartarle el pelo lluvioso de la cara, como cuando se le hace la raya a un escolar, darle un abrazo de dársena, de silbato de tren, y susurrarle, entre los alfileres de la lluvia, de las lágrimas, de los besos y del complejo algo como “¿por qué, por qué has tardado tanto?”. Él no hablaría, sólo se quedaría allí, mirando sus flores ahogadas ya en sus brazos como una novia ahogada, y eso sería suficiente. Sí, es esto lo que no entiendo de Otegi, esta como fantasía de solterona que hay a su alrededor. Otegi no ha pedido en realidad perdón, pero si lo hubiera pedido, si lo pidiera mañana, hincado de rodillas sobre tierra de cementerio, ¿qué importaría? Sólo le importa a quien lo necesita. O sea a los suyos y a Sánchez, que son las solteronas de la fantasía.

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