No hubo más que ver el recibimiento que el público congregado en el plató de Antena3 desde donde se emitía en directo El Hormiguero, de Pablo Motos, le dispensó a su entrada para tener la certeza de que cualquier movimiento que desde Génova se intente hacer contra la presidenta de la Comunidad de Madrid, se saldará con un castigo procedente de los electores madrileños, castigo que se puede extender a toda España. 

Se podría argüir que era un recibimiento preparado pero no es probable. Más bien pareció la reacción popular que se produce en distintos lugares de la Comunidad cada vez que los electores se encuentran cara a cara con Isabel Díaz Ayuso.

La apoyan masivamente por distintos motivos, pero lo que es seguro es que el electorado madrileño le agradece a su presidenta las decisiones que, contra viento y marea y enfrentándose al Gobierno, tomó durante la pandemia y la defensa casi numantina que hace una y otra vez del territorio y de sus habitantes.

Es un fenómeno mediático que no se sabe cuánto tiempo va a mantenerse pero que ahora está indudablemente en su mejor momento, cosa que los recientes sondeos de intención de voto ratifican cuando pronostican un incremento notable de apoyos y de escaños en las próximas elecciones autonómicas.

En su larga entrevista anoche en El Hormiguero, una Díaz Ayuso algo tensa e insegura en los primeros compases de la conversación, se ocupó casi desde el minuto uno de aclarar y ratificar una vez más que su objeto de deseo es la Comunidad de Madrid y que no tiene ni va a tener ningún otro objetivo político. Es decir, que no va a retar a Pablo Casado ni se va a convertir en la Esperanza Aguirre de Mariano Rajoy. Y resultaba creíble.

Ahora bien, que ése otro objetivo, el de presidir el partido de Madrid, sí que lo tiene y no necesita echar mano de argumentos elaborados para explicar que ella pretende recibir el mismo trato orgánico que los demás presidentes autonómicos de su partido.

Teodoro García Egea y, en la medida en que otorga en silencio lo que está ocurriendo dentro de su partido, también Pablo Casado, tienen esta batalla perdida ante la opinión pública. Y como resulta que esa opinión pública es la misma que cada cuatro años se transmuta en electorado, ya sabemos, y ellos saben también, las consecuencias que tendrán para el Partido Popular en su conjunto que la dirección nacional salga vencedora de una batalla abierta como la que se está produciendo en este tiempo, en la que la derrotada sea la presidenta madrileña. 

No le va a compensar a la dirección nacional del PP el precio de ese trofeo por el que están manteniendo el pulso contra Ayuso porque aquí se cumple a la perfección esa vieja afirmación según la cual “nadie mata sin herirse”. Con la particularidad de que la herida que se auto produzca el partido puede llegar a tener consecuencias mortales para sus pretensiones.

Ayuso estuvo en exceso habladora pero también simpática y exhibió con gracia su exhaustivo conocimiento de la música española de los 80 en adelante, cosa que el público celebró con entusiasmo.

Es evidente que esta señora se ha metido en el bolsillo al personal y no hay movimiento en la sombra que sea capaz de desmontar la cercanía que una mayoría de madrileños siente hacia ella

Es evidente que esta señora se ha metido en el bolsillo al personal y no hay movimiento en la sombra, por astuto que se pretenda, que sea capaz de desmontar la cercanía que una mayoría de madrileños siente hacia ella.

Y mucho menos cuando el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, su contrincante in péctore en una posibles primarias para la presidencia del PP de la región, se muestra especialmente interesado en mantener públicamente la máxima complicidad con la que puede ser su adversaria a no mucho tardar.

Lo mejor, o por lo menos lo más conveniente para sus intereses, sería que quienes están metidos de hoz y coz en este intento de cortarle la alas a Ayuso abandonen la batalla, se alíen con ella y caminen todos juntos hacia las próximas contiendas electorales.

Les irá mucho mejor a todos, incluidos los presidentes de Andalucía y de Castilla y León, que ven con preocupación creciente el daño que esta contienda incomprensible está haciendo ya a las previsiones electorales del PP en sus respectivas comunidades.

No le vaya a pasar a la dirección nacional del Partido Popular lo que le pasó a Albert Rivera, que en abril de 2019 cometió el error de medir mal sus fuerzas y dejó pasar la gran oportunidad para su partido que hubiera sido ofrecer al PSOE el apoyo de sus 57 diputados para formar un gobierno de centro izquierda que habría contado con mayoría absoluta en el Congreso.

Nunca sabremos si Pedro Sánchez habría aceptado la oferta. Lo que sí sabemos es que su partido, Ciudadanos, ha pagado muy cara la miopía política de su líder. Y España también. 

Medir las propias fuerzas es imprescindible para no cometer errores irreversibles. Eso es lo que debe hacer la dirección nacional del PP en esta contienda absurda que les puede acabar costando muy, pero que muy cara.