La guerra del PP es la del Congreso contra El Hormiguero; la de Casado en la sesión de control, como un escolar en un concurso de debate, contra una Ayuso con tatuaje, canción y ojos de botella verde de Coca-Cola, igual que un amor de verano; una Ayuso a la que toda España recordaba a la mañana siguiente como arena en los dedos, justo como esos amores de verano. La guerra la tiene perdida Casado, por supuesto, porque así es la política, que no son las oposiciones a notarías que hace él, con pausa para una meriendita de cura, sino que necesita seducción. Ayuso usa la misma trampa que la literatura, la seducción, por eso la molinera le gana casi siempre al bachiller y los poetas nunca le dedican églogas a un escribiente.
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